Tras narrar Franco las cosas a su manera, tal y como las reprodujo su primer biógrafo, el inefable Joaquín Arrarás, resulta evidente que tal periodista mentiroso y de ultraderecha contribuyó decisivamente a desfigurar los hechos al gusto y manera de quien se convirtió en el líder máximo de la España eterna. Después, otros “pelotas” le copiaron e incluso fueron más allá. Lo que queda como hipótesis mínima es que Franco utilizó a sus amiguetes para que le apoyaran en su petición. Lo hicieron en un primer momento, pero al avanzar la fase de instrucción empezaron a batirse en retirada aceleradamente. El descabello vino después, cuando un mero brigada y un soldado indígena raso pusieron las cosas en su punto.
Es muy de lamentar que no se haya profundizado hasta ahora en lo que hubo detrás de este diminuto episodio. La participación en el combate de El Biutz sirvió para que Franco consiguiera, por orden de Alfonso XIII, el ascenso más importante de toda su carrera. Sin él, ¿cuánto tiempo hubiera pasado de capitán, ya que era el más joven o uno de los más jóvenes del Ejército español?
De todas maneras, para que no se me acuse de ingratitud, reproduciré la hazaña de El Biutz, tal y como la describió el propio Franco en una instancia al rey Alfonso XIII.
Salvo error, se trata de un documento que creemos no conocido. Dejaremos, pues, correr su inmortal pluma al futuro Caudillo el 19 de noviembre de 1916, no sin santiguarnos repetidas veces porque el Señor haya derramado su gracia sobre quienes conservaron tal documento. Salvo error, lo presentamos aquí como absoluta novedad.
Franco lo escribió a los dieciocho días de reincorporarse a su destino en África. Reproducimos, pues, anhelantes y aunque no precisamente en letras de oro, su exaltada prosa. Merecería haber aparecido refulgente en sus obras completas, pero si fue así, no lo hemos encontrado. En itálicas y negritas resaltamos una de las afirmaciones que no consta en el expediente del juicio contradictorio y que Franco hizo en su propio favor ante S.M el rey utilizando la tercera persona, quizá en señal de humildad y sumisión. Los lectores también observarán el escaso manejo que hizo de los signos de puntuación, incluidas las modestas comas. ¿Un hombre muy leído?
Escribió Franco (y nos ponemos en el primer tiempo de saludo al transcribirlo, algo que no ha sido fácil):
“Habiendo concurrido al mando de la tercera Compañía del Segundo Tabor de estas fuerzas por él organizadas a la operación verificada en las inmediaciones del Biut el veintinueve del pasado mes de junio, recibió orden verbal del Señor Comandante Jefe del Tabor de desplegar a la izquierda de la primera Compañía del mismo y de tomar con toda urgencia la llamada loma de las trincheras; ordenó en virtud de la referida orden el despliegue sucesivo de las secciones y consiguiendo llegar bajo un nutridísimo fuego al pie de la loma antes dicha donde verdaderamente se había empeñado la acción y donde el enemigo defendía por todos los medios sus trincheras recibiendo una pedrada en el hombro izquierdo pero consiguiendo con su Compañía no obstante la seria resistencia y el crecido número de bajas que el atrincherado enemigo nos causaba llegar a lo alto de la loma, recibiendo en tales momentos una herida muy grave interesándole pecho y vientre, siguiendo todavía al mando de la Compañía durante corto tiempo, estableciéndose en dicha loma y habiendo perdido en la toma de la misma cincuenta y seis hombres de los ciento trece que componían su unidad y siendo heridos sus tres tenientes fue evacuado más tarde a la posición de Cudia Federico donde permaneció por su estado de gravedad catorce días, transcurridos los cuales pasó al hospital de Ceuta”.
Obsérvese esta fórmula. La zona límite en la que entró la bala estuvo entre el tórax y el abdomen. Franco pudo no querer dar más precisiones bien para no revelar su ignorancia o para magnificar la herida (lo normal es que se lo hubiesen explicado los médicos que lo atendieron). Su formulación nos parece algo rara, dado que cualquier asesor del monarca podría explicar la imposibilidad de que una bala entrando atravesara las dos zonas a la vez. También cabría pensar que al referirse al pecho lo hiciera al orificio de entrada y vientre al de salida, pero esto está cogido con alfileres pues lo normal es también que hubiera hablado de espalda con respecto a la salida. Puestos a especular, al aludir al vientre Franco pudo haberse referido a una herida que no concuerda con la que figura en el parte médico, algo poco probable dado que este se emitió en una época en la que todavía Franco no era famoso. Pero si el documento que se conserva en el expediente personal no fue copia del parte original, desaparecido o manipulado, la cosa sería menos descabellada.
[El Dr. Miguel Ull Jr, a quien he consultado, me informa: “personalmente no me creo que un herido por bala en el abdomen, sabiendo en aquella época y con aquellos medios que significaba una muerte segura, se pusiera a dirigir y dar órdenes, más bien le veo encomendándose a su Dios”.]
Franco continuó en su instancia a S.M.: “Encontrándose en el empleo en posesión de una Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo, le fue formado juicio de votación para el empleo inmediato y pedido por el jefe del Tabor la apertura de juicio contradictorio para la concesión de la Cruz de San Fernando y habiéndole sido concedida por Real Orden de veinte de septiembre del corriente año, Diario Oficial, número doscientos doce, la Cruz de Primera Clase de la orden de María Cristina, se dirige a V.M. en súplica de que se le mejore la recompensa que le ha sido concedida…"
Que Payne y Palacios afirmen que tal iniciativa era audaz lo atribuyo a su desbordante imaginación, porque el monarca recibía instancias de todo tipo. Otra cosa es que les prestara atención.
Franco no llegó con sus hombres a la loma; no pudo ordenar movimiento alguno; la referencia a la pedrada nos parece una estupidez
Tal instancia, de sintaxis primitiva, al jefe supremo del Ejército y “rey de espadas” (como lo identificó Cardona) a poco más de quince días del regreso a África (lo que le permitiría tomar el pulso a su “cosa” en Madrid), está repleto de formulaciones espurias. Franco no llegó con sus hombres a la loma; no pudo ordenar movimiento alguno; la referencia a la pedrada nos parece una estupidez, aunque la tuviera muy presente y la resaltara, tal vez golpeado en su amor propio; las víctimas que se produjeron no fueron siguiendo órdenes suyas sino resultado del fragor del combate y bajo el impulso de sus oficiales y suboficiales, etc.
Pero para entonces su supuesta bravura, y la menos supuesta de sus compañeros, había sido exaltada sin límites, se habían abierto otros expedientes de San Fernando y Franco no quiso quedarse atrás ni ser menos. Lo que quería era “su” Cruz. Y la quería mucho. Ciertamente no se atrevió a mencionar las “pelas” ante S.M. Esta ausencia la deploramos profundamente. ¿No dijo el general Casas de la Vega que debía servir de ejemplo para los funcionarios? Naturalmente fue una invención y el comandante to be Francisco Franco era muy consciente de que con tales estupideces no podía mancharse una instancia enviada en buena y debida forma a S. M. el rey.
En una parte de su hoja de servicios publicada se afirma que la Cruz de primera clase de María Cristina fue sustituida por el empleo de comandante por voluntad del soberano (R.O. de 28 de febrero de 1917, D. O. nº 49) en virtud, formalmente, de una detalladísima exposición de sus méritos militares. Con efectos desde el día de la acción del Biutz.
En consecuencia, con la ventaja consustancial a todo quien escribe un relato histórico, podemos asegurar que, sin la menor duda, Franco había dado un salto de tigre con su ascenso a comandante. ¿Quién se lo permitió? Alfonso XIII. ¿Cómo se lo pagó en la guerra civil y después? Con el ninguneo más absoluto. No solo al exsoberano sino también a su legítimo descendiente.
Lo que sí cabe afirmar es que, muy probablemente, “alguien” apañó la hoja de servicios tiempo después. Debió hacerse con rapidez. Ya en 1925 se encuentra la versión que se publicó:
“Entabló rudo combate con el enemigo que se hallaba fuertemente atrincherado en dichas lomas desde las que hacía un nutrido fuego, siendo herido gravemente en el pecho cuando con su compañía atacaba a la citada posición y tomaba la altura de la misma, continuando al mando de sus fuerzas a pesar de su grave herida un corto tiempo hasta que por efecto de la hemorragia sufrida fue retirado por unos soldados de su compañía…”
Toda superchería debe contener unos granos de verdad para surtir los efectos deseados. Si es toda una invención, corre el peligro de que alguien, tarde o temprano, descubra el conejillo escondido. Si tiene algún viso de verosimilitud, la cosa se hace más complicada. ¿Quién dijo que Franco no era astuto? En aquella época, de pobrecillo oficial, aguzó el ingenio todo lo que pudo. Después, las estrellas de jefe contarían otra historia. Se había subido al machito y de él no se apearía hasta que el Señor lo llamara a su seno.
(continuará)
*Esta serie está dedicada a la memoria del Dr. Miguel Ull y de mi primo hermano, Cecilio Yusta, fallecidos a causa de la pandemia, que me ayudaron a desentrañar el primer asesinato de Franco, en la persona del general Amado Balmes.
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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo.
Tras narrar Franco las cosas a su manera, tal y como las reprodujo su primer biógrafo, el inefable Joaquín Arrarás, resulta evidente que tal periodista mentiroso y de ultraderecha contribuyó decisivamente a desfigurar los hechos al gusto y manera de quien se convirtió en el líder máximo de la España eterna. Después, otros “pelotas” le copiaron e incluso fueron más allá. Lo que queda como hipótesis mínima es que Franco utilizó a sus amiguetes para que le apoyaran en su petición. Lo hicieron en un primer momento, pero al avanzar la fase de instrucción empezaron a batirse en retirada aceleradamente. El descabello vino después, cuando un mero brigada y un soldado indígena raso pusieron las cosas en su punto.