Tras la semana de Navidad con medias de 20º de temperatura, el año terminó con otra semana de 'buen tiempo' y poca nieve. El villancico Blanca Navidad es sólo un recuerdo del pasado. Lo que ha ocurrido —y está ocurriendo— no se puede denominar técnicamente ola de calor, pero desde luego es un fenómeno raro. O lo era, porque ya nos vamos acostumbrando a estos fenómenos que cada vez suceden más frecuentemente y, al final, lo raro se vuelve común. Es un problema de elefante en la habitación, no queremos verlo, pero que por no mirarlo no desaparece.
Puede parecer que unos días de calorcito no hacen daño a nadie, e incluso llenan las terrazas y fomentan la actividad económica al haber más gente en la calle, y más cuando llevábamos tres semanas seguidas de diciembre gris y lluvioso. El problema es que esa precipitación ha servido para poco, pues ha caído en un mes lo que no llovía desde verano, y no ha dado tiempo a que penetre en la tierra, acabando en los ríos y después en el mar. Los agricultores suelen decir que tiene que llover lento para que cale.
También se ha publicado que los almendros florecieron en diciembre. Podría ser tan sólo una noticia de sociedad, pero es la confirmación de que los efectos del cambio climático sobre la agricultura ya están aquí. Las plantas no son capaces de predecir el tiempo y estiman cuándo florecer contando los días de calor acumulados, interpretando que ha llegado la primavera. Si lo hacen demasiado pronto se vuelven vulnerables a las heladas típicas del inicio de la primavera, que son especialmente perjudiciales para los frutos, lo que se traduce en menores producciones y aumento de precios.
Poco a poco, hemos aprendido a olvidar las noticias que nos dan los científicos. Ya no son sólo predicciones a largo plazo. Hace unas semanas, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) certificó que el año 2022 fue el más cálido y uno de los más secos de la serie histórica en España. En realidad, el clima sólo está cumpliendo las predicciones que prevén inviernos mucho más secos, con precipitaciones más concentradas.
Pero si usted es como yo, que al principio de cada año realiza propósitos de año nuevo, como apuntarse al gimnasio, le cuento el mío, por si se quiere sumar. Yo quisiera tener un 2023 de acción climática. Un año en el que nos tomemos en serio el cambio climático y hablemos de él, convenzamos a otros sobre su importancia e implementemos medidas para adaptarnos y mitigar sus efectos. Si usted está muy mentalizado podría irse a acampar frente al Congreso o pegarse con cola a algún lugar público fastidiando a otros ciudadanos y teniendo sus quince minutos de fama. Son iniciativas muy loables, pero los grandes cambios raras veces ocurren tras grandes gestos, y son los pequeños trabajos acumulados los que van preparando el terreno y convenciendo a la sociedad. Solemos recordar el gran gesto que propició que la hoguera prendiera, pero olvidamos el trabajo de acarreo de leña que hicimos antes.
Entonces ¿qué podría hacer usted para luchar contra el cambio climático?
Lo primero sería conocer bien los fenómenos y ser consciente de cómo nos va a afectar. El conocimiento es la mejor arma para la lucha contra el cambio climático. En una época en la que impera la información de consumo fácil y rápido, es tentador encontrar simplificaciones que apuntan tanto a catástrofes de película como a la implementación de soluciones milagrosas. Pero los efectos del calentamiento global son problemas lentos, complejos, multifactoriales. Medidas bienintencionadas en políticas sociales pueden producir efectos perversos. Sirva como ejemplo la bonificación a los combustibles fósiles para paliar los efectos de la guerra de Ucrania, que ha terminado fomentando el uso del vehículo particular y aumentando el consumo de combustible y las emisiones derivadas.
Lo siguiente sería convencer a otros del problema. Las medidas a tomar serán difíciles y es importante que los ciudadanos sepan por qué van a tener que hacer estos esfuerzos. Si vienen sólo como imposiciones del Gobierno, difícilmente se implementarán bien. Conviene no olvidar que ya vamos tarde y el tiempo de actuar es ahora, o después nos lamentaremos y tendremos que realizar sacrificios importantes.
Se debe luchar contra la desinformación. No me refiero a que se tenga que discutir con negacionistas del cambio climático, que suelen serlo no por conciencia, sino por ir en contra de la sociedad, y que también ponen en duda cosas como el covid, las vacunas, etc. Si tiene tiempo y ganas, coménteles que sus argumentos son los mismos de los terraplanistas o los conspiracionistas del 5G, y déjeles que se intenten justificar. Pero me refiero a quienes difunden mensajes interesados contra el calentamiento global. Los mensajes de desinformación más peligrosos son los que difunden informaciones basadas parcialmente en ciencia, pero malinterpretadas a propósito. Estas se justifican en supuestas agendas políticas de crecimiento continuado, para el que las medidas climáticas suponen un freno.
Suelen usar argumentos que se basan en comparaciones espurias, como la de que, si los países emergentes no luchan contra el cambio global, por qué Europa tiene que hacerlo. O piensan optimistamente que existirá una tecnología aún desconocida que nos librará en el último momento de todos los problemas sin esfuerzo. Es importante poner coto a esas medias verdades y hacer entender a los ciudadanos que no todo tiene una solución simple, y que para luchar contra el cambio climático es necesario hacer esfuerzos y cambiar nuestra forma de vida.
Se debe luchar contra la desinformación. No me refiero a que se tenga que discutir con negacionistas del cambio climático, que suelen serlo no por conciencia, sino por ir en contra de la sociedad, y que también ponen en duda el covid o las vacunas
También viene bien recordar que usted tiene un gran poder como consumidor. Las empresas no siempre son sensibles a las demandas de la sociedad, pero sí son altamente sensibles a su cuenta de resultados. Si incluye información de cómo afectan las actividades de la empresa al clima y los ecosistemas en la decisión de compra, puede provocar grandes cambios en las empresas. No tiene más que ver el caso de una conocida marca de crema de cacao con el uso de aceite de palma que, si bien en un principio decía que era indispensable para la receta, cuando las campañas de consumidores para protección de la selva se pusieron serias sacaron rápido una nueva receta, con grandes letras en la etiqueta que decía sin aceite de palma.
Puede aprovechar para pedir al partido político de su elección que haga algo. Estamos a cinco meses de las elecciones municipales y autonómicas. Es ese periodo raro en el que los partidos políticos se vuelven permeables a toda la sociedad, y multiplican sus reuniones con todo tipo de asociaciones y ciudadanos. Puede que después lo cumplan o no, pero si consiguen arrancar unas líneas en su programa político, luego será más sencillo presionar para que lo conviertan en un programa de gobierno. Es más, si estas líneas son lo suficientemente técnicas no le pondrán problema, recuerde que estamos añadiendo madera a la hoguera, no encendiéndola.
También puede actuar en el colegio de sus hijos asegurándose de que se le dedica suficiente tiempo al calentamiento global y se trata el tema en profundidad. Debe tener en cuenta que, aunque todos vamos a sufrir sus efectos, los escolares de ahora, al contrario que nosotros, no van a disfrutar de la parte ascendente de la economía basada en carbono, sino que se convertirán en ciudadanos responsables en el punto más alto del crecimiento, cuando este empiece a descender y haya que hacer los mayores ajustes, y sufrirán todos los efectos, tanto económicos como sociales.
Y, por último, no se olvide de pensar también cómo va a afectar el cambio climático a su trabajo. Si su puesto de trabajo se desarrolla en el exterior, su empresa deberá llevar a cabo una evaluación de riesgos laborales en los que evalúe si a su puesto le afectarán los efectos del calentamiento global. Pero no sólo será un problema de los puestos de trabajo en el exterior, sino que puede afectar a la viabilidad y los resultados de su empresa, y adaptaciones tempranas pueden evitar medidas extremas cuando el problema esté ahí.
Así que, en mi caso, espero que este propósito sea como el de apuntarme al gimnasio, y le animo a que se una, y dentro de unos meses sigamos luchando por un 2023 de acción climática.
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Isaac Pozo es gestor de Proyectos de la Fundación Alternativas.
Tras la semana de Navidad con medias de 20º de temperatura, el año terminó con otra semana de 'buen tiempo' y poca nieve. El villancico Blanca Navidad es sólo un recuerdo del pasado. Lo que ha ocurrido —y está ocurriendo— no se puede denominar técnicamente ola de calor, pero desde luego es un fenómeno raro. O lo era, porque ya nos vamos acostumbrando a estos fenómenos que cada vez suceden más frecuentemente y, al final, lo raro se vuelve común. Es un problema de elefante en la habitación, no queremos verlo, pero que por no mirarlo no desaparece.