Las relaciones entre los distintos actores y organizaciones que conforman el bloque independentista en Cataluña no pasan por su mejor momento cuando falta poco más de un mes para el 11 de septiembre, fecha en la que el secesionismo quiere hacer una nueva demostración de fuerza coincidiendo con la Diada. Los movimientos para conformar mayorías en los ayuntamientos y las diputaciones, así como las diferentes posiciones adoptadas ante la votación de investidura de Pedro Sánchez en el Congreso, no han hecho más que constatar el alejamiento experimentado en los últimos tiempos por Junts per Catalunya y ERC. Pero las desavenencias no solo se dan entre ellos, y buena muestra de ello son los duros reproches que se han lanzado entre sí la ANC y ERC en los últimos días: el partido ha acusado a la entidad de "actuar como contrapoder" y la ANC ha criticado la "piel fina" de ERC.
Todo el bloque está de acuerdo en que el inicio del nuevo curso político, en septiembre, será un momento clave para el secesionismo, y en que la Diada del 11 de septiembre debe ser una demostración de músculo que funcione como antesala de la sentencia contra los principales líderes independentistas por el juicio del 1-O, prevista para principios de otoño. Asimismo, tanto los partidos como las asociaciones secesionistas coinciden en pedir que la respuesta a esta sentencia sea unitaria. Pero desde hace meses cada uno defiende una estrategia contrapuesta. A grandes rasgos, dentro del independentismo conviven dos almas: los que insisten en no dar por muerta la vía unilateral y los que apuestan por acumular fuerzas rehuyendo el choque frontal con el Estado.
El president de la Generalitat, Quim Torra, que representa al sector de Junts per Catalunya más próximo a las tesis de Carles Puigdemont, es uno de los representantes de quienes se niegan a dar por zanjada la vía unilateral y, en junio, aseguraba estar "convencido" de que se volverá a declarar la independencia. Pero ERC rechaza de plano esta posibilidad y cree que mantener una actitud frentista es contraproducente para los intereses del secesionismo. La estrategia de los republicanos, según han expresado en multitud de ocasiones, pasa por tratar de atraer a sus posiciones a todos aquellos que desean que se celebre un referéndum de autodeterminación aunque no sean independentistas, lo que a efectos prácticos se traduce en intentar hacerse con una parte del espacio que ahora mismo ocupan los comuns.
Para ello, ERC ha desplegado en los últimos meses una hoja de ruta que busca acumular cada vez más fuerzas para que acabe siendo inevitable la convocatoria de un referéndum pactado y reconocido internacionalmente. Así se explica, por ejemplo, su buena disposición a prestar sus votos en el Congreso para hacer presidente del Gobierno a Pedro Sánchez, lo que les permitiría llevar la batuta de una eventual interlocución con el Ejecutivo central si finalmente la legislatura se desbloquease. Una posición opuesta a la que decidió tomar Junts per Catalunya, que se mostró en todo momento opuesta a colaborar con sus votos a la investidura argumentando que Sánchez no había hablado con ellos y llegó a pedir infructuosamente a ERC que también votase no a Sánchez.
La ANC carga contra ERC y Tardà la acusa de "contrapoder"
Pero es la Assemblea Nacional Catalana (ANC), junto a Òmnium la principal entidad cívica del independentismo, el actor del bloque independentista que se ha mostrado más crítico con el proceder de los partidos y el peligro de una deriva "autonomista", en lo que algunos dirigentes de ERC han considerado una crítica dirigida especialmente contra los republicanos. Hace unos días, ANC y Òmnium exigieron a las formaciones políticas "una estrategia conjunta" de cara al próximo otoño. Y, aunque no mencionaron expresamente cuál debe ser esta hoja de ruta, la apuesta de la ANC volvió a quedar clara a principios de julio, cuando quiso dar "un toque de atención a Junts per Catalunya y ERC" por pactar en algunas instituciones con el PSC. "Ningún pacto con el 155 y no investir a Pedro Sánchez", exigió.
Aunque la crítica de la ANC y su exigencia de mantener una posición dura contra el Estado se dirigió contra las dos principales formaciones del independentismo por sus pactos con el PSC –Junts per Catalunya en la Diputación de Barcelona y ERC en ayuntamientos–, no puede obviarse que su posición es exactamente la contraria que la que plantea ERC. De ahí que algunos exdirigentes republicanos –como los exconsellers Josep Huguet y Anna Simó– hayan anunciado que no irán a la manifestación de la próxima Diada, que según Huguet "una panda de exaltados quiere convertir en un aquelarre purificador contra los traidores". Y de ahí también que el exportavoz de ERC en el Congreso, Joan Tardà, denunciase hace unos días que la ANC "se equivoca" en su forma de actuar.
"La ANC se equivoca. Se ha convertido en un contrapoder. En lugar de facilitar la acumulación de fuerzas, creo que está pervirtiendo la voluntad diáfana del independentismo de ser flexible, abierto", criticó el pasado martes Tardà en los micrófonos de RAC1, en los que también lamentó que la entidad haya "abandonado" su "ADN" inicial "de trabajar para desvelar inquietudes, socializar aspiraciones y rentabilizar energías". El dirigente, asimismo, volvió a defender la línea de ERC en contraposición a la de la ANC: "¿Habrá que volver a desobedecer? Es posible. ¿Es posible que tengamos que volver a escenarios de unilateralidad? Es posible. Pero no es el objetivo prioritario", afirmó.
Las palabras de Tardá fueron rápidamente contestadas por la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, que acusó a ERC de tener la "piel fina" ante las críticas. "La esencia de la ANC es, desde su nacimiento, condicionar la agenda política desde la sociedad civil", respondió Paluzie, que recordó que la entidad también ha criticado en los últimos meses a Junts per Catalunya por su pacto con el PSC en la Diputación de Barcelona y sostuvo que la ANC "ha sido cuidadosa para mantener su neutralidad y su apartidismo". "Quizás [Tardá] tiene un desconocimiento de lo que ha hecho la ANC el último año y quizás se está dejando llevar por los titulares en las redes sociales", deslizó la presidenta de la organización.
Un discurso "transversal" o hacer España "ingobernable"
Este intercambio de reproches, lejos de ser un incidente aislado, refleja el clima de tensión que existe entre los dos polos del independentismo, el que apuesta por la vía posibilista y el que quiere adoptar una actitud frentista. Fuentes de ERC insisten en que el próximo otoño el independentismo debe dar "una respuesta masiva y transversal" a la sentencia del juicio del procés, lo que implica atraer "a todos los soberanistas preocupados por la judicialización" del problema territorial "sean o no independentistas". Abandonar esta estrategia "mayoritaria" por una que apele solo a los secesionistas "será gestionar una derrota", advierten estas fuentes, que advierten de que cuanto más se apele al independentismo "puro", "más honda se va a cavar la tumba del soberanismo".
Ver másLos dos meses que marcarán el futuro político de Cataluña
Por el contrario, la ANC lo dejó claro en su comunicado de principios de julio: "El movimiento político independentista ha de entender que el mejor mensaje que se puede dar al mundo es que España es ingobernable si no se resuelve el conflicto catalán", y por tanto no se pueden entregar "las instituciones al 155" o investir "gobiernos que reprimen, humillan, niegan el derecho a la autodeterminación y ni siquiera aceptan Cataluña como un sujeto político". "Los partidos están enredados en declaraciones, en tirarse los trastos a la cabeza, y lo que hace falta es que se pongan las pilas", argumentan fuentes de la entidad independentista en la misma línea que la propia Paluzie hace unas semanas, cuando indicó que se había "comprobado de forma muy cruda el regreso al partidismo y la disputa por espacio de poder autonómico y local".
Ante este enquistamiento, vender una imagen de unidad del independentismo para el próximo otoño parece una quimera, aunque tanto la ANC como ERC plantean precisamente eso: la necesidad de un discurso "unitario" y sin fisuras. La sentencia del juicio del procés del próximo otoño puede ayudar a que todos los actores del bloque independentista se compacten en torno al futuro de los presos, especialmente si son declarados culpables. Pero parece complicado que las diferencias, de calado y relativas a la estrategia a largo plazo, desaparezcan, especialmente cuando en el horizonte se avecinan problemas como la posición a tomar por el independentismo en una repetición de las elecciones generales o la eventual convocatoria de comicios autonómicos, que ERC pide pero que Junts per Catalunya rechaza.
Lo que todo el mundo tiene claro es que el fin del juicio es "la etapa final del procés" tal y como ha sido hasta ahora, en palabras de un dirigente de ERC, o que, al menos, "marcará el final de una etapa y el inicio de otra", según señaló hace unos días Marcel Mauri, vicepresidente de Òmnium. Y cómo gestione el independentismo esa fase será clave para su futuro, como planteaba hace días Paluzie: "Nos jugamos que los partidos independentistas cumplan con su compromiso hacia el país y evitar que el independentismo quede dormido por años".
Las relaciones entre los distintos actores y organizaciones que conforman el bloque independentista en Cataluña no pasan por su mejor momento cuando falta poco más de un mes para el 11 de septiembre, fecha en la que el secesionismo quiere hacer una nueva demostración de fuerza coincidiendo con la Diada. Los movimientos para conformar mayorías en los ayuntamientos y las diputaciones, así como las diferentes posiciones adoptadas ante la votación de investidura de Pedro Sánchez en el Congreso, no han hecho más que constatar el alejamiento experimentado en los últimos tiempos por Junts per Catalunya y ERC. Pero las desavenencias no solo se dan entre ellos, y buena muestra de ello son los duros reproches que se han lanzado entre sí la ANC y ERC en los últimos días: el partido ha acusado a la entidad de "actuar como contrapoder" y la ANC ha criticado la "piel fina" de ERC.