De lo que no hay

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La cultura, como el criterio, no son moneda corriente en el paisaje político español. Hay un paisanaje ramplón y poco leído que a falta de conocimientos e ideas se refugia en la confortable disciplina de partido, y así que pasen los días y los años. Sé que es una injusta generalización, una mirada fugaz y superficial, porque en la tribu del castismo y en la del anticastismo hay elementos generosos y capaces. Pero también es innegable que no son suficientes para romper la mayoría y su influencia en nuestra vida cotidiana no es realmente trascendental.

El sistema de partidos con sus dependencias de los aparatos y el amiguismo interno, ha propiciado hasta ahora que los que lideran no sean normalmente ni los más capaces ni los más juiciosos. Así nos va y así nos ha ido. Hasta ahora.

El terremoto político presente y las incertidumbres futuras con las preferencias ciudadanas recolocadas, obligan a los que siempre han jugado la misma partida a pensarse nuevas estrategias y hasta nuevas cartas. Fueron incapaces de gestionar el cambio y el cambio les está gestionando a ellos. Pero parece que algunos están dispuestos a no dejarse atropellar y aprovechar el riesgo de la crisis para convertirla en oportunidad.

En la carrera electoral madrileña han surgido de repente dos figuras independientes y de perfil muy definido que parecen destinadas a dar un poco de brío al patio político y elevar el nivel medio de nuestros aspirantes a representación popular. Inteligentes, irónicos y comprometidos, es posible que hasta consigan que nos divirtamos y aprendamos en campaña electoral. Y hasta nos hagan albergar esperanza de que lo que se prometa se va a cumplir.

Le decía Aristóteles a su hijo Nicómaco que la política era el oficio más noble, puesto que se ocupaba del bien común. Como sé lo que está pensando usted, querido lector, no entraré en más comentarios sobre la vigencia o no de tal afirmación, pero permítame que a su estela exponga mi opinión de que en días como hoy si hay un oficio noble y generoso, ese es el de profesor. Forman, educan, iluminan y crean futuro por vocación, y su recompensa, dado el nada elevado reconocimiento económico que reciben, es la de hacer de quienes en ellos confían, personas más íntegras y libres.

Por esa razón las primeras impresiones ante el grupo profesoral de Podemos fueron para este escribidor positivas y esperanzadoras. El tiempo, sus palabras, alguna omisión y a estas alturas ya de la historia su indisimulada soberbia, les hacen, a mi modesto juicio, perder bastante fuelle. Y me malicio que no soy el único español que piensa así.

Pero la política siempre te da sorpresas, y he aquí que en Madrid y de manera creo que casual, se van a enfrentar por la parte izquierda de la tabla, dos profesores de excepción que pertenecen a la casta, sí, pero la de maestros comprometidos y valientes que son intelectualmente brillantes y leales a su tiempo y sus ideas; dos tipos inteligentes que hacen de la cultura su territorio y de sus conocimientos un bien común. He tenido el privilegio de conversar en la radio y fuera de ella en muchas ocasiones con Ángel Gabilondo y con Luis García Montero. El primero es un filósofo brillante, un catedrático de metafísica irónico y sabio, con esa sabiduría fruto del lúcido matrimonio entre lo vivido y lo pensado, que ejerce el sentido del humor como una eficacísima forma de resistencia y crítica. Es uno de los tipos más honestos que conozco. Tanto, que su candidatura está a punto de hacerme olvidar la cutrez del incidente de las cerraduras.

La honestidad es un rasgo esencial que, junto a su poderosísimo compromiso con la sociedad para la que vive y trabaja, comparte con Gabilondo Luis García Montero. Este profesor granadino, catedrático de Literatura Española, esa que él ejerce con el brillo de uno de los más grandes poetas contemporáneos, Premio Nacional de Literatura, tertuliano brillante y sereno, abanderado de la contrainjusticia, compañero de columna en esta portada de infoLibre, se ha lanzado de repente al ruedo sin más razón que la fe en una izquierda por la que se va a partir el pecho y la cara para que no termine de perder su identidad.

Con jefes así, ¿quién necesita al enemigo?

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En realidad, ninguno de los dos necesitaba esto. Y si dan el paso es para cambiárselo a los demás, a todos los demás. Tengo la nada ingenua certeza de que si finalmente García Montero se decide a ser candidato y polemiza con Gabilondo, vamos a vivir debates como pocas veces se han visto por estos pagos: vivos, comprometidos, inteligentes…de altura. Y si ganan, cumplirán o se volverán a su casa.

Ironizaba Gabilondo hace poco en privado sobre la razón para dedicarse a la Metafísica: “Es que un día mi madre me dijo eres de lo que no hay, y empecé a investigar”. 

Aquí y ahora, en este tiempo y en nuestra política tanto él como García Montero son, ciertamente, de lo que no hay. Y espero que abran camino.

La cultura, como el criterio, no son moneda corriente en el paisaje político español. Hay un paisanaje ramplón y poco leído que a falta de conocimientos e ideas se refugia en la confortable disciplina de partido, y así que pasen los días y los años. Sé que es una injusta generalización, una mirada fugaz y superficial, porque en la tribu del castismo y en la del anticastismo hay elementos generosos y capaces. Pero también es innegable que no son suficientes para romper la mayoría y su influencia en nuestra vida cotidiana no es realmente trascendental.

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