Sin contrato, sin convenio, sin marco regulatorio alguno, y prácticamente sin la protección de las autoridades europeas. En ese vacío normativo que abona la precariedad se desenvuelve un creciente número de jóvenes que ha elegido la “experiencia au pair” para poner rumbo al extranjero.
Marea Granate, el colectivo transnacional de emigrantes españoles, advierte que, bajo el paraguas del “intercambio cultural y la inmersión lingüística” para el que fue concebido este programa, se vienen produciendo situaciones de abuso laboral e incluso de explotación entre los miles de españoles que eligieron esta fórmula para escapar de la crisis económica y el desempleo juvenil.
Es el caso de Cristina García, una valenciana de 26 años que, atraída por la idea de aprender inglés, decidió integrarse en el seno de una familia de Dublín durante nueve meses. Desde la capital irlandesa cuenta a infoLibre su experiencia au pair.
Integrante del colectivo Marea Granate Dublín, Cristina optó por una fórmula para viajar al extranjero que se ha extendido notablemente en los años de crisis hasta colocar a España a la cabeza europea en oferta de au pairs. Un aumento significativo que hace pensar en esta vieja práctica como una alternativa para escapar de la crisis más que en una experiencia para miles de jóvenes. “Hay un auge porque es fácil. Te metes en una página, te haces un perfil, contactas con una familia y llegas al extranjero. Antes no se hacía tanto porque España estaba bien. Ahora barajamos opciones que antes no nos hubiéramos planteado”, dice Cristina.
PREGUNTA:
En estos últimos siete años de crisis estamos viendo como muchos jóvenes se marchan al extranjero. Hablamos de un fenómeno migratorio innegable. Algunos logran estabilizarse en puestos para los que se formaron, otros eligen la hostelería u otras fórmulas para subsistir y después ir escalando en el mercado laboral del país de destino ¿Por qué elegiste un programa como el de au pair, que limita en gran medida la independencia social y económica?au pair
RESPUESTA: Elegí esta opción por dos motivos. Primero por la inmersión lingüística. Segundo porque no tenía ningún ahorro para establecerme un tiempo y buscar trabajo. Ser au pair te permite irte a otro país con el alojamiento garantizado. Habrá quienes elijan esta opción sencillamente por aprender el idioma sin gastarse dinero y vivir una experiencia, pero también habrá mucha gente que lo vea como una vía para salir de España, porque allí no hay trabajo, y a lo mejor no tienen medios económicos para pagarse los primeros meses viviendo en un hostel mientras buscan un empleo.
P: Hay agencias que actúan como intermediarias entre las familias y las au pairs. ¿Qué vía empleaste para llegar hasta Dublín? au pairs
R: Yo accedí por una web especializada en la que se cruzan los perfiles de las familias y de las au pairs. A través de ahí contacté con la madre, hicimos una videoconferencia y me pareció muy buena gente. Y en realidad lo son, pero claro, lo cierto es que ellos te tienen ahí porque no pueden permitirse pagarse una niñera externa, y al final te conviertes en un medio barato para ellos.
P: Hablas del contacto a través de una web y una videoconferencia. Un procedimiento que parece bastante informal ¿Firmáis algún tipo de contrato o documento en el que se establezcan condiciones que os amparen?
R: Depende, si vienes por agencia sí. Se firma el horario, que en muchas ocasiones se alarga. Pero lo cierto es que, como no hay regulación, no hay convenio, no hay nada sobre papel, pues que la experiencia sea buena o mala dependerá de que la familia que te acoge tenga principios y humanidad o no. En ese marco te puedes encontrar de todo. Imagínate todo un mercado sin regular…
P: “Te puedes encontrar de todo”, dices. ¿Qué te encontraste tú?
R: Es todo muy sutil. Al principio te tratan muy bien, es todo muy nice, todo va bien. El problema es cuando empiezan a coger confianza. Al principio tenía un horario normal que me permitía hacer mi vida a parte de trabajar allí, cobraba cien a la semana y tenía la casa y la comida cubierta. Ella se portaba muy bien conmigo y yo les había cogido mucho cariño. El problema vino cuando yo empecé a mostrar que quería independencia y trabajar de niñera para los hijos de la vecina. Para entonces yo ya hacía más horas de las previstas en la casa, limpiaba y me encargaba de cosas que antes no hacía por la misma cuantía. Un día la madre habló conmigo y empezó a hablarme de lo mal que le caía la vecina, se empezó a calentar hasta que concluyó: “Lo que tiene que hacer es buscarse su propia au pair”. En ese momento me sentí como la mascota de esa mujer. Ahí decidí marcharme.
P: Quizá exagero, pero parece que hablas de un sutil “secuestro” laboral…
R: Bueno, es que primero habló conmigo para que no cogiera el trabajo, pero después yo creo que habló con la vecina y ya no me llamó más. Se escudaba en que se preocupaba por mi horario, pero no le importó cuando yo empecé a hacer más horas para ella por el mismo salario. De hecho durante una temporada la niña tuvo varicela y la cuidaba durante jornadas de diez horas, pero yo los excusaba porque pensaba que ellos no tenían la culpa.
P: Hacías más horas, te limitaban la posibilidad de que ganases dinero extra con trabajos externos. ¿Por qué no reclamaste tus derechos?
R: Les tomas cariño. Ten en cuenta que estás en un país en el que no conoces a nadie y ellos te acogen y te sientes protegida por ellos. Te sientes en deuda con ellos, haces tuyos sus problemas y sufres una especie de síndrome de Estocolmo de la au pair. Piensas: “Bueno, si tengo que hacer un poquito más, lo hago”. No pensé en mis derechos como trabajadora. Te hacen sentir parte de ellos, pero esa no es la realidad. Su interés por ti termina donde empieza la relación monetaria.
P: ¿Cómo fue la ruptura con la familia?
R: Les dije que quería marcharme y me dieron un mes de plazo. Me puse a buscar empleo y encontré uno de niñera antes del tiempo pactado. Entonces les propuse ayudarles hasta que consiguieran otra au pair los días que yo estaba trabajando en la otra casa, pero cobrando como una externa. Pensaba que se habían portado bien conmigo antes y estudié cómo cuadrar mis horarios para que todos estuviéramos contentos. Dejaron pasar el tiempo, y en el último momento me dijeron que me pagarían ese trabajo como hasta entonces. Esa noche estallé. Era ya tal el grado de explotación y de tomadura de pelo… Subí al cuarto, hice las maletas y pedí un taxi. Me di cuenta de lo que me habían explotado en retrospectiva. Fui tonta, me dejé algunas cosas y no he podido recuperarlas.
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P: Describes una experiencia que, atendiendo a las reclamaciones de Marea Granate, parece estar más extendida de lo tolerable. En tu opinión, ¿Qué falla en el programa au pair para que esto se haya convertido en algo generalizado?
au pair
R: El fallo es que no hay ningún tipo de regulación. Te lo presentan como un intercambio sociocultural, pero terminas limpiando la casa, cuidando los críos, haciendo de chofer... En definitiva, te conviertes en una trabajadora del hogar a bajo coste. Y en este caso no hay ninguna ley que te ampare. Si la familia es como tiene que ser, tienes una buena experiencia au pair, pero si decide aprovecharse, te quedas sola y se produce el abuso. No hay límites normativos. Los límites son los que pongas tú sobre la mesa, pero muchas veces no ves esa opción viable y tragas mucho.
Sin contrato, sin convenio, sin marco regulatorio alguno, y prácticamente sin la protección de las autoridades europeas. En ese vacío normativo que abona la precariedad se desenvuelve un creciente número de jóvenes que ha elegido la “experiencia au pair” para poner rumbo al extranjero.