Todavía restan más de dos meses, pero todos los países miran ya hacia una fecha marcada en el calendario: las navidades. Probablemente las más esperadas de la historia, pero esta vez por la práctica imposibilidad de su planificación. Las previsiones dejan fuera las reuniones multitudinarias, las cenas de empresa y los reencuentros familiares. Este año, la festividad viene acompañada de alerta, incertidumbre y restricciones.
Las navidades están en boca de todos, pero muy pocos se atreven a hacer conjeturas. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, reconocía en esta entrevista con infoLibre que la ciudadanía tendrá que adaptarse a un "virus que estará entre nosotros", también durante las navidades. Y añadía un espacio para la tregua: "Hay muchas cosas que podemos seguir haciendo de forma distinta, con precaución. Y esa para mí es la clave". El vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, también se detenía en las navidades este pasado domingo, en entrevista con El País: "Tenemos que llegar a navidad con una incidencia acumulada de 25 casos positivos por cada cien mil. Ese es el reto, ambicioso, pero si somos capaces de llegar a esos niveles, habremos salvado la campaña de navidad y la salud".
Las navidades son decisivas por los riesgos que entrañan. Algo parecido ocurrió en enero en el continente asiático: "La neumonía de Wuhan revienta el año nuevo chino" o "China vive su año nuevo más triste a causa del coronavirus", eran algunos de los titulares que llevaban los medios españoles cuando la epidemia todavía no era una amenaza mundial. Entonces, varias ciudades asiáticas se apresuraban a cancelar espectáculos, fuegos artificiales, eventos masivos y aconsejaban evitar las reuniones familiares numerosas. "Las actividades de celebración del año nuevo lunar a gran escala se han cancelado, incluidas las ferias del templo, los deportes y las exposiciones, en un esfuerzo por minimizar las grandes aglomeraciones de personas", decía el mismo 25 de enero la agencia de noticias Xinhua. El país se inclinó enseguida por los cierres temporales de los espacios turísticos e impuso restricciones al transporte en diferentes áreas, al estar en temporada alta de viajes con motivo de la festividad. Hoy, el conocimiento global sobre el virus es mucho mayor y las medidas necesariamente más estrictas. Pero tendrán que ser tomadas con premura, urgencia y disciplina. Así lo entienden los expertos y así empiezan a asumirlo los gobiernos de occidente.
En los países europeos, los líderes miran también a las navidades con especial preocupación. La mayoría apuesta por tomar medidas urgentes para salvar la festividad, sin dejar de lado la obligación de adaptar la tradición al nuevo contexto. Irlanda, con limitaciones a la movilidad en sus condados y prohibición de reuniones entre personas no convivientes en algunas zonas, plantea ya una cuenta atrás al recordar a la ciudadanía que cuenta con "seis semanas para salvar las navidades". Italia ha decidido prolongar su estado de emergencia –imposición de mascarilla, cierre anticipado de restaurantes y limitación de personas en reuniones privadas– hasta finales de enero, precisamente para evitar hacerlo a las puertas de las navidades. En Reino Unido, Boris Johnson alerta de que las restricciones se podrían mantener más allá de las navidades "a menos que hagamos progresos palpables". Reino Unido acaba de endurecer sus medidas contra el virus, mediante un sistema de tres niveles que busca evitar el confinamiento total. El nivel más duro decreta el cierre de bares y prohíbe las reuniones entre personas que no convivan entre sí.
El primer ministro portugués, António Costa, tampoco descarta nuevas restricciones para dentro de dos meses, aunque rechaza la posibilidad de confeccionar un decreto específico para organizar las navidades: "Lo último que podemos imaginar es tener que adoptar, en Navidad, medidas tan drásticas como adoptamos en Semana Santa, al prohibir a las personas moverse de un municipio a otro". El presidente del país, Marcelo Rebelo de Sousa, ha llamado a repensar la navidad y las reuniones familiares. La semana pasada el país vecino decretó de nuevo el estado de calamidad, con medidas como el uso obligatorio de mascarillas y la limitación de reuniones a cinco personas.
Para la canciller alemana, Angela Merkel, las acciones de la ciudadanía durante estos días serán decisivas: "Cómo será el invierno, cómo será nuestra navidad, todo se decidirá en estos días y semanas, y se decidirá por nuestro comportamiento". El país lucha contra el coronavirus con nuevas medidas acordadas con los gobiernos locales que incluyen la limitación de los horarios en la hostelería, la reducción del número de personas en reuniones sociales y la ampliación del uso obligatorio de mascarilla.
Pedagogía y medidas previas
El epidemiólogo Pedro Gullón advierte de que los riesgos de cara a las navidades no son pocos, empezando por la movilidad. Y recuerda que precisamente "uno de los grandes propagadores del covid-19 en China fue su año nuevo lunar, una festividad culturalmente muy parecida a la navidad". En España, la tradición dicta que "las familias se juntan y hay una gran movilidad". "Todo lo contrario a lo que se recomienda", apunta el epidemiólogo. En las fechas señaladas, además, entran en juego los factores emocionales: en un año "tan duro, con tantas pérdidas, es normal que haya exaltaciones".
La receta a seguir es doble: actuar con la suficiente premura, a través de medidas restrictivas, e insistir en la pedagogía. "Mientras más actuemos ahora, más probable es que lleguemos a las navidades con una incidencia acumulada pequeña", sostiene Gullón. De lo contrario habrá que tomar medidas más estrictas vinculadas a la movilidad y las reuniones familiares.
Coincide Joan Ramón Villalbí, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas). Durante los meses previos será fundamental extremar las medidas. Y ahora mismo "no vamos por el buen camino". Por ese motivo "hay que apostar por trabajar juntos, seguir haciendo pruebas, aislamientos, cuarentenas, limitar los contactos y priorizar el teletrabajo".
En cuanto a la movilidad, añade el experto, "en las zonas donde hay muchos casos se están asumiendo restricciones de desplazamiento para no exportar el virus" y continuar por ese camino será clave. "Si conseguimos ir bajando los casos no hará falta mantener esas restricciones", pero la amenaza planea sobre las navidades si por el contrario no se logran los objetivos marcados.
Con la llegada de las fiestas, el reto consistirá en barajar alternativas "amables para las familias" e insistir en un "control de distancias, aforos, flujos de gente". Sin embargo, algunas medidas como la limitación de las reuniones en la esfera privada no son fácilmente controlables. "Es extremadamente difícil, por no decir imposible", señala Pedro Gullón. Además se encara el riesgo de "trasladar actividades de ocio a las casas", lo que hace más complicado el control. Ahí entra en juego la pedagogía: asumir que existe un riesgo y que las navidades "no van a ser normales". Es importante, insiste el epidemiólogo, recordar que "casi por definición todos nos juntamos con familiares más vulnerables y no tenemos que olvidarnos de ellos".
"Las ascuas seguirán ardiendo"
Para el médico y exdirector de Sistemas de Salud de la OMS Rafael Bengoa, la finalidad es "salvar a los ciudadanos del virus, no las navidades". Se detiene, en conversación con este diario, en el significado de los discursos volcados en la navidad: "Este concepto de salvar las navidades, las vacaciones, la semana santa, es un concepto de sesgo hacia la normalidad que juega en contra de nosotros" y que expresa "esa absoluta necesidad de estar teniendo una vida normal, cuando nada es normal". A su juicio, resulta comprensible que los políticos traten de dar buenas noticias, pero "lo que hace falta es controlar el virus".
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El experto recuerda el mensaje que desde hace meses vienen repitiendo los profesionales: estamos en un momento que gráficamente se expresa con unos dientes de sierra. "Una curva que sube, baja, se aplana, según están funcionando las restricciones". En general, el médico apuesta por "fortalecer todas las comunidades con una incidencia por encima de los 200 casos por cada cien mil habitantes". Es, a su entender, la única garantía de contención.
Otra de las lecciones a tener en cuenta de cara a las navidades es que "el virus es permanente, no desaparece cuando lo tenemos controlado". Por tanto, opina, "la gente debe comprender que lo que toca este año es controlar estos dientes de sierra", lo que conlleva "muchas restricciones y sacrificio". Bengoa lo concreta mediante un pronóstico: en navidades "no se van a poder reunir más de seis personas por familia, no va a poder haber fiestas en hoteles, estamos a dos meses y la mitad del país está en zona súper roja". Hay que hacer, coincide con los epidemiólogos, pedagogía: estaremos "durante seis meses más en dientes de sierra y en navidades, con estas cifras, las ascuas van a seguir ardiendo".
No significa, puntualiza el experto, que no haya lugar para las buenas noticias. Y cita algunas: la comercialización de test de saliva a finales de año o la posibilidad de poner en marcha una vacuna para primavera. Celebrar esos logros sí puede ser un buen regalo para cerrar el año.