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Biden es un hombre de imperio y todos los que le rodean [son] lugartenientes del imperio. Esto determinará todo lo que está por venir.
Patrick Lawrence
La autorización del presidente Donald Trump para el traspaso de poder, después de las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos, pone fin a una era de tinieblas y abre las puertas al presidente electo Joe Biden, con un giro democrático lleno de luz y esperanza en EE UU y en el mundo entero. Así se analizan estas elecciones “anómalas” en muchos medios de comunicación españoles, hablando de un futuro optimista en la nueva era. Sin embargo, John Davis afirma en su artículo The Nation’s New Crime Boss [El nuevo jefe del crimen de la nación] que no hay nada que celebrar. Para Davis, el día 20 de enero de 2021 “Biden será el presidente de una criminal enterprise [empresa criminal] que es Estados Unidos”. Se “reafirmará el business as usual [aquí no ha pasado nada]” en un estado moderno “expresado como neoliberalismo –una ideología que armoniza cómodamente los delitos del estado criminal–”.
Señala que el nuevo presidente “está profundamente enredado en la infamia viciosa del Imperio, una condición en la que él ha contribuido de forma activa o pasiva durante sus 36 años en el Senado y sus 8 años como vicepresidente”. Con estas palabras, el currículo del presidente electo indica que la política exterior de EE UU no va a cambiar nada. Todo apunta a que Biden va a seguir con la política de confrontación con Rusia y China y la expansión de la OTAN. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, ya ha manifestado que “tendríamos que formar una alianza fuerte” ante el desafío que supone China. ¿Se unirá Biden a este belicista en la confrontación con China? De momento ya ha declarado que no tiene intenciones de suprimir el 25% de los aranceles impuestos a China en las negociaciones comerciales. Davis asegura que “vamos a volver a un tiempo cuando los males del Imperio operan con impunidad, protegido completamente con el carapacho de la democracia”. Biden, “un mediocre”, durante los años en el poder “sirvió fielmente a los ricos y a los poderosos”, que se beneficiaron “con la criminalidad inhumana de su gobierno”.
En la campaña electoral, Biden prometió “a Summit for Democracy [una cumbre para la democracia]” en su primer año en el Gobierno, si era elegido presidente. Robin Niblett escribe en su artículo A New US-UK Democratic Agenda Could be on the Horizon que Biden pronunció un discurso en octubre de 2018 exponiendo en su argumento que “el mundo se encuentra en un punto de inflexión –tenemos que demostrar que nuestro modelo democrático puede librarnos en nuestro país y en el extranjero– y la comunidad transatlántica debe unirse para contrarrestar la alternativa autoritaria”. Niblett, que “representa los intereses oligárquicos”, según comenta el Executive Intelligence Review, advierte que la alternativa autoritaria supone un desafío para la democracia liberal. Para él, una nueva agenda con Estados Unidos y el Reino Unido podría asegurar “la continuidad de la defensa del orden liberal democrático [creado] después de la Segunda Guerra Mundial”. Aconseja que para proteger los valores democráticos se puede empezar con el grupo de las democracias del G7 en 2021. A esta idea se suma el primer ministro británico, Boris Johnson, que quiere expandir el G7 a un grupo de democracias que él llama D10, al añadir al G7 Australia, India y Corea del Sur. Johnson recomienda considerar también las democracias latinoamericanas, las africanas y las del sudeste asiático, “especialmente las de las regiones influenciadas por China”. Se ve que el desafío consiste en integrar a India.
Como sabemos, el liberalismo es la ideología del capitalismo moderno. Se nos presenta como una ideología opuesta al fascismo, pero esto es “un falso antagonismo ideológico”, como observa Gabriel Rockhill en su artículo Liberalism and Fascism: Partners in Crime [Liberalismo y fascismo: compañeros en el crimen]. Esto lo podemos ver muy bien en el fascismo que surgió en Europa en las democracias parlamentarias. Así ocurrió en Italia y en Alemania. Las tácticas consistían en organizar movimientos con mucha propaganda dentro del sistema parlamentario, movilizando poderosas corporaciones financieras y los bancos, que tenían miedo a la clase obrera y a una revolución socialista. Rockhill explica que “el fascismo en ambos casos llegó al poder a través de la democracia parlamentaria burguesa”. Y cita a León Trotsky: “La democracia burguesa y la dictadura fascista son instrumentos de la misma clase: los explotadores”.
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Vladímir Putin, en su discurso sobre el 75º aniversario de la Gran Victoria en la Segunda Guerra Mundial, subraya que “la Liga de las Naciones también fracasó en la prevención de conflictos en varias partes del mundo, como el ataque de Italia a Etiopía, la Guerra Civil española, la agresión japonesa contra China y la anexión de Austria. En el caso de la traición de Munich, además de Hitler y Mussolini se implicaron los líderes británicos y franceses [Chamberlain y Deladier], dando lugar al desmantelamiento de Checoslovaquia con la aprobación de la Liga de las Naciones”. Según Putin, el pacto que acordaron las democracias liberales fue “brutal y cínico”, porque sirvió para que estallara la Segunda Guerra Mundial. Estas democracias liberales creyeron que en caso de guerra ellas estarían a salvo, pero su ceguera no les permitió ver, con sus políticas de apaciguamiento, “el peligro mortal que representaban Alemania y sus aliados para el mundo entero”.
La No Intervención de las democracias liberales en la Guerra Civil española nos da un ejemplo claro de la naturaleza de su ideología. Rockhill asevera que “las democracias liberales occidentales no apoyaron oficialmente al Gobierno [de la República española] de tendencia izquierdista, que salió de unas elecciones democráticas. Sin embargo, permanecieron con los brazos cruzados mientras que las potencias del Eje suministraban una ayuda ingente al General Francisco Franco”. Y no solo no hicieron nada, sino que ayudaron con el capitalismo internacional al fascismo de Hitler. Quizá el ejemplo más notorio sea el de Henry Ford, que “canalizó la financiación del partido nazi”. Y las compañías estadounidenses subsidiarias en Alemania, como Ford y General Motors, así como varias compañías petroleras, utilizaron forced labour [trabajos forzados] en los campos de concentración. La inversión global en Alemania “se convirtió en uno de los mercados internacionales más importantes".
El acuerdo firmado en Munich para entregar el territorio de los Sudetes de la República de Checoslovaquia a Hitler fue recibido en las calles con gran optimismo. En España, el periódico de Pamplona El pensamiento navarro lo expresó así el 30 de septiembre de 1938: “La paz se afianza. Los buenos deseos, las súplicas del Papa [Pío XI] y las oraciones de los católicos, han sido acogidas por Dios. ¡Viva la paz!” Pío XI, incluso comentó en su mensaje: “Grandes beneficios hemos conseguido ayer [el 28 de septiembre de 1938, refiriéndose al pacto de Munich] con la intervención de la Santísima Virgen en los destinos de la Humanidad atribulada”. Lo que sucedió después ya lo sabemos todos. Ahora solo falta saber lo que Biden tiene en mente con su “modelo democrático” porque esto determinará todo lo que está por venir.
Biden es un hombre de imperio y todos los que le rodean [son] lugartenientes del imperio. Esto determinará todo lo que está por venir.
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