El ingeniero forestal Marc Castellnou, presidente la Fundación de Ecología del Fuego y Gestión de Incendios Pau Costa Alcubierre (FPC), ha recorrido medio mundo para conocer el qué, el cómo y el porqué de las llamas. El diagnóstico que trae no es fácil de digerir a la primera: con el cambio climático y el abandono del medio rural vamos a ver incendios más intensos y más rápidos, más destructivos y difíciles de extinguir; el problema no se resuelve con más medios para apagarlos, ni siquiera para prevenirlos, sino replanteando nuestra relación con el monte y garantizando su equilibrio y diversidad.
Ecologistas y expertos reconocen a Castellnou como especialista de referencia en la materia a nivel español e internacional. Jefe de los Grups de Recolzament d'Actuacions Forestals (GRAF) de los bomberos de la Generalitat de Cataluña, fue integrante del equipo enviado por la Unión Europea para asesorar al Gobierno de Chile durante la brutal crisis de incendios que ha castigado al país sudamericano este mismo año. La fundación que preside nació en 2011 como una plataforma de información sobre gestión de incendios forestales, a la vez que como un instrumento de difusión e investigación en la "ecología del fuego".
Castellnou, que atiende telefónicamente a infoLibre, considera que el incendio de Doñana puede considerarse dentro de los de "sexta generación", que suman la simultaneidad de grandes focos en una zona concreta a las temperaturas extremas y a una vegetación cargada de combustible seco. Un desafío para el que –afirma– no estamos preparados.
PREGUNTA: La expresión que se viene utilizando para fuegos como los de Chile, Portugal o Doñana son "incendios de nueva generación" o de "sexta generación". ¿Qué son?
RESPUESTA: Los incendios son más graves porque acumulamos meses y años con temperaturas por encima de lo normal. La proporción de vivo sobre muerto se ha modificado. También la manera en que la vegetación responde al estrés. Las plantas tienen mayor gasto. El gasto en una planta es la pérdida de agua. Hay menos copa viva y se acumula combustible muerto, que arde con mayor facilidad y rapidez. Se ha producido todo un conjunto de cambios en el paisaje. Ahí es donde se producen estos incendios.
P: ¿Producto de la sequía?
R: No es sólo la sequía. Son temperaturas por encima de lo normal desde febrero. Aquí estamos viendo las primeras consecuencias del cambio climático, del calentamiento global, que está llevando a una modificación más que significativa del tipo de incendio. Son incendios cada vez más rápidos e intensos. Todavía estamos al principio, muy al principio del proceso, pero lo vamos a seguir viendo. Aún estamos calibrando el fenómeno. Pero ya hay una nueva generación de incendios.
P: ¿Por ejemplo?
R: Fort McMurray [en 2016, en Canadá, con más de 100.000 hectáreas], Chile, Portugal... Antes pasaba por sequías extremas, ahora es el calentamiento global.
P: ¿Estamos preparados?
R: No existe ningún país preparado para la dimensión de los cambios que estamos afrontando. Estamos atacando incendios con la mentalidad de los años 90 cuando los bosques ya han cambiado por el calentamiento global. Nuestros bosques nacieron con un clima diferente al actual. El actual no lo soportan bien. La manera de funcionar de los años 90, con las campañas de verano, ya no vale. Ahora todo depende más de la temperatura media, que está subiendo. Venimos de un año con un invierno seco, con una primavera cálida y una entrada de verano muy cálida. La velocidad de los incendios es mucho más rápida. Es una dimensión diferente, a lo que debemos adaptarnos.
P: ¿Dónde debemos poner el foco?
R: El foco hay que ponerlo en la carga de combustible en el paisaje. En si es monótono, si está estresado. El paisaje es un ecosistema vivo y tiene que estar sano y ser diverso. El problema está en los paisajes continuos, no gestionados, en los que empieza a acumularse material y más material combustible. Esto viene del abandono del mundo rural en favor del medio urbano, de nuestro paisaje forestal, que además sufre el cambio climático. El bosque está empezando a decaer y morir. La pregunta es qué hacemos con nuestros montes, cómo los gestionamos.
P: ¿Se está gestionando correctamente el entorno de Doñana?
R: No conozco suficientemente a fondo la gestión forestal alrededor de Doñana. Lo que sí es evidente es que los últimos cinco años han sido anormales a nivel meteorológico. Eso crea un estrés sobre la masa forestal, que está a punto para quemarse. Mayo y junio han sido extremadamente cálidos. Eso ha puesto los bosques en disposición de sufrir un incendio. Y cuando ocurre es muy rápido. En Chile pasó. Chile perdió 82.000 hectáreas en un mes, que es diez veces más que lo que perdía anualmente. Esto lo hemos visto también en Portugal. En Andalucía no, porque hay una buena capacidad de extinción. Pero con el cambio climático, por mucho que apagues incendios, cuando el fuego se propaga a 6 o 7 kilómetros por hora, no puedes afrontarlo. El estrés del paisaje hace que se propague mucho más deprisa.
P: La clave sería prevenir.
R: Gestionar, gestionar. Prevenir es... prepararte para el desastre. Es vacunarse. Gestionar es llevar una vida sana, estar bien para evitar enfermedades. Hay que mirar el monte como un ecosistema que tiene que estar sano. Esto no se arregla sólo a base de más medios para prevenir o extinguir.
P: ¿Qué hacer entonces?
R: Las medidas son complejas y a largo plazo. No hay nada que se pueda hacer para que mañana todo mejore. Hay que tener ecosistemas sanos y diversos, que mantengan la biodiversidad en equilibrio con un clima que está cambiando... Eso implica ordenar masas forestales, adaptar los montes al cambio climático. Replantear nuestra relación con los montes.
P: ¿Requiere mucha inversión?
R: Se requieren cambios que modifican nuestra manera de vivir en la tierra en la que estamos asentados. No podemos vivir sólo como explotadores. No estamos solo para sacar el producto, para explotar. Así hemos mirado siempre los montes. Tenemos que entender que el principal producto del monte es la calidad de vida. No tiene sentido que con 57.000 millones de ingresos por turismo, que viene en gran medida por el paisaje, ni un euro revierta en la gestión del paisaje. Hay que verlo así. El equilibrio en el monte es precario, no podemos verlo sólo como algo que tenemos que explotar.
P: Incendios com los de Chile, Portugal o España, ¿es previsible que sean más frecuentes en el futuro?
R: Sí. Incendios más rápidos, con una capacidad de crecimiento mayor a lo que hemos visto hasta ahora.
P: ¿Cuáles son las zonas de España más expuestas al riesgo de incendios de este tipo?
R: El clima mediterráneo se verá afectado en su conjunto. También latitudes más atlánticas, que hasta ahora quedaban fuera de este umbral, se está viendo que empiezan a verse más afectadas.
P: ¿Pone esta situación a España en riesgo de desertización o es un planteamiento excesivamente pesimista?
R: Por ahora, excesivamente pesimista. Hay que ver cómo va evolucionando este proceso, en el que estamos al inicio.
P: Estos días se critica la ley de montes de 2015, que favorece las recalificaciones.
R: La realidad de los incendios forestales es más profunda. Ese tipo de conexiones directas y simplistas que podemos hacer hoy no sirven. Esto no es un problema local. Es continental. Es un problema de cambio climático. Lo demás se queda muy pequeño.
El ingeniero forestal Marc Castellnou, presidente la Fundación de Ecología del Fuego y Gestión de Incendios Pau Costa Alcubierre (FPC), ha recorrido medio mundo para conocer el qué, el cómo y el porqué de las llamas. El diagnóstico que trae no es fácil de digerir a la primera: con el cambio climático y el abandono del medio rural vamos a ver incendios más intensos y más rápidos, más destructivos y difíciles de extinguir; el problema no se resuelve con más medios para apagarlos, ni siquiera para prevenirlos, sino replanteando nuestra relación con el monte y garantizando su equilibrio y diversidad.