Madrid acogerá un gran premio de Fórmula 1. Ampliarán el aeropuerto Madrid-Barajas para que sea el mayor de la Unión Europea: 90 millones de personas. Son decisiones de gobiernos antagónicos que ahondan en un camino común y conocido: la España del turista masivo y del cemento a mansalva. Un camino que no conduce más allá de sí mismo. Un camino muy lucrativo para algunos y precario de por vida para tantos. Un camino donde los 17 grados soleados que hay en Soria en este final de enero deberían servir de enorme letrero luminoso: por aquí no es, por favor, retroceda.
“¿Viste lo de la Fórmula 1 en Madrid? Esas cosas están bien, hombre. Ahora, que no me vengan a mí luego con lo del coche eléctrico”. Lo escuché el otro día mientras subía y bajaba una pesa rusa de 16 kilos. Dicen que los niños aprenden por imitación, quizás los adultos desobedecen por lo mismo. La emergencia climática excede las dimensiones de los hombros individuales. Si hasta gobiernos que dicen tomársela en serio no actúan en consecuencia, a quién puede pedírsele que lo haga.
No he sido capaz de leer una sola noticia de la Feria Internacional de Turismo. ¿Qué más experiencias románicas, gastronómicas, inmersivas podemos vender? ¿Queda algún rincón de este país que no haya sido nombrado por alguna publicación anglosajona “el lugar infravalorado que debes visitar este año”? El descubrimiento del viaje me parece uno de los mayores placeres de la vida, pero el turismo de nuestro tiempo tiene más que ver con el consumo que con la exploración. Los restaurantes que no te puedes perder, los puntos exactos para la mejor fotografía: el viaje convertido en deberes. Y una pregunta: ¿Haríamos todo ese esfuerzo si no pudiéramos mostrarlo?
La emergencia climática excede las dimensiones de los hombros individuales. Si hasta gobiernos que dicen tomársela en serio no actúan en consecuencia, a quién puede pedírsele que lo haga
Si el CIS preguntara “¿Qué necesita España?”, ¿quién respondería “más turistas? No creo que lo hicieran en Canarias, ese paraíso para el disfrute ajeno. No creo que lo hicieran los vecinos expulsados de Málaga. No creo que lo hicieran en el norte, donde ya ponen sus barbas a remojar. No creo ni siquiera que lo hicieran muchos en lugares donde realmente urge más presencia humana: ya se ha visto que hay panes que son el hambre de mañana. La gente sigue queriendo poder pagar el café con pincho de diario y compartir el rellano con personas que no se irán cada domingo después de comer.
España necesita imaginación. La España del turismo y el cemento que empieza y termina en Madrid ya hace tiempo que murió y mató de éxito. Cuando un país tiene a profesores sin acceso a la vivienda en Ibiza, es el momento de parar y abrir nuevos caminos. Si el dato del empleo mejora pero incluso gente que trabaja no puede tener lo básico, ¿dónde está el avance? ¿Puede haberlo sin atajar el drama de la vivienda? ¿A quién sirve la “creación de riqueza” del turismo y el cemento si no es para todos?
Madrid acogerá un gran premio de Fórmula 1. Ampliarán el aeropuerto Madrid-Barajas para que sea el mayor de la Unión Europea: 90 millones de personas. Son decisiones de gobiernos antagónicos que ahondan en un camino común y conocido: la España del turista masivo y del cemento a mansalva. Un camino que no conduce más allá de sí mismo. Un camino muy lucrativo para algunos y precario de por vida para tantos. Un camino donde los 17 grados soleados que hay en Soria en este final de enero deberían servir de enorme letrero luminoso: por aquí no es, por favor, retroceda.