El lector que quiera informarse sobre cómo avanza la búsqueda de un medicamento eficaz contra el covid-19 no lo va a tener fácil si lo busca en Google sin más. Aparece un maremágnum de comunicaciones empresariales, resultados de ensayos de distintas fases, informaciones contradictorias, porcentajes que dicen una cosa y la contraria... Resumiendo el embrollo: no ha sido fácil, ni lo va a ser, pero se está avanzando. En la actualidad, y a falta de aún más experimentos, dos vías son las más prometedoras para conseguir un fármaco que alivie de manera contundente los síntomas una vez contagiado y que, incluso, evite la transmisión a otras personas. Una es la creación de anticuerpos artificiales, a imagen y semejanza de los que se producen en el cuerpo cuando detecta un patógeno: y otra es la inhibición de proteínas humanas que utiliza el virus para replicarse, en cuya investgación está avanzando una farmacéutica española.
El camino está siendo lento, pero sigue habiendo senda: según explica una científica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el virus "está dando mucha tabarra". Se ha dado con varias vacunas en un tiempo récord, pero no estamos teniendo la misma suerte con los tratamientos.
El primer paso de la industria farmacéutica, dada la urgencia, fue experimentar con fórmulas ya inventadas para comprobar si funcionan contra el covid-19. Es lo que se conoce como reposicionamiento de fármacos. Por ahora, la suerte ha sido limitada. La hidroxicloroquina, a pesar del bombo del que disfrutó y la propaganda que le dio el expresidente estadounidense Donald Trump, no funciona. El compuesto provocó un terremoto en la comunidad científica: se publicó un paper asegurando que su uso era peligroso para los pacientes con covid y, posteriormente, tres de los cuatro autores se retractaron porque no pudieron comprobar la fiabilidad de la base de datos, proveniente de una empresa privada, que habían utilizado. Semejante fortuna corrió la ivermectina, que tras la retirada de un artículo alabando su efectividad no ha vuelto a disfrutar de un gran ensayo clínico que evalúe con los voluntarios suficientes su desempeño.
Un año después, la Agencia Europea de los Medicamentos (EMA) solo ha aprobado de manera definitiva para su comercialización contra la pandemia el uso del remdesivir, un antiviral ideado por Gilead en 2009 para combatir el ébola. El tratamiento más común en los hospitales en la actualidad consiste en dispensarlo acompañado de dexametasona, que no tiene ese ok definitivo pero que sí tiene el visto bueno del regulador para utilizarlo en pacientes que necesitan oxígeno suplementario. Otros cinco remedios están en "revisión continua" por la agencia, lo que implica que se pueden aplicar, pero siempre bajo condiciones muy concretas y a expensas de nuevos datos que animen a una aplicación más extensa o a una paralización.
La gran mayoría de remedios aprobados, aunque sea de manera parcial, por la EMA, logran reducir el porcentaje de complicaciones fatales en los pacientes graves. Salva vidas no solo por su aplicación directa, también por la liberación de recursos sanitarios. Es el último recurso, útil, pero no suficiente. Según cálculos de la propia Gilead, si se hubiera aplicado Remdesivir desde el principio de la pandemia se habrían salvado 7.639 vidas. Está bien, pero "no es la panacea", considera la científica de Química Medicinal del CSIC Nuria Campillo. Cree que la ciencia puede ir más allá. "Se creía que iba a ser un tratamiento más eficaz, que se iba a utilizar de primera mano, y no está siendo así".
El SARS-CoV2 da "mucha tabarra" porque no solamente hay que evitar que el virus se replique a su gusto en el cuerpo, una tarea ya de por sí complicada: hay que luchar contra la inflamación y contra la peligrosa tormenta de citoquinas, una sobrereacción del sistema inmunitario que en ocasiones es la que lleva a la muerte. Campillo tiene sus esperanzas puestas en los medicamentos basados en anticuerpos monoclonales porque, según explica, tienen la capacidad de dirigirse contra los tres elementos. "Son los que mejor están funcionando", considera la especialista.
¿Qué son los anticuerpos monoclonales? Se trata, simplificando, de anticuerpos como los que genera el cuerpo humano como respuesta a una infección, pero diseñados en laboratorio para atacar directamente al virus. El anticuerpo monoclonal bamlanivimab tuvo el honor, así, de ser el primer medicamento contra el covid ideado de manera específica: no se trata de un reposicionamiento. Hay ya evidencia de su funcionamiento en pacientes graves que no necesitan oxígeno, al contrario que la dexametasona. A pesar de que no cumple el objetivo final de la búsqueda, es decir, un fármaco que evite que los pacientes leves se conviertan en graves, se mantiene la esperanza de que lo podrían conseguir.
AstraZeneca, por ahora, no lo ha conseguido: el objetivo declarado por la empresa en su ensayo clínico de anticuerpos monoclonales era prevenir el covid sintomático, y su remedio solo lo evita en un 33%, lo que no se considera suficiente. Otros ensayos clínicos, como el de Celltrion con regdanvimab, muestran que podrían evitar el 70% de hospitalizaciones, aunque los resultados aún tienen que ser revisados de manera independiente. Roche informó de resultados similares en fase III (es decir, probando los medicamentos en humanos), en su caso con una combinación de anticuerpos: casirivimab e imdevimab. Aún falta para que estos datos preliminares se conviertan en definitivos, pero son buenas noticias.
La gran esperanza española: la plitidepsina
La plitidepsina, compuesto químico comercializado bajo el nombre de Aplidin por la farmacéutica española Pharmamar, podría funcionar muy bien contra el covid. Así lo aseguran investigadores de San Francisco que, junto al prestigioso microbiólogo del Icahn School of Medicine at Mount Sinai de Nueva York Adolfo García-Sastre descubrieron que el fármaco tiene la capacidad de hacer frente al coronavirus de una manera que pocos se imaginaban. No ataca al patógeno directamente, sino que inhibe las proteínas del cuerpo humano que el virus utiliza para replicarse.
La farmacéutica está especializada en inflar sus resultados sin pruebas médicas que lo sustenten. Su presidente, José María Fernández, ha declarado que Aplidin es "el antiviral más potente que se ha descrito jamás". Eso tendrán que decirlo los ensayos clínicos de fase III, en humanos, que ya han comenzado en varios hospitales del país. Los que saben rebajan las expectativas, aunque esperan que las pruebas demuestren que su aplicación es bastante mejor que el remdesivir y la dexametasona. El ensayo clínico, apunta García-Sastre, es menos ambicioso, pero está esperanzado. "Lo que mide es la reducción del número de días de hospitalización. Hay puntos secundarios, pero ese es más importante".
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El catedrático reflexiona sobre la esperanza de los anticuerpos. "Son medicamentos que no tienen tantas posibilidades de causar efectos adversos, porque son moléculas nuestras. Con otros fármacos, cada uno tiene sus propias características sobre cuánto hay que administrar, por lo que es más difícil avanzar". En esta carrera, la velocidad es clave, porque hay muchas vidas por salvar.
De cara al futuro, lo ideal es un cóctel de medicamentos que, en primer lugar, ataquen distintas partes del virus, para que sigan siendo eficaces con otras mutaciones o variantes: y, en segundo lugar, para que afronten tanto la replicación del virus como los problemas respiratorios, cardiovasculares e inflamatorios que generan. Pero García-Sastre considera normal, más allá de las características intrínsecas del SARS-CoV2, que un medicamento bueno tarde más que una vacuna. "Con las vacunas normalmente o es fácil conseguirlas o es difícil. No hay término medio. Suelen funcionar con el mismo mecanismo, aunque puede que haya variación, si despiertan una respuesta de anticuerpos o celular. Pero no hay mucha variabilidad con respecto a lo que estás buscando. Los medicamentos son más complejos. Hay diferentes fases de la enfermedad, hay distintas patologías y a la hora de inhubir la replicación del virus hay distintos objetivos".
Hemos tenido suerte con la vacuna y con los medicamentos, aunque el objetivo final esté más cerca gracias a los anticuerpos monoclonales y las proteínas, aún hay que seguir llamándola. Concluye el investigador: "A lo mejor los queda un camino corto porque los resultados sean muy buenos o a lo mejor es más largo. Es muy difícil de predecir".