"Lloraba, le tendí la mano y me abrazó. Se pegó a mí como una lapa. Ese abrazo fue su salvavidas". Son las palabras de Luna Reyes, la trabajadora de Cruz Roja que, sin pretenderlo, se ha convertido en protagonista de la crisis humanitaria que ha vivido Ceuta esta semana. Lo ha sido por una imagen ya icónica: su abrazo a uno de los hombres que, exhausto, había conseguido cruzar la frontera entre Marruecos y Ceuta. En una entrevista concedida a RTVE, la joven, de tan sólo 20 años, relata que no entendía nada de lo que el hombre le decía porque ella no era capaz de traducir el francés en el que él hablaba, pero está "convencida" de que intentaba enumerarle "los amigos que ha perdido en el camino". "Lloraba, se le caía la baba todo el rato, antes de abrazarme se estaba apedreando la cabeza. Se quería matar", relató.
Ceuta fue la imagen del día del lunes. Y del martes. Y del miércoles. Miles de personas —alrededor de 8.000, según el Gobierno— cruzaron la frontera entre Marruecos y la ciudad autónoma de manera irregular, bordeando el espigón y llegando a la playa ceutí. Sin embargo, entre las constantes imágenes de caos, la de Luna sobresalió. Casi no hace falta describirla porque probablemente no haya nadie que no lo haya visto. Y es que la fotografía corrió como la pólvora por televisiones, periódicos y redes sociales.
Este miércoles fue cuando se reveló la identidad de la joven. Tiene tan sólo 20 años, lo único que sabe del hombre al que intentó tranquilizar es que es de Senegal y no pudo evitar que fuera devuelto a Marruecos. Por eso se siente culpable y, asegura, tiene "grabada su mirada perdida".
No sabe dónde está ni si se volverán a ver. Su madre es de Ceuta, pero toda su familia vive en la localidad madrileña de Móstoles. Ella está en la ciudad autónoma desde el mes de marzo, cuando se trasladó allí para realizar prácticas con la Cruz Roja mientras termina su grado superior en integración social. Allí vive con tres compañeras de piso que también asisten impactadas a la situación de Ceuta. "No estábamos preparadas para ver algo así", reconoció Luna.
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Pero ella, como otros muchos trabajadores humanitarios —y miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado— tuvo que ser testigo de una crisis humanitaria sin precedentes. En solo una jornada, el Ministerio del Interior contabilizó al menos 8.000 entradas irregulares en la ciudad autónoma. La cifra es tan alta que cuadruplica la registrada en el conjunto de las dos ciudades autónomas durante todo el año pasado. Tan elevada es que, incluso, equivale por sí sola a más de la mitad de las entradas que se produjeron en Ceuta y Melilla durante todo 2015, el año en el que se registró, según los datos oficiales, una mayor afluencia de migrantes en los dos puntos calientes de la frontera sur: casi doce millares.
De todas estas personas, también según el ministro Fernando Grande-Marlaska, han sido devueltas a Marruecos 5.600. Entre ellas estaría el senegalés al que Luna abrazó. No le dio tiempo a saber si necesitaba ayuda protección internacional. Fue expulsado antes.
Luna se ha convertido en protagonista también de las redes sociales. Por un lado, gracias a quienes han aplauido su gesto; por otro, por quienes, mediante discursos racistas y xenófobos, lo criticaron. "En las redes han visto que mi novio es negro, no paran de insultarme y me dicen cosas horribles con comentarios racistas", contó Luna a RTVE. El apoyo que ha cosechado el hashtag #GraciasLuna no ha sido suficiente y la joven, protagonista involuntaria, ha decidido proteger sus redes. Tiene intención de denunciar, pero cuando la situación esté más calmada. Y, sobre todo, cuando ella misma consiga estarlo. "Merecía más de un abrazo", sentenció.
"Lloraba, le tendí la mano y me abrazó. Se pegó a mí como una lapa. Ese abrazo fue su salvavidas". Son las palabras de Luna Reyes, la trabajadora de Cruz Roja que, sin pretenderlo, se ha convertido en protagonista de la crisis humanitaria que ha vivido Ceuta esta semana. Lo ha sido por una imagen ya icónica: su abrazo a uno de los hombres que, exhausto, había conseguido cruzar la frontera entre Marruecos y Ceuta. En una entrevista concedida a RTVE, la joven, de tan sólo 20 años, relata que no entendía nada de lo que el hombre le decía porque ella no era capaz de traducir el francés en el que él hablaba, pero está "convencida" de que intentaba enumerarle "los amigos que ha perdido en el camino". "Lloraba, se le caía la baba todo el rato, antes de abrazarme se estaba apedreando la cabeza. Se quería matar", relató.