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La abstención es ya el principal partido: un 35% de electores no votarían frente al 23% de hace cinco años

Historia de un divorcio: el 28M culmina el derrumbe del fortín socialista en Andalucía

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Patricia Godino

El fin del matrimonio entre el PSOE y Andalucía comenzó hace tiempo aunque en San Vicente, sede de la dirección regional del partido del puño y la rosa, hayan estado a otras cosas desde la salida de Manuel Chaves del gobierno y de la dirección del partido: el signo más evidente en la última década fueron aquellas elecciones autonómicas del 25 de marzo de 2012 en las que el PP de Javier Arenas ganó en votos pero sin la mayoría suficiente para gobernar. Por esas fechas, Vox ni existía y Ciudadanos era un embrión y hoy, un muerto precoz. Aquella campaña del Partido Popular, que percutió sin descanso en el caso de los ERE fraudulentos, entonces en una incipiente fase de instrucción en manos de la jueza Alaya, concluyó con un mapa de Andalucía pintado de azul.

Con un participación del 60%, el reparto fue de 1.570.833 votos, 50 escaños y 40,6% para el PP. El PSOE, con José Antonio Griñán de candidato, obtuvo 1.527.923 votos, 47 escaños y 39,52% de porcentaje de voto. Entonces, una Izquierda Unida unida en sus infinitas y microscópicas singularidades sirvió al PSOE como necesaria muleta, sin margen para la duda, para retener el gobierno autonómico una legislatura más: la novena en manos del socialismo andaluz. La pancarta con el lema “¡Gracias, Andalucía!”, encargada por Antonio Sanz, entonces secretario general del PP andaluz y fiel lugarteniente arenista, se quedó arrumbada, sin desplegar, en una esquina de la sede de la calle San Fernando. El mismo escenario en el que este domingo se celebró más allá de los resultados extraordinarios de sus alcaldes a su santo particular, Juanma Moreno, convertido en el gran activo de esta campaña.

Si Génova entendió este 28M como un plebiscito a Sánchez, Moreno hizo de esta cita una segunda vuelta de su 19J. Ahí están los datos y las caras de alegría: gobernarán 7 capitales de provincia y puede que hagan pleno con Jaén, tienen en su mano cinco diputaciones aunque pueden ser 6 (sólo controlaban dos),  aglutinan el 38% del voto frente al 33,3% del PSOE y el PP recoge 1.486.396 votos frente al 1.301.123 del PSOE. Sólo la lectura de concejales es desigual: 3.373 del PP (con una subida de 880 concejales) frente a los 3.780 del PSOE.

Con la cautela que hay que tener cuando se comparan resultados en comicios de distinta naturaleza, la de 2012 no fue la primera vez que el mapa de Andalucía se pintaba de azul en unas elecciones: la primera gran señal de alerta fue justo un año antes, en las elecciones municipales de 2011, en una convocatoria marcada por el fin del zapaterismo y la ola de cambio con la que Rajoy ganó la presidencia del Gobierno en diciembre de ese año. El PP obtuvo 1.604.170 votos (el 39,37%) y consiguió acta para 3.149 concejales y lo que fue todo un hito, arrasó en todas las capitales de provincia y logró mayoría absoluta en Granada, Huelva, Córdoba y absolutísima de 20 concejales para Juan Ignacio Zoido en Sevilla, quien malbarató en un único mandato el crédito perdiendo el ayuntamiento a los cuatro años.

Regresemos a la noche del 22 de mayo de 2011. Aquella fue la primera vez que el PSOE se quedó por debajo del PP: recogió 1.324.278 votos de las urnas, el 32,5%, y, eso sí, una traducción mejor en concejales que los populares —3.855— en virtud de todos esos pueblos de la Andalucía de interior donde el socialismo, desde antiguo, ha construido sus mayorías y los alcaldes del PSOE son emblemas. Una Andalucía rural donde en muchos de sus municipios el PP no había logrado penetrar nunca, tanto que hasta estas elecciones del 28M había pueblos sin representación del PP o directamente nunca se habían presentado listas azules (por ejemplo, el caso de El Coronil, Sevilla). De hecho, estos han sido los primeros comicios municipales en que el PP ha presentado listas en los 785 pueblos de Andalucía.

En la fábrica de argumentarlos en que se convierte los partidos en las noches electorales, el PSOE arguyó en la del 22M de 2011 su mejor dato: el PSOE tiene más concejales que el PP. En la del 28M, una de las lecturas que hizo Juan Espadas, secretario general del PSOE andaluz, fue esa: “3.737 concejales serán del PSOE, 400 más que el PP”. Quizás sea un consuelo para la parroquia pero una lectura poco útil para avistar marejadas. Quizás sea un asidero pero suena a broma de mal gusto cuando esta frase se pronuncia al lado de, por ejemplo, Antonio Muñoz, alcalde de Sevilla y uno de los candidatos arrollados por la ola antisanchista y una campaña desenfocada.

Espadas arguyó esta tesis en la noche electoral, con los resultados apenas sin digerir, y lo ha hecho este lunes por la tarde, de regreso de la Ejecutiva federal de Ferraz, tras el bombazo del adelanto electoral anunciado por la mañana por Pedro Sánchez, en una entrevista con Fernando Pérez Monguió a la cadena SER: que el PSOE andaluz ha ganado en el 46% de los municipios andaluces, en 356 municipios, que desde el 19J el PSOE ha ganado 9 puntos en un año y que es mejor no caer en la depresión colectiva, que es lo que quieren otros, que ha sido una campaña de intoxicación de la derecha, que ha habido una penalización por la fragmentación de las izquierdas y que se ha perdido el foco de lo que tiene que ser un escenario de municipales. “Todos los que tenemos responsabilidad asumimos nuestra cuota parte”, fue el umbral máximo de autocrítica del dirigente político llamado a animar al PSOE andaluz y a poner a revienta calderas la maquinaria –noqueada y con los recursos bajo mínimos- para que el 23 de julio le salgan las cuentas a Pedro Sánchez. Un dato: Andalucía es el territorio que más diputados aporta al Congreso, 61 en total.

El PSOE se ha abierto en canal en público varias veces –las primarias de Pedro Sánchez y Susana Díaz fue la crisis más sonada, en la de Susana con Juan Espadas hubo menos voltaje pero dejó heridas sin resolver. Las críticas a la dirección actual están y circulan, por ahora todas en off, pero “no toca ahora” cambiarla. Con lo que salga el 23J, las federaciones con poder todavía —Jaén y Sevilla— pivotarán el relevo a una dirección que se da ya por amortizada.

Como muchos matrimonios, por conveniencia o porque la pasión da paso a una amistad entrañable, la relación entre el socialismo y Andalucía se ha ido estirando y estirando hasta que un día, dijéramos, uno anuncia que se va a vivir con el amante, así, de sopetón. El otro escucha atónito como sin creérselo sin reparar en que habían sido muchas las señales y que, de manera consciente, esa relación extramatrimonial y ese desgaste era evidente a los ojos de todos, sin que se hubieran aplicado terapias de choque. Si, como muchos en pareja, el PSOE ha tenido una venda en los ojos desde entonces conviene que se la quite.

Es cierto que ha habido alguna etapa donde se ha recuperado la chispa, el ánimo y las ilusiones, por ejemplo, las municipales de 2019, cuando el PSOE superó en 400.000 votos al PP (1.433.149 para el PSOE) y prácticamente consiguió 1800 concejales más.

Del resultado bueno de aquellas elecciones, se partía este 28M con ese colchón presupuestario de sus diputaciones provinciales, con un montante global de 2.000 millones de euros, de antiguo, estas instituciones son destino para las decenas y decenas de cargos, asesores y mandos intermedios que, tras 36 años ininterrumpidos de gobierno socialista en la Junta de Andalucía, encontraron refugio en estas estructuras supramunicipales desde donde ejercer poder.

Sirva este ejemplo doméstico del matrimonio que se va rompiendo poco a poco para ilustrar la progresiva erosión que ha vivido el PSOE en el que fue su principal bastión, Andalucía, la tierra de Felipe González, padre del socialismo contemporáneo, y al que este 28M viene a dar la última puntilla con una pérdida de poder territorial sin parangón: el PSOE se levantó este domingo con 460 alcaldes, de ellas cuatro capitales, y se acostó viendo cómo el PP arrasaba en todas las capitales de provincia, salvo en Jaén donde empata a concejales con el PSOE. La llave de la alcaldía la tendrá, paradójicamente, un partido surgido de una bronca con sello socialista: Jaén Merece Más, cuyo germen la contestación de la sociedad civil ante la decisión del Gobierno de Sánchez de elegir Córdoba como sede de la base logística del Ejército de Tierra, proyecto que en su día se planteó para una provincia desmantelada en lo industrial desde el cierre de Santana Motor en Linares.

El triunfo del PP en las elecciones municipales en Andalucía también supondrá un vuelco político en las diputaciones provinciales y un severo revés en la continuidad de la discutida política de recursos humanos del PSOE en estos organismos: los populares gobernarán al menos cinco diputaciones, en cuatro de ellas con mayoría absoluta (Almería, Córdoba, Huelva y Málaga), mientras que en Granada se queda a un diputado provincial de la mayoría empatando con la suma de PSOE y Para la Gente y pudiendo lograr la mayoría con el apoyo de Vox. El PSOE retendría con mayoría absoluta la Diputación de Sevilla, socialista desde los principios de la democracia,. Tras el larguísimo mandato de Fernando Rodríguez Villalobos, padrino político de Susana Díaz, pasará a ser presidida por Javier Fernández, secretario general del PSOE de Sevilla, alcalde de La Rinconada quien, tras el 28M, ha revalidado la mayoría absoluta de 16 concejales de 21 que hacen de este municipio, puntero en el sector aeronáutico y con un dinamismo económico referente para la provincia, un espejo donde el PSOE andaluz puede o debería mirarse. El PP aquí tiene una posición es residual, dos concejales.

También retendría la Diputación de Jaén, del poderoso Francisco Reyes, secretario general del PSOE jienense, la federación que bendice o frena lo que ocurre en San Vicente.

Y está en el aire la Diputación de Cádiz, que ha alternado el color político alguna vez. La llave de gobierno la tienen los dos diputados de La Línea 100 x 100, la formación política que el alcalde Juan Franco que supone todo un fenómeno en el mapa municipal: ha conseguido 22 de 25 concejales en una ciudad atravesada por el drama social del paro y el peso del narcotráfico. En las últimas municipales, Franco dio su apoyo al PSOE. Ha cambiado el presidente de la Diputación, ahora en Juan Carlos Ruiz-Boix, alcalde de San Roque, y también las filias. Ojo.

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A partir de aquí, hay que hacer un verdadero esfuerzo por encontrar, en el mapa del 28M, ciudades de peso en el mapa regional que vayan a tener un alcalde socialista: el PP arrebata Jerez de la Frontera y se lo da, 20 años después de nuevo a María García Pelayo, el PP se queda la Marbella de Ángeles Muñoz, a la que ni le roza en las urnas la investigación por narcrotráfico de su hijastro y el PP no sufre ni un rasguño en Algeciras, donde, tras el crimen al sacristán, Vox abanderó un peligroso discurso xenófobo.

La excepción es, casi como una aldea gala, Dos Hermanas, municipio al que por primera vez no se ha presentado Francisco Toscano, uno de los pocos dirigentes que allá cuando empezó a haber ruido de primarias entre Susana y Pedro y todo ese monumental lío orgánico que, a la postre, ha desviado el foco de lo importante bendijo aquella aventura del hoy presidente del Gobierno para ir convenciendo a la militancia de ruta en su Peugeot de que el suyo era un proyecto de futuro para el PSOE.

Sin apenas ayuntamientos de relumbrón en los que hacer parada y exhibir fuerza en Andalucía y prácticamente en el resto del mapa –a falta quizás de lo que ocurra en Barcelona- y sin barones históricos a los que agarrarse –¿o acaso aspiraba a eso?- el órdago de Pedro Sánchez remite a ese momento: el de aspirar a convencer a la militancia y al electorado progresista. Su autobiografía se llama Manual de resistencia.

El fin del matrimonio entre el PSOE y Andalucía comenzó hace tiempo aunque en San Vicente, sede de la dirección regional del partido del puño y la rosa, hayan estado a otras cosas desde la salida de Manuel Chaves del gobierno y de la dirección del partido: el signo más evidente en la última década fueron aquellas elecciones autonómicas del 25 de marzo de 2012 en las que el PP de Javier Arenas ganó en votos pero sin la mayoría suficiente para gobernar. Por esas fechas, Vox ni existía y Ciudadanos era un embrión y hoy, un muerto precoz. Aquella campaña del Partido Popular, que percutió sin descanso en el caso de los ERE fraudulentos, entonces en una incipiente fase de instrucción en manos de la jueza Alaya, concluyó con un mapa de Andalucía pintado de azul.

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