Días antes de las elecciones del 28 de mayo, planteaba en estas mismas páginas que, después de las votaciones, nada quedaría igual, en tanto en cuanto los resultados iban a cambiar la configuración del espacio político de todos los partidos. Así ha sido.
El PP estrena tras las últimas elecciones el maillot de líder. Se supone que esta debería ser una gran noticia para ellos, pero parece que el adelanto electoral forzado por decisión de Pedro Sánchez ha complicado su agenda. Esta semana debería empezar a consumarse su llegada al poder en las comunidades autónomas y ayuntamientos donde han conseguido la victoria. Este desfile de celebraciones debe, sin embargo, apaciguarse o retrasarse en algunos casos, debido a la imprescindible negociación con Vox.
El PP ha tomado la decisión de retrasar la toma del poder en aquellos lugares en los que la presencia de Vox sea demasiado visible. Les preocupa que pueda afectar a un sector de extraordinario valor entre su electorado. Se trata de aquellos votantes que provienen del PSOE que pudieran sentirse incómodos apoyando ahora pactos con la ultraderecha después de haber abandonado a los socialistas por sus acuerdos con partidos más radicales a su izquierda. El disputado voto de los electores que viven entre PSOE y PP puede ser la clave decisoria el 23J.
La estela de ETA y el pucherazo
La ventajosa situación de la que parte el PP, que cualquier partido desearía, viene acompañada de algunos dilemas complicados de gestionar. Para los populares, el ideal sería la celebración de las elecciones mañana mismo para que se repitiera en lo posible lo ocurrido el 28M. Consiguió dominar los temas de campaña (ETA y el pucherazo) con la estrecha colaboración de su ejército mediático, pero cuesta pensar que esos mismos argumentos sirvan para llegar con impulso suficiente hasta dentro de seis semanas.
Lo que más les conviene es una campaña que en la medida de lo posible no despierte y movilice al votante de izquierdas que duerme plácidamente en estado de hibernación. Veremos al PP, sus encuestas y sus medios insistir repetidamente en su segura victoria con el fin de que el abstencionista semicomatoso de izquierdas siga recostado. Igualmente, necesita que el votante moderado que ha venido del PSOE sienta que va a viajar en el tren que va destino hacia la victoria.
Que no pase nada
Al actual PP, que acaba de ganar en las urnas, le interesa que no pase nada nuevo, que no cambie la conversación global centrada en denostar y castigar la figura de Pedro Sánchez como paradigma de todos los demonios. El discurso del PP se cimenta en no tener réplica y mucho menos documentada o fidedigna. Por este motivo, veremos muy pocos debates, si es que llegamos a ver alguno. Los populares confían en que su discurso furibundo y demoledor contra el presidente Sánchez es mucho más efectivo que los esfuerzos del Gobierno por explicar cómo han conseguido sacar adelante al país en medio de todo tipo de hecatombes. Hasta ahora, la estrategia les ha funcionado.
Veremos al PP, sus encuestas y sus medios insistir repetidamente en su segura victoria con el fin de que el abstencionista semicomatoso de izquierdas siga recostado
En este arranque de la precampaña, los populares insisten en mantener el eje único de su discurso —derogar el sanchismo—, que se plasma en la absurda disyuntiva de elegir entre Pedro Sánchez o España. Este dilema da por hecho que los millones de españoles que han apoyado al Gobierno de coalición no son españoles o, como mínimo, apoyan la destrucción de su propio país. Tiene poco sentido, suena ridículo, pero sus seguidores compran el planteamiento. De ahí partimos. El único añadido que ha aparecido en su oferta electoral es el de incluir en el mismo paquete el cabreo que puede suponer tener que ir a votar a finales de julio, en pleno verano. Este es el nivel.
Trascendental trasvase de votos
Pedro Sánchez ha podido resolver las dudas que las encuestas de opinión despertaban durante los últimos meses. El resultado electoral ha sido bastante nítido. Muestra que el apoyo general que ha recibido es porcentualmente similar al de las últimas elecciones generales, pero con tres importantes matices negativos. El primero es que se confirma que hay un trascendental trasvase de votos hacia el PP. No es muy importante en volumen, pero ayuda a situar a los populares por encima de los tres puntos de ventaja sobre los socialistas, lo que les puede garantizar ser la fuerza más votada el 23J. De todos los votos posibles, los que se van de un partido a un rival directo acaban matemáticamente por valer el doble, el que pierde uno y el que gana el otro a la vez.
Un segundo factor a tener en cuenta es que esa pérdida de votos del PSOE en el territorio más moderado quedaba disimulada, en buena medida, gracias a la llegada de nuevos votantes que procedían de su izquierda y que apostaron por el llamado voto útil, a la vista de la fragmentada y confusa situación que se vivía en plena descomposición de Unidas Podemos. En tercer lugar, parece observarse, junto a este corrimiento de votantes desde la izquierda hacia el centro derecha, que la caída del voto a la izquierda del PSOE se ve acentuada por una subida de la abstención en ese mismo espacio.
Objetivos obligados
Si la izquierda quiere volver a gobernar, debe claramente conseguir revertir estos tres factores. Es imprescindible que el PSOE recupere al menos una parte de sus votantes prestados al PP. Es un votante moderado del que se necesita que recupere su confianza perdida, en buena medida motivada por los obligados pactos alcanzados para mantener la mayoría parlamentaria. La otra condición ineludible para poder gobernar es que Sumar se afiance como alternativa electoral y pueda superar a Vox y convertirse en tercera fuerza política. Es determinante que Sumar despierte al mayor número posible de los abstencionistas que han ido perdiendo su interés en votar en estos últimos tiempos.
La firma del acuerdo en Sumar abre una esperanzadora alternativa de solución a la oferta electoral de la izquierda en nuestro país. Para poder hacer frente a la alternativa que representa PP+Vox es indispensable que PSOE y Sumar puedan competir de igual a igual desde la perspectiva de la ley electoral. Jesús Maraña lleva semanas advirtiendo en sus comentarios que tan importante como llegar a un acuerdo dentro de Sumar era que éste fuera sólido y constructivo en la forma de concretarse. Tenemos acuerdo, pero, evidentemente, la polémica desencadenada tras la exclusión de Irene Montero no beneficia en nada al lanzamiento de la candidatura. Esperemos que a partir del próximo día 19, una vez oficializadas las listas, todos los implicados entiendan la importancia de mantener una voz unida e ilusionante.
Días antes de las elecciones del 28 de mayo, planteaba en estas mismas páginas que, después de las votaciones, nada quedaría igual, en tanto en cuanto los resultados iban a cambiar la configuración del espacio político de todos los partidos. Así ha sido.