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Muchos armarios por abrir

Ibon Uría

"En los 70 pedíamos ser legales, en los 80 salimos a las calles, en los 90 exigíamos la igualdad y aún en el siglo XXI tenemos que reivindicar nuestra dignidad", afirma Rubén López, vocal de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). "Está conseguida la igualdad formal o legal, pero no lo demás", coincide Mar González, doctora en Psicololgía y profesora de la Universidad de Sevilla.

En efecto, no ha pasado tanto tiempo desde que los homosexuales fueron perseguidos por el franquismo, primero mediante la modificación de la ley de vagos y maleantes y, posteriormente, a través la ley de peligrosidad social. "Fueron casi cuatro décadas de persecución legal y discriminación social, un panorama terrible que obligó a muchas personas a refugirase en una doble vida", explica Fernando Olmeda, autor de El látigo y la pluma, que narra la represión de la dictadura hacia el colectivo LGTB.

Posteriormente, prosigue Olmeda, la transición marginó el debate sobre la igualdad, porque "había otras prioridades", "y no fue hasta el 2000 cuando las asociaciones empezaron a pelear por la igualdad, cuando se abordó la lucha con todas las consecuencias", concluye.

Desde entonces, aunque muchas cosas han mejorado, no está todo hecho. Carla Antonelli, diputada en la Asamblea de Madrid por el PSOE, cree que queda mucho por hacer para alcanzar un clima de verdadera igualdad y respeto, y resume así la situación actual del colectivo de personas no heterosexuales: "¡Ni de broma está todo hecho! Se aplica el negacionismo, se mete la cabeza en la tierra, pero el elefante sigue pasando por encima. Quedan muchos estereotipos y prejuicios por erradicar".

"La batalla sólo está ganada desde el punto de vista legal: tenemos mucho que caminar todavía en la aceptación de la igualdad y la diversidad afectivo-sexual", sentencia Olmeda.

Iguales... ante la ley

España fue, en el año 2005, durante el primer Gobierno de Zapatero, el primer país del mundo que validó los matrimonios entre personas del mismo sexo y les reconoció los mismos derechos que a los formados por parejas heterosexuales. "Fue un Ejecutivo que marcó un hito en los derechos civiles", subraya Antonelli, que también destaca la ley 3/2007, sobre la identidad de género: "Permitió a las personas transexuales modificar su nombre y su sexo en el DNI y en la partida de nacimiento sin necesidad de someterse a una cirugía genital", explica.

Sin embargo, ese reconocimiento formal no tiene reflejo en su totalidad en la sociedad y hay un buen número de síntomas de que la batalla por la igualdad de las personas LGTB aún tienen un largo recorrido por delante. Por ejemplo, la Iglesia católica "está en guerra continua contra la igualdad", señala López. "La Iglesia se olvida de la frase 'vive y deja vivir', y muestra continuamente su intolerancia", añade Olmeda.

Declaraciones como las del obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plà, que relacionó homosexualidad y prostitución de menores, son sólo un ejemplo. "Benedicto XVI dijo que las personas transexuales y homosexuales éramos como la deforestación de la masa verde del planeta, y que el matrimonio igualitario atenta como la paz mundial", recuerda Antonelli. "La Conferencia Episcopal lanza mensajes que incitan al odio. Es una utilización banal del nombre de dios para justificar sus propias miserias", opina.

Y no es sólo la Iglesia. Un estudio reciente de la Universidad de Sevilla demuestra el perjuicio que supuso para las familias homoparentales el recurso del PP ante el Tribunal Constitucional en contra del matrimonio igualitario. "La ley que aprobó el matrimonio homosexual marcó un antes y un después", asegura Mar González, coordinadora del trabajo: "Se avanzaba en seguridad, estabilidad, legitimidad... esas familias pudieron sentirse ciudadanos de primera".

Poco después, y durante ocho años, el recurso del PP instauró un clima de miedo: "El bienestar psicológico de estas familias empeoró con el recurso. Sentían que tenían que pedir permiso para vivir, que se les quería negar la posibilidad de ser como los demás", añade la psicóloga e investigadora. "La incertidumbre y el clima de inseguridad se ha mantenido hasta octubre del año pasado", resume Olmeda.

La mala educación

A pesar del fallo del Constitucional, Olmeda cree en la existencia de un "caldo de cultivo homofóbico" que hace que las reivindicaciones de igualdad y respeto choquen con un buen número de resistencias. Ante esta situación, González asegura que la educación es uno de los instrumentos clave para lograr una mejoría. "Es necesario hablar de diversidad familiar y sexual en las aulas, la escuela debe ser espejo de todas las familias y ventana para asomarse a la diversidad del entorno social", defiende.

Por eso López y Antonelli censuran la desaparición de Educación para la Ciudadanía. "Es una barbaridad que la hayan quitado, porque lo que no se visibiliza, no existe", explica el vocal de la FELGTB. "Educación para la Ciudadanía era fundamental, porque hablaba de vivir en el respeto a los demás", dice Antonelli. "Que algunas personas la considerasen un ataque te hace pensar en cómo es posible que haya personas que no quieran una educación en el respeto. A lo mejor les interesa que se persiga a algunas personas o una sociedad de castas", asegura.

"Tal y como contaba Pedro Almodóvar en La mala educación, hemos trasladado a nuestros hijos la homofobia y el machismo que recibimos. La gestión de la educacion en España tiene que cambiar, porque no puede olvidarse la necesidad de enseñar la importancia de la diversisdad", insiste Olmeda.

El ámbito de los centros escolares y de la juventud es, precisamente, uno de los puntos sobre los que ha centrado la atención el Orgullo este año, ya que se celebrará bajo el lema "Jóvenes sin armarios". Según varios estudios difundidos por la FELGTB, más del 40% de los jóvenes homosexuales acosados en su colegio o instituto ha pensado en el suicidio, el 17% ha llegado a planear y preparar su propia muerte, y más cuatro de cada cinco alumnos hostigados evita contarlo por miedo al rechazo o a posibles represalias.

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Y ante esta situación, ¿qué papel debe jugar la celebración del Orgullo Gay? ¿Se ha convertido en una simple fiesta o sigue teniendo sentido como acto reivindicativo? "Nos gustaría un acto que reivindicase derechos y que no fuera un negocio", explica David Montilla, integrante de la Asamblea Transmaricabollo de Sol. Montilla califica la celebración 'oficial' del Orgullo de "frívola", y denuncia la "privatización de las fiestas de Chueca" y la "connivencia del PP municipal con el empresariado rosa" al que, acusa, "le importan un pimiento los derechos de las personas LGTB".

Es una opinión que no comparte por completo Carla Antonelli, que señala: "Estamos orgullosos de hacer comenzado a reclamar libertad e igualdad, y a mi no me molesta la fiesta". Lo que sí critica la diputada socialista es la "deformación mediática" que practican algunos medios que, asegura, sobredimensionan las molestias normales de todo evento multitudinario. "Parece que la basura de los gais molesta más que el resto de la basura, y lo mismo pasa con el ruido. ¿Acaso no hay ruido en las fiestas de la Paloma? ¿O en las fallas? ¿O en los carnavales de Tenerife?", se pregunta.

"Tenemos que agarrarnos con uñas y dientes a todo aquello que hemos conseguido, porque nadie nos ha regalado nada y porque todo es susceptible de ser arrebatado y de involucionar. Que nadie se engañe: muchos quieren llevarnos de nuevo a aquella España oscurantista que añora las camisas azules", sentencia Antonelli.

"En los 70 pedíamos ser legales, en los 80 salimos a las calles, en los 90 exigíamos la igualdad y aún en el siglo XXI tenemos que reivindicar nuestra dignidad", afirma Rubén López, vocal de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). "Está conseguida la igualdad formal o legal, pero no lo demás", coincide Mar González, doctora en Psicololgía y profesora de la Universidad de Sevilla.

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