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El control civil de lo militar forma parte del más hondo substrato de la Constitución de EEUU, donde las Fuerzas Armadas están sometidas a la Presidencia y al Congreso, democráticamente elegidos. En ambos niveles existen los órganos institucionales necesarios para mantener la debida subordinación de los ejércitos al Gobierno de la nación.
Sin embargo, como explica un ensayo publicado en Foreign Affairs (mayo-junio 2021), en los últimos años ese control se ha venido degradando paulatinamente. No es que se hayan producido casos de insubordinación, pero se han debilitado los instrumentos de vigilancia y exigencia de responsabilidades a los ejércitos.
En muchos países, no solo en EEUU, los altos mandos militares poseen –y pueden manejar a su gusto– gran parte de la información que los dirigentes políticos necesitan para tomar las decisiones adecuadas. Por ese motivo, para influir en el poder o ejercerlo desde la sombra, ya no se necesita ocupar militarmente el Congreso, al estilo del general Pavía o del coronel Tejero en el madrileño palacio de la Carrera de San Jerónimo. Se puede conseguir lo mismo sin romper la cadena de mando civil-militar, de modo que, sin violencia externa y casi sin tener conciencia de ello, los gobernantes pueden ser controlados por el mando militar.
Ha habido en EEUU casos de clara oposición entre ambos "poderes", como cuando el general Powell evitó que el presidente Clinton derogara la disposición que impedía a los homosexuales entrar en los ejércitos: la política pretendía responder a un deseo popular, pero la milicia lo rechazó. Y durante los mandatos de Obama y Trump el mando militar exigió el envío de refuerzos a Afganistán, en contra de la voluntad presidencial que, por uno u otro motivo, deseaba desligarse del avispero afgano en el que EE. UU. estaba implicado.
La exigencia constitucional, establecida en 1947 en EE. UU., de que para dirigir el Pentágono un mando militar ha de estar siete años retirado fue desobedecida por Trump y ahora por Biden, rompiendo siete décadas de tradición de control civil. Nada indica que un militar sea más eficaz que un civil para dirigir el Pentágono; más bien, puede ocurrir lo contrario. En los ejércitos es fundamental la obediencia y la eficacia en la ejecución de las órdenes, sin perder demasiado tiempo evaluando sus posibles consecuencias; esto es, por el contrario, uno de los más importantes aspectos en la dirección de la política general de un Estado, que es precisamente lo que concierne al poder civil.
Otro aspecto que influye en esta cuestión es la instrumentación de lo militar por los partidos políticos, dado que en EEUU los ejércitos gozan de gran estima popular, sobre todo tras los atentados del 11-S. Hemos observado a presidentes, vestidos con uniforme militar, en alocuciones sobre asuntos de política exterior en centros militares y no en universidades, como parecería adecuado.
La pugna entre los militares y los diplomáticos se acentuó durante el mandato de Trump. La globalidad militar de EEUU es el factor más determinante en esta cuestión. De hecho, algunos de sus embajadores dependen más del mando militar de la zona donde residen que de la Secretaría de Estado, porque la superficie del planeta está dividida en once mandos territoriales que dirigen el poder militar estadounidense sobre la Tierra.
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Preocupa ahora en EEUU esta aparente relajación del control civil sobre los ejércitos y se intenta hacer consciente de ello a la población, que vive bastante alejada de estos problemas desde que se abolió el servicio militar obligatorio. Las tradiciones democráticas y la seguridad nacional dependen mucho de que se mantenga la correcta relación de subordinación militar al Gobierno. Es opinión extendida el hecho de que, si se relaja el control civil de los ejércitos, EEUU no podrá seguir mucho tiempo siendo una democracia y, a la vez, una gran potencia mundial.
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Alberto Piris Laespada es general de Artillería y Estado Mayor en situación de reserva. Desde hace más de cuatro décadas colabora en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales. Se ha dedicado especialmente a cuestiones de defensa y política internacional.
El control civil de lo militar forma parte del más hondo substrato de la Constitución de EEUU, donde las Fuerzas Armadas están sometidas a la Presidencia y al Congreso, democráticamente elegidos. En ambos niveles existen los órganos institucionales necesarios para mantener la debida subordinación de los ejércitos al Gobierno de la nación.
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