La gestión del agua en España se ha ganado a pulso ser el principal problema medioambiental del país. El principal recurso de la sociedad está amenazado por la sequía, la desertificación y, en definitiva, el cambio climático, y lleva décadas siendo motivo de tensión entre ecologistas y regantes, entre políticos y entre administraciones. El fracaso de la gestión es especialmente visible en uno de los tipos de espacio natural más valiosos y sensibles: los humedales. Entendidos como una zona de tierra que se inunda permanente o intermitentemente, y cuyas características los convierten en templos de la biodiversidad, la inmensa mayoría de ellos está en un peligro muy serio en España. El tercer país del mundo que más zonas alberga de este tipo, solo por detrás de Estados Unidos y México, los está dejando morir. Este viernes es el Día Internacional de los Humedales y, una vez más, la celebración sirve para denunciar inacción.
No caben matices ni medias tintas: los humedales se mueren en España. Los mayores espacios naturales que se pueden calificar como humedal son bien conocidos para el público: Doñana, la albufera de Valencia, el Mar Menor, el delta del Ebro y las Tablas de Daimiel son famosos. Ni uno se salva. Doñana y Las Tablas pertenecen al registro Montreux, que es algo similar a la lista de especies en peligro de extinción. Y el Mar Menor, en un estado lamentable, tiene muchas papeletas para ser el siguiente en engrosar la lista, a no ser que la ley aprobada este jueves revierta radicalmente su estado. Pero hay cientos de ellos en España, casi ninguno recibe la cantidad de agua suficiente y tienen problemas relacionados con la sobreexplotación, la intervención humana y la contaminación, entre otros males.
Los humedales son importantes por muchísimas razones. La primera que se viene a la cabeza es la belleza paisajística de tesoros como las marismas de Doñana. Pero va mucho más allá de la belleza. Al ser zonas con unas características muy concretas, derivadas de que el agua se retira e inunda el suelo constantemente, es el hogar de especies endémicas, que dependen exclusivamente de esos lugares para sobrevivir. Con especial atención a las aves acuáticas, las reinas del humedal: ya son icónicos los flamencos de Doñana o de Fuente de Piedra (Málaga), por ejemplo, que necesitan un estado óptimo de esos recursos hídricos para su reproducción. Especies como el martín pescador, la garza o el cormorán, por ejemplo, utilizan los humedales como estación de servicio en sus rutas migratorias o como hogar permanente. Y más allá de la fauna, son un depósito de agua dulce de valor incalculable y son base de actividades como la pesca, el cultivo y el turismo.
Los datos hablan por sí solos. Esta semana, coincidiendo con la celebración del día internacional, la organización especializada en ornitología SEO/Birdlife ha hecho público un informe en el que analizan cómo están los humedales en España, y no contiene buenas noticias. El Convenio Ramsar, firmado por España en 1982, elaboró una lista de humedales a nivel internacional según criterios de, principalmente, importancia para las aves acuáticas. España cuenta con 74 humedales Ramsar, lo que la aúpa a la tercera posición mundial en número. De esos 74, 60 (el 81%) han sido analizados por la organización, al coincidir con su propio sistema de clasificación: las Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA, por sus siglas en inglés).
Según SEO/Birdlife, el 60% de la superficie original de zonas húmedas ha desaparecido en España, un número consonante con el dato a nivel mundial, el 64% desde 1900. La organización del Convenio Ramsar ha abierto ocho expedientes a España por humedales donde se confirmó que se habían producido o era probable que se produjeran cambios ecológicos de calado: albufera de Valencia, delta del Ebro, Doñana, laguna y arenal de Valdoviño, Tablas de Daimiel, lagunas de Ruidera, Mar Menor y s’albufera de Mallorca. Según la información más reciente del Convenio, cita la asociación, el 82% de ellos presentaba una información deficiente: las autoridades españolas no habían cumplido con su obligación y no habían comunicado de los peligros.
De los humedales españoles identificados por el convenio, el 12% presenta un estado calificado de bueno. El resto presenta un estado moderado (15%), pobre (24%) o muy pobre (30%).moderadopobremuy pobre Todos los analizados sin excepción por SEO/Birdlife presentan una presión alta o muy alta, independientemente del estado en el que se encuentren. Los emblemáticos (Doñana, Tablas, Mar Menor, albufera de Valencia y delta del Ebro) se encuentran en un estado pobre, como el último, o muy pobre, como todos los demás. Todos los humedales analizados presentan un nivel de presión sobre sus aguas alto o muy alto
Sin embargo, "los efectos son particularmente más graves en los humedales de menor entidad, a los que además tradicionalmente se les presta menor atención", apunta en un comunicado Ecologistas en Acción. El responsable de Conservación de la organización, Chesús Ferrer, lo explica. "Hay una gran cantidad de pequeños espacios que, por tener menos cantidad de agua, son más sensibles a los cambios. Pequeñas lagunas que se surten de acuíferos, por ejemplo, y a los que no les está llegando el agua". Esas carencias, asegura, influyen en el ciclo de la ganadería, dependiente de estos recursos hídricos convencionales.
Las causas que provocan la degradación están bien identificadas. En primer lugar, la contaminación del agua, difusa o puntual, que afecta al 70% de los espacios analizados. Y, en segundo lugar, la falta de agua, que presiona al 53% de los humedales. Este último motivo tiene en parte que ver por la severa sequía meteorológica que atraviesa España, que agrava a su vez la sequía hidrológica: no solo hay menos agua porque no llueve, sino porque el consumo no se ha reducido a pesar de la escasez. Los cultivos de regadío, que se llevan el 93% de agua dulce de España, tienen mucho que ver. Los que se encuentran en las cercanías de estos humedales, en muchos casos, los sobrexplotan.
El vacío en la legislación
Pero para entender todas las aristas del problema hay que apuntar a la causa primigenia que provoca que la contaminación y la falta de agua ahogue a estos valiosísimos espacios naturales: el vacío en la legislación. Los retrasos, la confusión en las competencias y el complejo objeto regulador deben explicarse cuando se aborda cualquier tema relacionado con la gestión del agua en España. El informe de SEO/Birdlife concluye así: "Los contenidos de los planes no han sido debidamente completados y no contribuyen ni a la conservación, protección y mejora, en este caso, de los humedales Ramsar, ni a la utilización prudente y racional del recurso que planifican, el agua". Su autor, Roberto González, explica a infoLibre qué le hace concluir que la normativa de protección de los humedales no funciona en España.
La Directiva Marco del Agua (DMA), el principal elemento regulador en cuanto a gestión del agua en la Unión Europea, fue traspuesta a la legislación española en 2003. Dividió a España en cuencas hidrográficas que se encargan, desde entonces, de la gestión del agua en el territorio: la responsabilidad recae en el Estado si son intercomunitarias y en la Comunidad Autónoma si su ámbito solo se circunscribe a una región. En cuanto a los espacios protegidos –la mayor parte de los humedales españoles– el artículo 4 de esta Directiva establece que cuando coincidan con espacios protegidos por la Red Natura (la principal herramienta de protección de la biodiversidad), los objetivos de las cuencas hidrográficas y de la red tienen que ser numéricos y tienen que ser exactamente los mismos en ambas normativas.
"Esta integración es inexistente", asegura González. El trabajo, no público, que ha permitido a la organización llegar a esa conclusión analiza las medidas que se han tomado en cada cuenca. "Los planes de las cuencas mencionan los objetivos de manera general, y algunos ni los identifican. Otros, cuando llega la parte de los objetivos, dicen que serán los que rece el plan de gestión de la Red Natura, y luego esos planes no recogen nada. A eso se suma el retraso que hemos sufrido en aprobar todos los planes, tanto los de la red como los de cuenca". A la pregunta de si destacaría alguna cuenca en concreto que le haya llamado la atención por sus carencias, se abstiene de responder. "Son todos muy parecidos". Todos igual de mal, sentencia.
A su juicio, "es un problema generalizado del Estado español. Salimos de una dictadura muy intervencionista, que planteaba la gestión del agua de otra manera. En otros países se tiene claro desde hace tiempo, es asumido por todas las administraciones, que el objetivo principal de la gestión tiene que ser la protección medioambiental". Aquí ese dogma no se plantea, insiste. Lo cual plantea un problema circular, una pescadilla que se muerde la cola: el buen estado de depósitos de agua dulce y superficial como los humedales garantiza la sostenibilidad de las actividades que hacen uso de esos recursos hídricos, como el regadío. Si el medioambiente no es la prioridad, el caudal ecológico se pierde, hay menos agua y la presión es mayor. Aumentan las necesidades del sector primario y, llegados a ese punto, cuando se quiere revertir la situación y la degradación del espacio, las dificultades económicas de los que viven del humedal enturbian el debate.
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El ejemplo del Mar Menor
Un buen ejemplo es el caso del Mar Menor, en Murcia, cuya contaminación es tan severa que evidencia de un vistazo cuáles son las consecuencias de una gestión irresponsable. El urbanismo descontrolado y la agricultura, un regadío alimentado por el trasvase Tajo-Segura, han sobrexplotado la albufera hasta la aparición de natas en la orilla como el pan de cada día. Este jueves ha salido adelante, gracias a los votos de PSOE, Podemos y Ciudadanos, la Ley de Medidas Urgentes para garantizar la Sostenibilidad Ambiental en el Entorno del Mar Menor. El debate acerca de las enmiendas ha sido polémico: el PP, que se ha posicionado en contra, presionó con el respaldo de los agricultores para reducir las medidas contra los regantes que plantea la norma. Dichos regantes incluso se han llegado a personar en el pleno de la Asamblea Regional, encarándose con los diputados y achacándoles los perjuicios económicos que les causará la nueva ley.
"Es un tema complicado", concluye Ferrer, en referencia a las quejas de los regantes por la protección del Mar Menor y, en general, por el conservacionismo que les priva del agua que vienen utilizando desde hace años. "Pero tenemos claro que vivimos en un país en urgencia. No podemos seguir ampliando regadíos como si nada. Si no, nos dirigimos al colapso hídrico". Evitarlo pasa, inevitablemente, por el cuidado del gran tesoro de la naturaleza ibérica: los humedales.
La gestión del agua en España se ha ganado a pulso ser el principal problema medioambiental del país. El principal recurso de la sociedad está amenazado por la sequía, la desertificación y, en definitiva, el cambio climático, y lleva décadas siendo motivo de tensión entre ecologistas y regantes, entre políticos y entre administraciones. El fracaso de la gestión es especialmente visible en uno de los tipos de espacio natural más valiosos y sensibles: los humedales. Entendidos como una zona de tierra que se inunda permanente o intermitentemente, y cuyas características los convierten en templos de la biodiversidad, la inmensa mayoría de ellos está en un peligro muy serio en España. El tercer país del mundo que más zonas alberga de este tipo, solo por detrás de Estados Unidos y México, los está dejando morir. Este viernes es el Día Internacional de los Humedales y, una vez más, la celebración sirve para denunciar inacción.