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La universidad privada despega en Madrid al calor de la Iglesia o la banca (y los fondos de inversión acechan)

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Miércoles, 12 de febrero de 1997. El entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y el consejero de Educación, Gustavo Villapalos, se desplazan al sur de la región para dar el pistoletazo de salida al que sería uno de sus proyectos "más atractivos" y "ambiciosos". "Las cosas grandes empiezan por ser pequeñas", sostienen en los discursos pronunciados durante la colocación de la primera piedra de la Universidad Rey Juan Carlos. Fue el sexto centro público universitario en la región. Y, al mismo tiempo, el último. Desde entonces, no se ha producido otra apertura similar. Un hecho que contrasta con el despegue de la red privada de enseñanzas superiores, que no ha parado de incrementar su oferta. Sobre todo, en los tres últimos años.

En el momento en el que echó a andar la Rey Juan Carlos, había reconocidas en la Comunidad de Madrid seis universidades privadas: Pontificia de Comillas, Antonio de Nebrija, Camilo José Cela, Europea, Alfonso X y CEU San Pablo. Entonces, había cierto equilibrio entre ambos modelos en relación con las enseñanzas superiores. Ahora, sin embargo, las privadas ya duplican a las públicas. En lo que va de siglo se ha producido el reconocimiento de otra media decena de instituciones de este tipo: la Francisco de Vitoria y la UDIMA en la primera década y las cuatro restantes desde 2019. Es decir, que solo en los tres últimos años se ha dado luz verde al doble de universidades privadas que en los más de tres lustros anteriores.

Una cifra que, no obstante, va camino de incrementarse. El pasado miércoles, el Consejo de Gobierno aprobaba el proyecto de Ley de reconocimiento de un centro más de estas características: la Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología (UDIT), que actualmente es, bajo las siglas ESNE, solo una entidad asociada a la Camilo José Cela. Desde el Ejecutivo regional dan relevancia a que el centro vaya a estar destinado "exclusivamente al diseño y a la tecnología aplicada", lo que "incrementará", en su opinión, "la atracción que de por sí Madrid ya ejerce sobre estudiantes tanto nacionales como internacionales". "El objetivo es que sea un referente a nivel internacional", tratan de vender.

La decisión final estará en manos de la Asamblea de Madrid. De nuevo, por el procedimiento de lectura única, para agilizar al máximo los trámites. De aprobarse, sería la segunda universidad privada bendecida en la era Ayuso –y la decimotercera en la región–. Se uniría así a la Universidad Internacional de la Empresa (UNIE), cuyo reconocimiento fue de lo poco que la presidenta regional logró hacer a nivel legislativo durante su primera etapa. Un movimiento que, no obstante, daba continuidad a la senda marcada por el Ejecutivo anterior, que a las puertas de los comicios de 2019 había logrado el visto bueno de la Cámara para otros tres centros: Villanueva, ESIC y Cunef.

Desde la oposición critican la rápida expansión de la universidad privada en los últimos años. "Han visto en ello un modelo de negocio, al igual que sucede con la formación profesional", señala al otro lado del teléfono Antonio Sánchez, responsable de Universidades en Más Madrid. El diputado lamenta que estos "chiringuitos" sean lo único de lo que se ha hablado en materia de enseñanzas superiores durante los tres últimos años. Mientras, dice, se mira hacia otro lado cuando se pone sobre la mesa la situación de deterioro en el que se encuentra inmersa la red universitaria pública. "Las universidades más grandes no han dejado de crecer, pero el presupuesto de las mismas no ha aumentado proporcionalmente", sostiene.

Por el momento, los centros públicos siguen absorbiendo en la región a más de siete de cada diez alumnos matriculados en estudios de grado, según los últimos datos del Ejecutivo madrileño. Sin embargo, la brecha de plazas ofertadas entre ambos tipos de educación se ha ido reduciendo década a década. Volvamos a finales de los noventa. En el curso 1997-1998, el 83% de los sitios vacíos que las universidades de la región ponían sobre la mesa eran públicos. En el 2020-2021, el crecimiento exponencial de la privada ha hecho que esa misma cifra se sitúe en el 56,8%, según los datos oficiales de la Comunidad de Madrid.

De la Iglesia al grupo mediático pasando por la banca

Tras las últimas universidades bendecidas por el Gobierno autonómico se entremezclan intereses de todo tipo. La de Villanueva está vinculada al Opus Dei, mientras que ESIC a la Congregación Religiosa de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús. La Fundación AEB –Asociación Española de Banca, la patronal que aglutina al Santander, BBVA o Sabadell– es titular, por su parte, de la Universidad Cunef, que centra su actividad formativa en áreas como la economía, las finanzas y el derecho. Y la promotora de la Universidad Internacional de la Empresa, la primera a la que dio luz verde Ayuso, es Ontreo Plus, una de las sociedades del Grupo Planeta.

"La Iglesia ha tenido siempre un interés en los centros de enseñanza. Antes, por esa labor de difusión del pensamiento que hay que reconocerle; ahora, por esa capacidad que les da para hacer proselitismo. En cuanto a la banca, yo creo que parte del interés surge por ese prestigio que puede darles el tener una universidad", reflexiona Sánchez. Sin embargo, en lo que más hincapié hace el parlamentario es en el aspecto económico: "Es un negocio satisfactorio que genera clientes fijos todos los años".

Los datos están ahí. El último estudio sobre este sector elaborado por DBK cifraba en 1.955 millones de euros los ingresos totales generados por las universidades privadas españolas en 2020. Un incremento del 7,1% respecto al ejercicio prepandemia. Y del 53% respecto a la cifra registrada un lustro antes, en 2015: 1.255 millones de euros. Por eso, los fondos de inversión no quitan ojo al suculento pastel. A finales de 2018, Permira se hizo con la Europea por 770 millones de euros. Y unos meses después, en marzo de 2019, CVC se hacía con Alfonso X El Sabio por 1.100 millones de euros. Dos colosos que ahora tienen la vista puesta en Cunef, el centro de la banca.

Lobby e informes en contra

ESNE, por su parte, lleva desde finales de 2017 tratando de convertirse en la Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología. Pero ni el Gobierno de Cristina Cifuentes ni el de Ángel Garrido dieron ese paso. Tampoco lo hizo el primero de Ayuso. El proyecto no parecía convencer a la Dirección General de Universidades, entonces en manos de Ciudadanos. Pero en cuanto la coalición se vino abajo, el proyecto se reactivó. Algunos medios como El País sitúan detrás de este impulso a la entonces viceconsejera de Educación, Rocío de Albert –actualmente de Política Educativa–. De hecho, es ella misma la que firma la memoria justificativa del proyecto.

Y lo hacen, precisamente, por su estrecha vinculación con este centro. En su declaración de bienes de octubre de 2019 ante la Asamblea de Madrid, incluye entre sus actividades que es miembro del Consejo Académico Asesor de ESNE. Asimismo, aparece en un vídeo de la propia escuela de una graduación de ese mismo año en el que se la presenta como vicepresidenta académica de la escuela. "Uno de nuestros compromisos es seguir potenciando las relaciones con las diferentes empresas, que retroalimentan y mejoran nuestras titulaciones y nuestros proyectos de investigación", señalaba entonces ante los alumnos de una escuela por la que también se ha dejado ver el expresidente regional Alberto Ruiz-Gallardón.

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Al diputado de Más Madrid le resulta "sorprendente" que se dé luz verde a este tipo de proyectos a pesar de contar con informes en contra. En febrero de 2019, por ejemplo, el Consejo Universitario emitió por "unanimidad" una valoración "desfavorable". Basó su disconformidad "en los informes negativos" de la Conferencia General de Política Universitaria y de la Fundación para el Conocimiento Madrid+D. "Señaló de forma expresa la importancia de que una universidad cuente con los medios personales y materiales adecuados para una actividad investigadora, de los que, según consideró, carecía el proyecto presentado", recoge la Memoria de Análisis Normativo.

No es la única que se ha encontrado con cierta oposición. El Consejo Universitario de la Comunidad de Madrid también rechazo en su momento la puesta en marcha del centro impulsado por el Grupo Planeta. "La experiencia previa que tiene el centro adscrito, que es desde donde surgiría la nueva Universidad, se restringe a solo 6 títulos de master de tan reciente implantación que no tenemos constancia de ningún resultado de evaluación externa. Con ese bagaje tan reciente, proponer la implantación inmediata y simultanea de otros 2 títulos de master y sobre todo de 6 grados nuevos nos parece poco realista", recogía el acta de la reunión.

Los rectores de las públicas también se rebelaron cuando Garrido dio impulso a sus tres centros privados. "No se detecta una base para establecer con éxito programas de doctorado, máxime debido a la carencia sobre actividad investigadora, de innovación y de transferencia de conocimiento".

Miércoles, 12 de febrero de 1997. El entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y el consejero de Educación, Gustavo Villapalos, se desplazan al sur de la región para dar el pistoletazo de salida al que sería uno de sus proyectos "más atractivos" y "ambiciosos". "Las cosas grandes empiezan por ser pequeñas", sostienen en los discursos pronunciados durante la colocación de la primera piedra de la Universidad Rey Juan Carlos. Fue el sexto centro público universitario en la región. Y, al mismo tiempo, el último. Desde entonces, no se ha producido otra apertura similar. Un hecho que contrasta con el despegue de la red privada de enseñanzas superiores, que no ha parado de incrementar su oferta. Sobre todo, en los tres últimos años.

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