Paridad por ley y por justicia

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Lidia Guinart

El concepto de paridad hace años que se ha incorporado a nuestro vocabulario. El diccionario de la RAE la define como la “igualdad de las cosas entre sí”. Por analogía, podemos hablar de la igualdad de las personas entre sí. Siendo como somos la mitad de la población hombres y la otra mitad –de hecho un poco más– mujeres, debemos exigir la mitad de la representación a todos los niveles para cada uno de los dos sexos.

La Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres ya establecía el “principio de presencia equilibrada entre mujeres y hombres”. Es decir, que ninguno de los dos sexos tenga una representación inferior al 40%. Varias directivas de la Unión Europea abundan también en el camino de la paridad que ahora avanza en España con una nueva norma aprobada por el Consejo de ministros y ministras.

El Anteproyecto de Ley Orgánica de representación paritaria de mujeres y hombres en órganos de decisión, la llamada ley de la paridad, apunta de manera especial y específica a los centros de decisión y de poder, tanto en el ámbito público como en el privado. Una de las cuestiones que aborda es la de las listas cremallera. Las y los socialistas ya estamos familiarizadas con ellas porque nuestro partido hace tiempo que las instauró, por decisión congresual. A partir de la aprobación de la ley de paridad, todas y cada una de las formaciones políticas que se presenten a cualquier convocatoria electoral deberán instaurar esta tipología de listas integradas por personas de uno y otro sexo ordenadas de manera alternativa. Se trata de evitar que la ley de 2007 se cumpla por la parte baja de la tabla, o de las listas electorales. Porque, fieles al dicho de “hecha la ley, hecha la trampa”, esta última consistía con demasiada frecuencia en amontonar a las mujeres en la parte baja de los tramos de las listas y destacar a los varones en los puestos con más probabilidades de salir elegidos.

Si cogemos como ejemplo el inicio de la presente legislatura en el Congreso de los Diputados, es decir, las y los electos tras los comicios de 2019, la mayoría de los partidos políticos cumplían con la ley de igualdad, excepto dos: el PNV, que se situaba en el 33’3% de mujeres (dos diputadas de un total de seis) y la ultraderecha, Vox, con tan solo un 26’9% de mujeres en sus filas. Estas cifras tan irrisorias no serán posibles en un futuro próximo con la nueva norma.

La nueva norma también contempla que los nombramientos del Consejo de Ministros, los órganos superiores y directivos de la Administración General del Estado, entre ellas las Secretarías de Estado, incorporen la presencia equilibrada de mujeres y de hombres. 

La ley de paridad será un nuevo éxito de la labor legislativa impulsada por los gobiernos socialistas, un nuevo paso al frente del feminismo para conseguir una democracia más justa y de mejor calidad

Algo parecido ocurre en el ámbito privado, en el caso de las empresas. Es fácil comprobar cómo la presencia de una mayoría de mujeres en la base no se traduce en una representación equilibrada de los dos sexos en las direcciones. En la actualidad, la presencia de mujeres en los consejos de administración no llega al 30% y ni siquiera alcanza el 20% en el caso de la alta dirección. Si la lucha contra la brecha salarial se está librando con la obligatoriedad de planes de igualdad y con la mayor transparencia en los salarios, la nueva legislación impulsará la paridad en los órganos de dirección no solo públicos, sino también privados. La futura ley responde así a una directiva comunitaria sobre esta materia y establece el objetivo del 40% en esos órganos.

Va todavía más allá esta legislación impulsada por Pedro Sánchez porque instaura la paridad en los colegios profesionales, altamente masculinizados. Es así incluso en sectores en los que las trabajadoras son fundamentalmente mujeres, como ocurre en el de la salud, en el que solo en 41 de los 251 colegios profesionales la presidencia está ocupada por una mujer. Apenas un 22% de presidentas. De la misma manera, la paridad deberá ser la regla en aquellos tribunales, jurados y órganos colegiados que otorguen premios de la Administración General del Estado.

Los detractores de la acción positiva pondrán el grito en el cielo y esgrimirán la bandera de la meritocracia. Pues ya es casualidad que solo ellos tengan los méritos suficientes para ostentar los cargos de dirección cuando en las universidades hay, en general, más mujeres que hombres. Ya es casualidad que el techo de cristal nos aplaste solo a nosotras y no a los hombres. Ya es casualidad que ellos elijan casi siempre a sus iguales para los relevos y las promociones en las empresas ¿En serio alguien se cree que todos los hombres con responsabilidades son los más listos y los más preparados? Lo que ocurre es que el mérito es algo que a las mujeres se les exige y que tienen que demostrar con creces, mientras que a los hombres casi siempre se les supone, como se hacía con el valor en la mili.  

La ley de paridad será un nuevo éxito de la labor legislativa impulsada por los gobiernos socialistas, un nuevo paso al frente del feminismo para conseguir una democracia más justa y de mejor calidad. 

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Lidia Guinart es diputada en el Congreso de los Diputados del Partido de los Socialistas de Cataluña en la actual legislatura (XIV) y también lo fue en la anterior (XIII).

El concepto de paridad hace años que se ha incorporado a nuestro vocabulario. El diccionario de la RAE la define como la “igualdad de las cosas entre sí”. Por analogía, podemos hablar de la igualdad de las personas entre sí. Siendo como somos la mitad de la población hombres y la otra mitad –de hecho un poco más– mujeres, debemos exigir la mitad de la representación a todos los niveles para cada uno de los dos sexos.

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