A mediados del mes de julio, cuando Afganistán aún no ocupaba las portadas de los periódicos de todo el mundo, en el Gobierno español saltaron las alarmas. Después de 20 años, las tropas norteamericanas acababan de abandonar la base militar de Bagram, una de las mayores del país situada a tan solo 70 kilómetros de la capital. Las expectativas entonces eran que el ejército y el gobierno afganos, incubados durante dos décadas por las potencias occidentales a base de dinero y armas, fueran capaces de mantener el poder y de sostener la ofensiva talibán. Nada más lejos de la realidad.
Las fuerzas de inteligencia internacionales pronto comprobaron que el avance de los talibanes era implacable. No encontraron oposición alguna por parte de los integrantes de un gobierno y un ejército que, en gran número, huyeron. La caída del país al completo se convirtió en una cuestión de tiempo, de muy poco tiempo. Y fue entonces cuando Moncloa dio la orden de poner ya en marcha un operativo que, durante varias semanas, se mantuvo en secreto.
La primera decisión fue la de trasladar la orden a la Embajada española en Kabul para que localizara a toda la colonia española de Afganistán. El personal diplomático de España se encargó entonces de contactar con ellos, aproximadamente 200 conciudadanos. Se les comunicó la situación de riesgo extremo que se avecinaba y la conveniencia de abandonar el país cuanto antes por razones de seguridad. Y se les puso los medios necesarios a su disposición para poder ser evacuados. De esta forma, y antes de que el caos de las últimas semanas se apoderara del aeropuerto de la capital, el Gobierno logró el objetivo de ponerlos a salvo. Cuando los talibanes entraron en Kabul, apenas cinco españoles permanecían todavía allí.
El triple de los rescates previstos
En buena medida, que España hubiera logrado adelantar las tareas de rescate de sus propios ciudadanos antes de que todo se derrumbara ha ayudado a que el plan de evacuación de los últimos días haya podido ir mucho más allá de lo esperado. Las previsiones del propio Gobierno hablaban de unas 800 personas incluidas en las listas oficiales y que nuestro país se disponía a sacar de Afganistán tras la toma de Kabul por los talibanes. Finalmente, según datos del propio Ejecutivo, esas previsiones prácticamente se han triplicado, alcanzado la cifra de 2.206 personas rescatadas, 1.671 de ellos colaboradores afganos de nuestro país junto a sus familias. Un balance calificado de “éxito y orgullo” por parte del presidente del Gobierno, que quiso este viernes “dar las gracias a los que lo han hecho posible por haber sido capaces de sacar al mayor número de mujeres, niñas, y hombres". "Misión cumplida”, ha concludo.
A la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) también han llegado otros 333 ciudadanos afganos colaboradores del servicio exterior de la Unión Europea, 131 del contingente americano, 50 de la OTAN y 21 colaboradores portugueses. En cifras globales, el 53% de los evacuados son hombres, el 47% mujeres y, alrededor de un 40%, menores de edad. Esas 2.206 personas han sido recibidas y atendidas en las instalaciones desplegadas por el Ministerio de Inclusión en la propia base de Torrejón, donde de media han estado alojadas 32 horas. En su inmensa mayoría, los evacuados afganos que han solicitado quedarse en España ya han sido distribuidos por las plazas de acogida internacional estatales con las que el sistema de protección cuenta por todo el territorio. Muchas comunidades autónomas habían ofrecido al Gobierno central plazas propias para esa labor de acogida, aunque finalmente no han sido necesarias y las necesidades del dispositivo han sido cubiertas con los recursos estatales.
Próximo objetivo: los que se quedaron atrás
A pesar del éxito del dispositivo español, reconocido internacionalmente por la Unión Europea y otras delegaciones extranjeras, mucha gente se ha quedado atrás. Fuentes conocedoras de las labores de rescate reconocen la dificultad que ha entrañado incluso poder localizar a los colaboradores de España. Muchos teléfonos de afganos que estaban en las listas no se descolgaron nunca, otros no consiguieron llegar a Kabul o acceder al aeropuerto.
En su comparecencia de este viernes, el presidente del Gobierno ha asegurado que “España no va a dejar solo al pueblo afgano" y que, aunque da por cumplida “la primera misión”, es consciente de que “quedan más”. Desde el Ejecutivo prefieren no trasladar estimaciones sobre el número de colaboradores afganos de nuestro país que no han podido ser evacuados, pero Sánchez ha pedido a la "comunidad internacional" que reflexione y a la UE que dé una "respuesta común" al pueblo de Afganistán. "Tenemos que ocuparnos de los refugiados y refugiadas y hay que hacerlo unidos", ha añadido.
Desde el Ejecutivo explican que los siguientes pasos que se han de dar en Afganistán solo serán posibles con discreción, y por eso no se ofrecen detalles de los planes para sacar a todos lo que se han quedado atrás. Sí se asegura, sin embargo, que podría haber novedades pronto y que, de la mano de los aliados internacionales, los primeros pasos ya se han dado.
“Misión cumplida”
Este viernes, pasadas las 19.20, ha aterrizado en Torrejón el último avión español procedente de Kabul con 195 personas a bordo, entre ellos, el embajador español, tres diplomáticos, una veintena de miembros de la Policía Nacional y más de 80 militares españoles. A bordo de la aeronave también han viajado los últimos evacuados de la capital: 16 colaboradores de España y sus familias, 19 del Gobierno de Portugal y 50 de la OTAN.
Por llegar a España tan solo quedan 49 militares que permanecen en Dubái y que tienen previsto aterrizar en Zaragoza el sábado a bordo de dos aviones militares, el tercero ya se encuentra en la base aréa aragonesa desde este viernes por la noche. El presidente del Gobierno ha querido reconocer la labor de toda la delegación española y ha dado las gracias a todo el personal que ha participado en la evacuación de Afganistán, a quien ha calificado de "orgullo".
A mediados del mes de julio, cuando Afganistán aún no ocupaba las portadas de los periódicos de todo el mundo, en el Gobierno español saltaron las alarmas. Después de 20 años, las tropas norteamericanas acababan de abandonar la base militar de Bagram, una de las mayores del país situada a tan solo 70 kilómetros de la capital. Las expectativas entonces eran que el ejército y el gobierno afganos, incubados durante dos décadas por las potencias occidentales a base de dinero y armas, fueran capaces de mantener el poder y de sostener la ofensiva talibán. Nada más lejos de la realidad.