Will Smith no agredió a Chris Rock en la ceremonia de los Oscar para defender a su mujer, Jada Pinkett, lo hizo para defender su hombría ante todas las miradas que se detuvieron en él.
El machismo no es una forma de comportarse con las mujeres, sino una manera de ser hombre. Y en ese modo de ser hombre según la masculinidad definida por la cultura androcéntrica, la violencia se presenta como un instrumento adecuado para resolver cualquier situación vivida como conflicto, porque al recurrir a ella no sólo se puede solucionar el problema, sino que, sobre todo, permite que quien lo haga sea reconocido como hombre por llevar a cabo lo que se espera de él como tal hombre.
Por eso, cuando Will Smith, después de las sonrisas iniciales, interpretó el significado de la situación creada por el chiste de Chris Rock sobre su mujer, a pesar de ser consciente de que en ese momento lo enfocaban todas las cámaras y miradas, probablemente pensó que había quedado como un “hombre blandengue” como consecuencia de la iniciativa de otro hombre, algo que no podía permitir según los cánones del machismo. Esa fue la razón que lo llevó a levantarse, dirigirse al escenario y golpearlo.
No fue un acto impulsivo, fue una decisión racional, tal y como hemos visto en las imágenes, y como se deduce de sus palabras tras la agresión y en ese discurso en el que vino a decir que “no me quedó otra opción”. Una idea similar a la del personaje Marcelo Abengoa en la novela Carlota Fainberg de Antonio Muñoz Molina, cuando dijo: “un hombre, por muy buena voluntad que tenga, es difícil, si es hombre, que pueda controlarse siempre”.
Los hombres tienen en la violencia un elemento de identidad que los lleva a usarla en distintos escenarios para conseguir un doble objetivo, el instrumental de lograr lo que buscan, y el moral de verse reconocidos como hombres al comportarse de ese modo
Los hombres tienen en la violencia un elemento de identidad que los lleva a usarla en distintos escenarios para conseguir un doble objetivo, el instrumental de lograr aquello que buscan, y el moral de verse reconocidos como hombres al comportarse de ese modo. No por casualidad el 95% de todos los homicidios del planeta son cometidos por hombres (Naciones Unidas, 2019), y no por casualidad, la propia cultura androcéntrica ha creado una violencia específica contra las mujeres que permite a los hombres controlar, someter y utilizarlas desde la normalidad y sus justificaciones, como sucede con la violencia de género. Una violencia ocultada durante siglos y que ahora, que se conoce con toda su trascendencia y dimensión, es negada para intentar esconder la masculinidad que hay tras ella y todo lo que la hace posible.
Por eso prefieren llamarla “intrafamiliar”, porque ahí será el amor, como ha hecho Will Smith, el que justifique las agresiones para mantener el orden que imponga el hombre en cada familia. De ahí que muchas mujeres maltratadas digan “mi marido me pega, pero por lo menos le importo”, porque vivimos en una cultura machista que ha puesto el amor al servicio de la violencia a través del mito del amor romántico.
La agresión de Will Smith a Chris Rock forma parte de la construcción machista de la masculinidad, tal y como se aprecia en los siguientes elementos:
· No deja que sea su mujer, Jada Pinkett, la que decida qué hacer y responda ante el comentario de otro hombre.
· Si ese mismo comentario lo hubiera hecho una mujer, probablemente Will Smith no se habría inmutado, porque la voz de una mujer no lo compromete a él como hombre.
· Responde con violencia como se espera de un hombre, podría haber reaccionado subiendo al escenario y tomando el micro para cuestionar la conducta del presentador, pero opta por agredirlo directamente sin mediar palabra.
· Lo hace en público como parte de ese componente moral de la conducta machista que busca el reconocimiento propio, reforzando ese machismo exhibicionista que tanto se valora en la actualidad por parte de esos sectores.
Toda esa construcción machista es la que explica la reacción de Will Smith al no pedirle disculpas al agredido, y cuando en su argumento de recriminación durante el discurso no dice nada sobre lo sucedido, ni explica su conducta sobre la situación que hay detrás de la alopecia de su mujer, ni nada sobre cualquier elemento relacionado con los hechos, sólo se limita a decir y repetir “retire el nombre de mi mujer de su boca”. Y lo hace porque la razón de su agresión no es lo dicho, sino lo hecho por Chris Rock: “utilizar a su mujer en un chiste” delante de él.
La masculinidad androcéntrica siempre tiene un lugar para la violencia, da igual que el hombre en cuestión sea afable y simpático, porque no es una cuestión de carácter ni de personalidad, es una forma de responder racionalmente desde una masculinidad que siempre guarda la violencia en un bolsillo de los hombres.
Los hombres tenemos que cuestionar esa manera de ser hombre que nos impone la masculinidad tradicional para alejarnos de ella, pero en lugar de hacerlo muchos se sienten atacados cuando se habla de estos temas, algunos lo hacen por ignorancia, otros por desconsideración, pero muchos lo hacen para no perder ese privilegio que te lleva a anular a tu mujer y a usar la violencia públicamente y, después, ser aplaudido y reconocido por una parte importante de la sociedad, hasta el punto de pedirte selfies, como ocurrió con Will Smith en la fiesta celebrada momentos después de la agresión.
Will Smith no agredió a Chris Rock en la ceremonia de los Oscar para defender a su mujer, Jada Pinkett, lo hizo para defender su hombría ante todas las miradas que se detuvieron en él.