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El Orgullo Crítico desafía al oficial sustituyéndolo en las calles

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Nació hace ya catorce años como bloque alternativo, una suerte de subversión que desafiaba los movimientos tradicionales en torno al activismo LGTBI. El Orgullo Crítico de Madrid se consolida como el sector más contestatario, el que aspira a desafiar no sólo a un sistema heteronormativo, sino a cuestionar los mismos pilares del engranaje capitalista. Cada 28 de junio sale a las calles de manera autónoma, para reclamar un Orgullo que poco tiene que ver con el que patrocinan las empresas. También lo harán este domingo, pese a la crisis sanitaria.

Lur Barba forma parte del movimiento y recuerda los motivos para salir. "Nos hubiese gustado hacer más acciones, pero la situación no lo ha permitido", lamenta. A su juicio, mantener la manifestación es fundamental porque el colectivo "siempre ha sido invisible y ha estado relegado al ámbito privado". Quedarse ahí, en el rincón de lo privado, conlleva seguir soportando "la brutal violencia" que recae sobre las espaldas del colectivo. Para Barba reclamar los espacios públicos es casi una obligación. "Una forma de decir que existimos y resistimos, que estamos ahí, somos válidas y somos fuertes porque estamos unidas, no nos van a negar".

Pero entre los motivos para salir a la calle hay otro de peso: la ausencia del Orgullo oficial. Esta vez, los organizadores del evento han optado por el formato online. No habrá desfiles, no habrá conciertos, no habrá celebración. "Es el primer año que no lo hay, el primer año que no saldrán a la calle para exponer su márketing y su falso orgullo", relata la activista. "Es algo que tenemos que celebrar", también como constatación de que "no es necesario ese Orgullo" y que el movimiento crítico es el que da cobijo "a las disidencias".

¿Por qué esa oposición frontal a la rama oficial del colectivo? "Porque el Orgullo nace de una protesta, de una lucha y el oficial lo invisibiliza entre la fiesta, los conciertos y el alcohol. Es un insulto para nuestras hermanas que dieron la vida para que estemos donde estamos", pero sobre todo porque "ahoga el objetivo real de protesta, lucha y rebeldía".

El Orgullo Crítico, recuerda la activista, no renuncia a uno de los principales signos de su identidad: el anticapitalismo. De ahí el rechazo a la "fiesta del márketing y a que las empresas se pongan el pin mientras se llenan los bolsillos con ropa fabricada por esclavas", señala Lur Barba. Pero además la celebración oficial "no representa a todas: se invisibiliza a las trans, a las bolleras, las bisexuales, a los cuerpos gordos, los discapacitados". Y en medio de esa invisibilización, los representantes y portavoces del Orgullo "muchas veces ni siquiera son del colectivo y si lo son se presentan desde el privilegio de persona blanca, cis y de clase alta". Marta Sánchez, Mónica Naranjo, Javier Ambrossi y Javier Calvo son algunos ejemplos gráficos. Este año, Carlos Sobera será uno de los pregoneros.

Comunidad, apoyo mutuo y nueva normalidad

La actividad del Orgullo Crítico dio el pistoletazo de salida este lunes. Lo hizo en la céntrica plaza madrileña Puerta del Sol, a través de una acción directa, para recordar que si "alguien sabe de pandemias y confinamientos" es precisamente el colectivo LGTBI. "Una pandemia arrasó nuestra comunidad y si nadie movió un dedo fue porque somos las otras, las que no importan", señala la organización. Miran al pasado para recordar que en el presente, atravesado por otra pandemia, muchas personas se han quedado atrás. Son "las putas, las trabajadoras domésticas, las migrantes, las mayores". Todas ellas han "sobrevivido" gracias a las redes comunitarias, "al apoyo mutuo y a la solidaridad de los barrios".

Activistas del Orgullo Crítico este lunes en la Puerta del Sol.

Lo sabe bien Dimas Fernández, portavoz del Orgullo Vallekano, una de las plataformas que orbita en torno al Orgullo Crítico. En la periferia de Madrid, el colectivo ha trabajado durante la pandemia "en los centros sociales, cubriendo los turnos que podíamos y dando respuesta al estado de emergencia en el barrio". Son precisamente los barrios los que con más rotundidad han cubierto las necesidades básicas de sus vecinos, a través de redes colaborativas. Orgullo Vallekano respondió como se esperaba de ellos: de puerta a puerta.

"La gente LGTBI vive donde puede, no todo el mundo quiere vivir en Chueca ni ser visible en el gueto del centro", reflexiona Fernández. De ahí la importancia de construir "visibilidad en la periferia, en los barrios obreros". Con ese objetivo llevan cuatro años trabajando. Desde Vallecas saldrán este domingo, siguiendo un protocolo de seguridad, hacia la manifestación que irá de Atocha hasta Sol. "Las limitaciones del covid-19 nos impiden este año hacer los eventos de siempre", pero el colectivo no renuncia a manifestarse.

La motivación que les empuja a salir es la anunciada nueva normalidad. "La palabra normal no nos gusta nada", reconoce Fernández. Pero si el tránsito hacia un escenario inédito es inesquivable, "la normalidad no puede ser la que teníamos antes", amparada en la "exclusión por motivos de clase, género e identidad". Ahora, incide, es el momento para "hacernos una sociedad mejor". De esa idea bebe el lema del Orgullo Vallekano este año: "La nueva normalidad será anormal o no será".

Coincide Lur Barba. "Es un concepto que nos da bastante rabia porque se usa como una meta a conseguir, como un objetivo de esperanza o libertad". Pero al colectivo el término normalidad, aunque venga acompañado con el prefijo nueva, no les sugiere buenas noticias. Para ellos se traduce en "violencia institucional y social, volver a los insultos en la calle, a las palizas, a las miradas indiscretas, a la negación de las identidades y a la precariedad", señala la activista.

Según el último informe de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA) sobre igualdad LGTBI, en España el 48% de las personas encuestadas evita dar la mano a su pareja del mismo sexo en público y el 32% esquiva determinados lugares por temor a una agresión. En añadido, el 21% de las personas que participaron en el estudio reconoció haberse sentido discriminada en el trabajo durante el último año. El 41% de ellas fue acosada en los últimos doce meses y sólo el 11% de las víctimas denunció ante la policía ataques físicos o sexuales. De acuerdo a los datos del Observatorio Madrileño contra la LGTBIfobia, sólo en la comunidad se constataron un total de 345 agresiones a lo largo de 2018.

La nueva normalidad, por tanto, debe llamar al menos a una reflexión en torno a "toda la violencia que aún existe", sostiene Lur Barba. Y que los gobiernos, las instituciones, los poderes públicos "luchen de verdad por nosotros, que se haga algo real y eficiente para que podamos salir a la calle" porque el Orgullo "nos ha metido en una nube de conformismo con la fiesta y los privilegios, cuando aún queda mucho por luchar". La nueva normalidad, expresa la activista, debería abrir la puerta a espacios "donde todos podamos vivir y no sobrevivir".

Contra los posicionamientos tránsfobos

No titubean tampoco los colectivos más críticos en su rechazo frontal a lo que entienden como posicionamientos tránsfobos por parte del Partido Socialista. "Desde luego, estamos completamente en contra de su argumentario, nos parece completamente nefasto", clama el portavoz vallecano. A su juicio, el movimiento feminista debe ser "amplio y no excluir a nadie", tampoco a las mujeres trans. "Otro tipo de feminismo no nos interesa", sentencia.

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A principios de junio, el documento "argumentos contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres", un argumentario feminista interno del partido, salió a la luz. "Estamos en contra de los posicionamientos que defienden que los sentimientos, expresiones y manifestaciones de la voluntad de la persona tienen automáticamente efectos jurídicos plenos", expone el texto, construido sobre la base de que el "sexo es un hecho biológico y el género una construcción social".

Para Lur Barba la posición de los socialistas "vulnera los derechos de las personas trans y como siempre las mujeres se llevan el doble". Pero además, los activistas lamentan que el argumentario provenga del seno de un partido emblemático para el movimiento. "Ha sido especialmente decepcionante, doloroso y frustrante" que la postura proceda del "Gobierno y de un partido que se dice progresista".

Varios colectivos han expresado ya su rechazo al argumentario y han exigido una rectificación. Así, la Confluencia Trans ha optado por demandar una comparecencia de la vicepresidenta Carmen Calvo, mientras que otras organizaciones han firmado una petición por la expulsión del PSOE de los actos oficiales del Orgullo 2020 si no corrige su posición.

Nació hace ya catorce años como bloque alternativo, una suerte de subversión que desafiaba los movimientos tradicionales en torno al activismo LGTBI. El Orgullo Crítico de Madrid se consolida como el sector más contestatario, el que aspira a desafiar no sólo a un sistema heteronormativo, sino a cuestionar los mismos pilares del engranaje capitalista. Cada 28 de junio sale a las calles de manera autónoma, para reclamar un Orgullo que poco tiene que ver con el que patrocinan las empresas. También lo harán este domingo, pese a la crisis sanitaria.

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