Mi cuerpo es mío

Nieves Sevilla Nohales

Quiero que cada mujer en España, /en cada país europeo, /sepa que ella, y sólo ella, /puede decidir sobre su cuerpo”.       

Evelyn Regner, Vicepresidenta del Parlamento Europeo (como respuesta a las declaraciones sobre el aborto de Juan García Gallardo, Vicepresidente de Castilla León).

Así es. Y como mi cuerpo es mío si quiero, practico deportes de riesgo que ponen en peligro mi vida o tengo sexo con compañeros de estudio o de trabajo; y también, ¿por qué no?, con hombres que acabo de conocer en una discoteca o en un bar de copas o en el Museo del Prado. Como mi cuerpo es mío si quiero, me quedo embarazada adrede porque deseo tener un hijo sin hacer partícipe al padre de la criatura o, por el contrario, aborto por razones que a nadie le importan. Como mi cuerpo es mío si quiero, consumo drogas duras, me someto a dietas extremas o me hago una operación de cambio de sexo siendo menor de edad y sin el consentimiento de mis padres. Lo hago porque mi cuerpo es mío y nadie puede decidir por él, salvo yo misma.

Y como mi cuerpo es mío, y sólo mío, si quiero, intercambio sexo por dinero. Y no se puede prohibir la prostitución sin atentar contra este derecho que es intrínseco a mi persona.

¿Es la prostitución un delito?

Si lo fuera, habría que abolir todo tipo de prostitución incluida la que está relacionada con el poder y con el lujo, la de mujeres preparadas y bien vestidas, que saben comportarse en sociedad, que acompañan a grandes magnates a cruceros, convenciones, fiestas, viajes... la que se ofrece a los clientes en los mejores hoteles del país. Sin embargo, entiendo que este tipo de prostitución no se cuestiona. A alguna abolicionista le he oído decir: “Esas que hagan lo que quieran. Allá ellas. Si les complace ganarse así la vida, adelante.”

Existe otra prostitución de mujeres emancipadas, libres e independientes, que trabajan por cuenta propia, que se sienten discriminadas, que se asocian y fundan sindicatos, que exigen que se les llame trabajadoras sexuales y que reclaman para sí los derechos básicos del resto de los ciudadanos. Es el caso de OTRAS (Organización de Trabajadorxs Sexuales) que nace en Barcelona en 2018, que reivindica garantías sociales, judiciales y políticas. OTRAS se considera abolicionista de toda forma de explotación; lo que ofrece es un intercambio consentido de servicios sexuales entre personas adultas de cualquier género. El 2 de junio de 2021, el Tribunal Supremo avaló el derecho de las prostitutas a crear un sindicato, con la condición de que trabajasen por cuenta propia. Este apoyo institucional les permite tomar las riendas de su vida. Además, esta normativa condena de forma indirecta el proxenetismo. El proxeneta sí debe ser perseguido y castigado duramente, sin piedad, porque es el que se lucra de la explotación sexual de las mujeres.

Lo más probable es que, salvo los proxenetas, nadie esté de acuerdo con la prostitución; sin embargo, ahí está. No es un tema ligero que se resuelve con la abolición. Prohibir casi nunca ha sido un principio de sabiduría. En ocasiones, indica debilidad o falta de argumentos.  

No se debe vetar la prostitución por decreto, sino que es preciso reflexionar, hacer un estudio realista y detallado del problema y elaborar un proyecto, un plan de acción, teniendo en cuenta todos los factores posibles. ¿Qué sabemos nosotros de las razones que han impulsado a unas mujeres a prostituirse? ¿Y quiénes somos para juzgarlas? En muchos casos, no habrán encontrado otro camino para sobrevivir, bien sea por desesperación, por falta de alternativas, por no sentirse preparadas para desempeñar otros trabajos o porque han crecido en un ambiente de miseria, de carencias, sin más escuela que la calle, expuestas a todos los peligros y con el desamparo de quien se cría y vive en medio de la adversidad más absoluta; sin ver, ante sí, ni una senda estrecha por donde empezar a transitar.

Porque, ¡atención!, la prostitución es la consecuencia, la respuesta a un problema mucho más profundo y difícil de resolver, que es la pobreza.

El proyecto de los abolicionistas es prohibir y después proporcionar alternativas a las mujeres afectadas. Este planteamiento quizá esté colmado de buenas intenciones; sin embargo, no es correcto. Para que lo fuera, habría que invertir los términos. En primer lugar, sería necesario crear infraestructuras que les permitieran formarse y luego ofertar trabajos adecuados a estas mujeres, a su nuevo perfil. También sería imprescindible que recibieran ayudas y subsidios durante algún tiempo; bastante tiempo, supongo, hasta que estuvieran capacitadas para estrenar una nueva forma de vida que les facilitara integrarse socialmente.

La prostitución es la consecuencia, la respuesta a un problema mucho más profundo y difícil de resolver, que es la pobreza

Cuando se hayan subsanado los problemas de supervivencia, cuando se haya erradicado la pobreza, no será necesario abolir la prostitución, sino que desaparecerá por sí sola. Quedaría la de las mujeres libres y emancipadas que trabajan por cuenta propia.

La más denigrante y grave de las prostituciones es la que proviene de la trata, la que se refiere al comercio y explotación de mujeres para convertirlas en esclavas del sexo. La trata implica secuestro, esclavitud, aislamiento, drogadicción, desolación e impotencia. Es una tragedia infinita.

Según Carmen Calvo, presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados: “Si no hay prostitución, no hay trata”. No estoy de acuerdo. Es más, se impondría la trata como única opción y sería más vejatoria y más sórdida de lo que es ahora. Me atrevería a afirmar que prohibir la prostitución equivaldría a potenciar la esclavitud clandestina de mujeres para el sexo. La trata es lo que hay que erradicar sin miramientos, con rapidez, se debe perseguir ferozmente, sin dilación, ¡ya!, de inmediato.

¿Se inspeccionan las decenas de clubes que hay por las carreteras españolas? Seguramente no. Sería necesario hacer registros de esos espacios y una investigación exhaustiva para saber si las mujeres han optado libremente a ese trabajo, identificarlas, verificar si tienen los documentos en regla, cuáles son sus condiciones laborales, cuál es su origen, por qué y cómo han llegado a España las que son extranjeras y habría que hacer un seguimiento estrecho de cada caso. Porque, aunque estos clubes están a la vista de todos, se percibe desde fuera algo oscuro, algo que no está bien, algo oculto que no sale a la luz.

De vez en cuando, aparece una noticia sobre el desmantelamiento de algún piso en el que chicas secuestradas estaban obligadas a prostituirse. Estoy segura de que la Guardia Civil y la Policía Nacional, que son cuerpos que están muy preparados y son muy eficaces, si se pusieran a ello, lograrían acabar con las tramas ilegales en, al menos, un 90 % de los casos. Pero, eso sí, ha de ser un objetivo nacional, un proyecto de envergadura y prioritario. Esa sería la única forma de combatir la trata, sin piedad, y encarcelando, por muchos años, a los esclavistas, viles traficantes de mujeres.

Por último, quiero añadir que, como mi cuerpo es mío, tampoco me parece correcta la actitud del “papá Estado” que, para protegerme, limita mis libertades, ni la actitud de beatífica redención que se desprende de algunos colectivos feministas.

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 Nieves Sevilla Nohales es maestra y escritora.

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