El hombre que denunció haber sido objeto de una brutal agresión homófoba en Malasaña (Madrid) ha reconocido que no existió tal ataque. En una segunda declaración ante la Policía Nacional, el joven admitió este miércoles que las heridas supuestamente realizadas con arma blanca –una en el labio y otra en sus nalgas– fueron consentidas. La red de observatorios contra la LGTBIfobia que opera en distintos puntos del país tilda el caso de "extraordinariamente excepcional" y recuerda que "el odio que había sigue ahí".
La alerta saltó este lunes, momento en el que trascendieron públicamente los supuestos hechos: ocho encapuchados agreden brutalmente a un joven gay. La reacción no se hizo esperar. Los principales dirigentes políticos lanzaron una condena unánime y los colectivos LGTBI llamaron a la protesta en las calles. El joven de veinte años reveló sin embargo este miércoles que la denuncia era falsa. El chico de veinte años explicó a la Policía que después de unas prácticas sadomasoquistas con otros dos individuos, comprobó la gravedad de las heridas y llamó a su pareja. Fue su novio quien le convenció para acudir primero al Samur y luego presentar una denuncia. La falsa víctima no quería que su novio se enterara de que le había sido infiel y por eso supuestamente se inventó la versión de la agresión grupal a la puerta de su casa.
"La reacción que ha habido es la que tenía que haber. Con este caso no desaparece el odio: el odio que había sigue y era mucho". Habla Eugeni Rodríguez, presidente del Observatori Contra l'Homofòbia de Catalunya. En sus más de treinta años de experiencia reportando incidentes de odio contra el colectivo, dice no haber visto nada parecido. Coinciden con él todas las voces consultadas: los observatorios han podido detectar casos en los que la raíz discriminatoria no existía o no se pudo demostrar, pero supuestos de denuncias falsas o simulación de delitos "no llegan a ser ni siquiera una minoría". Lo asegura Ana G. Fernández, presidenta de ALAS Coruña y miembro del Observatorio Coruñés contra la LGTBIfobia.
Comparte una reflexión similar Toño Abad, director del Observatorio Valenciano contra la LGTBIfobia. "No siempre se puede demostrar que el hecho sea discriminatorio, esto es muy habitual, especialmente en las faltas administrativas", detalla el activista. También puede ocurrir que ese fondo sencillamente no exista: "A veces se llevan al terreno de la LGTBIfobia incidentes que no tienen nada que ver con la orientación sexual". Sin embargo, completa, algo tan grave como la simulación de un delito es insólito. "Es la primera vez que lo veo y hace un daño al colectivo que tendrá consecuencias", advierte en alusión a los virulentos discursos contra la comunidad LGTBI.
Rodríguez insiste en que todos los indicios apuntaban a que podía existir un delito de odio. Los observatorios utilizan una serie de indicadores a la hora de validar cada caso, tales como la existencia de una denuncia y la coherencia en el relato. En los hechos inicialmente descritos por la falsa víctima "podía no encajar la hora, a plena luz del día, pero todo lo demás" contaba con el peso suficiente para iniciar una investigación con la hipótesis de delito de odio. Ante ello, razona el activista, las autoridades "lo validaron e hicieron lo que tenían que hacer". Este mismo miércoles, el Gobierno de la Generalitat alertó sobre la existencia de grupos organizados que salen "a cazar homosexuales", por lo que la amenaza es real.
Rubén López, portavoz del Observatorio Madrileño contra la LGTBIfobia, tampoco recuerda casos similares. Sí reconoce que no siempre los hechos que llegan al observatorio se asientan sobre una base homofóbica, pero en todo caso se trata de hechos puntuales. En el año 2018, el organismo incluyó en su informe anual un apartado sobre denuncias falsas. "En los más de tres años que llevamos funcionando hemos valorado que nos han llegado tres denuncias que dudamos de su veracidad. En ningún momento podemos constatar que sean falsas, pero sí hemos llegado a la conclusión de que no recogían los indicios suficientes para ser incluidas en nuestro informe como incidentes del odio hacia el colectivo", reza el análisis. En él, se añade que dichas denuncias "proceden de casos que han tenido de una forma u otra un impacto mediático, aunque sólo sea en redes sociales". Así las cosas, el observatorio concluye que establecer "cualquier conclusión sobre estos tres casos sobre más de mil que hemos recibido podría ser precipitado". Las organizaciones lo equiparan al fenómeno de las denuncias falsas en violencia de género. Según el último informe de la Fiscalía General del Estado, las condenas por denuncia falsa desde 2009 suponen un 0,0074% del total de denuncias formuladas por violencia de género.
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Lo que está bien claro es que los delitos homófobos han experimentado un crecimiento progresivo a lo largo de los años. Desde 2016, los hechos recogidos por el Ministerio del Interior han registrado una subida del 22,6%. Incluso en 2020, pese a las restricciones impuestas por la pandemia, los incidentes se mantuvieron prácticamente intactos. Sólo en Madrid, los ataques reportados por el observatorio en 2020 fueron 321 y en lo que va de año se han notificado 104. En Galicia, los últimos datos, correspondientes al año pasado, sitúan en 252 los incidentes contra el colectivo, mientras que en Cataluña son 189 y en Comunitat Valenciana 140, también en 2020.
Cabe recordar que existe un problema latente en torno a la infradenuncia, una realidad constatada por las organizaciones y ratificada por los estudios oficiales: cerca del 90% de las personas que han sufrido algún tipo de ataque por su orientación sexual o identidad de género no acude a las autoridades. Del mismo modo que ocurre con la violencia de género, parece cuanto menos osado hablar de un problema de denuncias falsas cuando la inmensa mayoría de las víctimas no reúne el coraje suficiente para dar la voz de alarma. Este miércoles, el propio ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, calificó de "anecdótico" lo acontecido y pidió "no banalizar" el aumento de los delitos de odio.
Los expertos temen ahora que un hecho absolutamente puntual empañe una realidad sangrante de la que llevan años advirtiendo. El movimiento LGTBI, dicen las voces pulsadas, se caracteriza precisamente por su cautela a la hora de lanzar mensajes categóricos y convocar protestas. Dicen sentir una lupa constante que escudriña todos sus movimientos en busca del error. "No se nos toma en serio, se nos ridiculiza y enseguida se nos tacha de histéricos", subraya Toño Abad. Pero lo cierto es que el colectivo se encuentra actualmente en un punto de inflexión, marcado por el asesinato del joven Samuel Luiz Muñiz, en A Coruña. "Ahora somos una olla a presión de rabia, miedo e indignación. Las respuestas a las agresiones son contundentes porque no paran de salir", remacha Ana G. Fernández. La activista admite preocupación, pero se agarra a la evidencia de las cifras. Casos como el de esta semana, sentencia, "no pueden comprometer la veracidad de tantas denuncias que sí son reales".
El hombre que denunció haber sido objeto de una brutal agresión homófoba en Malasaña (Madrid) ha reconocido que no existió tal ataque. En una segunda declaración ante la Policía Nacional, el joven admitió este miércoles que las heridas supuestamente realizadas con arma blanca –una en el labio y otra en sus nalgas– fueron consentidas. La red de observatorios contra la LGTBIfobia que opera en distintos puntos del país tilda el caso de "extraordinariamente excepcional" y recuerda que "el odio que había sigue ahí".