Exégeta de los estupefacientes y del comercio libre, Antonio Escohotado recibe una tarde de viernes en el salón de su casa. Vive en la sierra de Madrid, en una urbanización de lo que podría ser “la República Independiente de Galapagar”, como le gusta llamarla. Conserva a sus 76 años una lengua jovial y una figura quijotesca. No pone pegas a ningún tema. Su análisis ha transitado por múltiples realidades ontológicas, igual que su currículo laboral: ha ejercido como profesor de Sociología, Derecho o Filosofía en la Universidad, como articulista en diarios como El País, El Mundo o Diario 16 y como propietario de una discoteca. Todo antes de jubilarse. Un concepto, en su caso, contrario a la inactividad: no deja de escribir a diario, conceder entrevistas a regañadientes o participar en charlas.
Durante la década de los setenta perteneció a esa contracultura que se establecía en Ibiza como quien aterriza en un universo alternativo compuesto por mar, ácido lisérgico y amor sin exclusividad. Utilizó una excedencia en el Instituto de Crédito Oficial para buscar aventuras en aquel Katmandú ibérico y experimentar con las fichas que repartía la existencia. El autor de la tesis doctoral La conciencia infeliz. Ensayo sobre la filosofía de la religión de Hegel (1971) o de Realidad y substancia (1986) dio un salto al panorama más mediático con su Historia general de las drogas, publicada en 1989 como una enciclopedia de todas las sustancias “que provocan –en dosis ridículamente pequeñas si se comparan con los de otros alimentos- grandes cambios orgánicos, anímicos o de ambos tipos”. La postura de Escohotado contra la prohibición de su venta y consumo le llevó por platós de televisión y convirtió un díptico sintetizado de esta obra (Historia elemental de las drogas y Aprendiendo de las drogas) en un superventas, acumulando en actualmente hasta 15 reimpresiones con la editorial Anagrama.
Lo mismo le ha pasado recientemente con la trilogía Los enemigos del comercio, esta vez publicada por Espasa. En ella recorre la formación de esta actividad, desde el trueque hasta las sociedades totalitaristas, y ha encadenado miles de ventas sin apenas reseñas o alusiones en suplementos literarios. Ganador de premios como el Anagrama o el Espasa de Ensayo, su bibliografía anda repartida entre publicaciones agotadas, tiradas vetustas y depósitos de lance. Por eso, su hijo Jorge ha asumido la “enorme responsabilidad” de recoger su legado y acercarlo “de una inmensa minoría a una pequeña mayoría” gracias a La Emboscadura, una iniciativa online que recoge toda la obra de su padre. “Está muy descatalogada y dispersa. Queremos aprovecharnos de la tecnología para llevar sus textos a lugares donde se demanda y no está”, cuenta su vástago, periodista de formación, en uno de los sillones que decora este espacio plagado de libros en todas las orientaciones posibles. Mientras, uno de nuestros más célebres libertinos escucha cortes de melodías clásicas en Youtube, encadena cigarrillo tras cigarrillo y se sirve en vaso ancho de una cerveza en lata. No parece que la edad haya acabado con ese sueño de libertad que impregna su biografía. Se reposta para hablar, vacía un cenicero lleno de colillas y expone, entre pequeños movimientos de manos y algún que otro conato de carcajada, toda una ristra de argumentos eruditos, plagados de citas o referencias.
PREGUNTA. Empezando por sus últimos títulos: ¿Es Internet un enemigo del comercio o un aliado?
RESPUESTA. Aliado total, no sólo del comercio sino del hombre. Internet, por ejemplo, me da gratis la música que yo quiera. ¡Y tengo para elegir varios intérpretes! No sólo es Internet, es que han aparecido muchas personas que ofrecen su trabajo gratis.
P. ¿Y tenerlo gratis no choca con la idea del comercio?
R. Para nada. Fíjate cómo funciona Google…
P. Pero, mientras Google gana mucho, otros no ganan nada.
R. ¿Qué otros? Para ganar es preciso ofrecer servicios útiles.
P. ¿Y eso no termina siendo una especie de parásito comercial para otros actores, que no pueden competir contra los titanes tecnológicos?
R. El comercio es la forma pacífica de relacionarse con otros, contratando en vez de conquistando. El único contrato prohibido es el que no tiene límite temporal, porque evocaría algo análogo a la esclavitud. Marx llamó al proletariado clase conquistadora, sin reparar en que la única alternativa al mercado de bienes y servicios es el de personas. El error del profesional antiguo fue invertir en esclavos sus beneficios, convirtiendo el trabajo en la maldición de quien no puede apropiarse sus frutos, porque no es persona jurídica. Eso, que parecía el gran negocio, arruinó lentamente al Imperio Romano y montó un gran leprosario en Europa, mientras los caminos se esfumaban entre generales bendiciones a la santa pobreza. Las cosas empezaron a cambiar con la llamada revolución comercial del siglo XII, cuando reemerge el trabajo remunerado y la propiedad deja de ser intransmisible.
P. Pero el salto del trueque al comercio es el beneficio.
R. El trueque incluye tantos beneficios como la transacción monetaria. Pero sólo ésta racionaliza el intercambio, perfeccionando el circuito estímulo-recompensa.
P. Otra de las cosas que ha cambiado Internet es esa forma de intercambio. Ahora se prestan cosas o se habla de ‘economía colaborativa’.
R. ¡Es que es tan magnánimo que van a pasar cosas insólitas! Es amplitud, brazos abiertos, en vez de manos cerradas. Ves cómo cada cual sube unas noticias y millones de personas las ven. La humanidad, más o menos conscientemente, se da cuenta de lo que es noticia, información. El orgasmo, por ejemplo, es una noticia. Todo es espiritual e Internet es el final de una espiritualización: desaparece la moneda anterior por una de confianza y, pronto, esta pasará a concretarse en tarjetas de crédito o en mecanismos de lectura de retina o huellas dactilares. Todo se espiritualiza, pero no en el sentido puritano del más allá o el más acá, el bien o el mal, el dolor y esas especies de basura. No. El ser humano se va haciendo cada vez más alma sin perjuicio de otras cosas, igual que hemos perdido los dientes o el pelo porque no los necesitamos. No me extrañaría que haya una rápida evolución en el sentido morfológico y que pronto el ser humano se dé cuenta de que, ante todo, debe ser los cinco sentidos. Probablemente en unos años estemos metidos en peceras, flotando en diferentes fórmulas químicas que se cambian según lo que pidamos cada día: estimulantes, analgésicos, visionarios…
P. Esta realidad tan vaporosa, que no se palpa, ¿qué hueco deja para la moral?
R. Los principios morales son puro espíritu. Que el dinero sean doblones de plata, billetes o bitcoins no cambia nada.
P. ¿Nos seguiremos haciendo las mismas preguntas en una sociedad tan líquida?
R. Heráclito decía que la moralidad podía resumirse en seguir lo común, desoyendo las invitaciones de priorizar lo privado. Ese principio de moralidad marca las lindes del ‘hago lo que debo’ y el ‘hago lo que me da la gana’. Hay un montón de personas que cifran el éxito de su vida en salirse con la suya, y son los malos de la película.
P. ¿Dónde se pondría la verja de la libertad de cada uno en un mundo donde no te ves la cara?
R. La razón nos dice dónde está lo común, con tal de tener buena fe y paciencia. Sencillamente, no hagas aquello que no quieras que te hagan. Estamos en la higuera mientras no admitamos que la libertad es responsabilidad, y también el máximo goce. Siguiendo con Heráclito, seremos de esos que parecen presentes pero están ausentes, pues “como no saben escuchar, tampoco saben hablar”. Careciendo de elocuencia –capacidad para convencer- recurren al terror.
P. ¿No nos está aislando la falta de interacción?
R. Las tecnologías nos conectan. Han hecho el prodigio de acabar con la distancia. Ahora las diferencias son diferencias anímicas. Mientras quede claro que el deber nos compromete ante todo a nosotros mismos, generalizar el bien común será lo normal a largo plazo.
P. ¿Qué papel juega el Estado en ese individualismo conectado?
R. El Estado es una creación espontánea, fruto de sociedades donde la densidad de los conocimientos y del tejido económico desterraron el familismo, el tribalismo, el localismo y el confesionalismo, creando una institución al servicio del derecho que es por eso es el único titular legítimo de la violencia.
P. ¿Cómo choca la libertad individual con el Estado que tiene que regular esas libertades?
R. Los ciudadanos están interesados en que haya Estado, y este debe hacer valer la libertad como piedra miliar de la seguridad, sin convertirse en instrumento de una mera legislación. Hay que distinguir entre derecho y ley.
P. ¿Cuál es la diferencia?
R. El derecho es reciprocidad: ‘No pidas sin dar, no recibas con ingratitud’. También cabe decir que los pactos tienen fuerza de ley entre las partes, y quien los incumpla deberá indemnizar. Por supuesto, cada actividad particular será regulada –como la circulación terrestre o aérea-, pero sólo surgen fricciones entre la norma universal permanente y los decretos cuando algunos pretenden sustituirla por su particular arbitrio.
P. ¿Y cómo se regula Internet?
R. Por fortuna, es imposible. Cierras una página de venta de todo como Silk Road y brotan tres. Ser un orden horizontal y no vertical lo hace indecapitable. Lo mismo ocurre antes o después con lo que llamamos razón, espíritu, inteligencia, belleza y bondad. Internet es el fruto más espectacular del trabajo hecho estos dos últimos siglos.
P. ¿Por qué si es imposible ponerle coto y es capaz de representar un conocimiento libre no han cambiado tanto las cosas?
R. Mira mi caso, que por independiente anduve décadas sujeto a la ley del silencio mediático. Internet dinamitó esa autocensura, y los periódicos sectarios se irán al garete si no cambian.
P. Aun así, la gente sigue desinformada.
R. Porque quieren. Porque por primera vez, la gente se entera de todo con un clic. A fondo. No darse cuenta de eso o no hacerlo práctico en tu vida, no dedicarle unas horas al inmenso deleite y conocimiento, resulta asombroso. Es una ampliación tal del espíritu humano que es inefable. Me canso de decir que esto tiene más trascendencia que la conquista del fuego.
P. Yendo al tema de las drogas: uno de tus manuales estuvo a punto de introducirse en los planes educativos. No se hizo, y muchos chavales no tienen ni idea de estas sustancias aunque el consumo crezca.
R. Muchas veces, no tiene nada que ver el conocimiento o no. Fíjate en California: el primer referéndum no salió al principio porque fue un domingo, la gente se había ido de marcha y no fue a votar. Hay que aceptar la responsabilidad individual, por eso la libertad es el goce supremo: porque es aceptar la exigencia y la responsabilidad suprema.
P. Pero, como en el caso estadounidense -que despenaliza el consumo de cannabis por enfermedad- habrá que decidir en comunidad, ¿no?
R. Nada ocurre a la primera, y veremos cuánto tarda el ser humano en adaptarse a la maravilla de tener a mano prácticamente todo el conocimiento.
P. ¿Qué falta, pues, para que países como Colombia despenalicen el tráfico, sabiendo que la droga es un problema que causa muertos y desplazamientos?
R. Buenísima pregunta para hacérsela a ellos. Que la respondan y se atengan a la respuesta. Uno de los disparates más actuales es que parte del mundo se permita discutir las instituciones democráticas de la otra parte, o pretenda subvencionar indefinidamente a continentes como África, cuando sólo limpiar su propia casa capacitará a esos países para disfrutar de las tierras todavía más vírgenes. ¿Imaginas cómo recibiría África a 30 o 40 millones de europeos decididos a pedir asilo?
P. Vayamos al inicio: ¿cómo pasó el consumo de drogas de ser un acto pagano a ser un acto de fe?
R. Las religiones paganas tenían ritos de comunión. Las culturas ágrafas y paganas tenían ciclos -como pasar de niño a adulto, o de ciudadano a guerrero- que solucionaban con un veneno psicoactivo. Lo tomaban y luego se ponían a pensar. Cuando llegaron las religiones, como el cristianismo o el Islam, en el siglo II y III, fueron prohibiendo estos ritos poco a poco, hasta exterminar los cultos antiguos sin decir por qué. Su comunión era, para ellos, una hostia insalvable.
P. ¿En qué se distingue intoxicación y ebriedad?
R. Hay drogas sin toxicidad, como el cáñamo, los hongos psilocibios o el LSD. Pero un mal viaje te puede llevar al suicidio o a matar, porque te estás jugando el alma, no un riñón.
P. ¿De qué sirve la pérdida de consciencia que se consigue gracias a las drogas?
R. Hay quien persigue el éxtasis sordomudo del vudú, el sopor imbecilizado del borracho, y el hablar por hablar de quien pierde los estribos con coca o speed.
P. ¿Por qué ha ido cambiando el comercio de drogas? Hasta hace no mucho, por ejemplo en España, se compraban anfetaminas sin problema.
R. Cuando yo vivía en Ibiza, te daban mescalina en las farmacias, sin receta. Y los nórdicos compraban cajas de Optalidón, que es anfetamina. Hacían lo mismo con la centramina o la bencedrina. Muchos se vendían como remedio a la obesidad, porque la anfetamina te quita el apetito.
P. ¿Crees que va a pasar eso en Uruguay, que empezará a dispensar marihuana cultivada y vendida por el Estado?
R. La iniciativa uruguaya es grotesca. Fue planteada por personas que no fuman y en el fondo son prohibicionistas, que queriendo brillar como progres urden disparates en cadena. Finalmente, manda la Administración, y sólo puedes fumar marías con el 6% de THC. Es como volver al coche de caballos teniendo Mercedes y BMV. Una cosa está clara, y es que obedecer una ley injusta significa ser cómplice de ella. Y la diferencia entre seres humanos está en quienes cumplen el derecho y quienes lo confunden con legislación. No faltan quienes violan el derecho, como los asesinos y ladrones, pero los más insidiosos –por gregarios y pusilánimes- son quienes acatan leyes contrarias a derecho.
P. ¿Cómo se logra ese cambio en cada país?
R. Uno: cada cual cumplirá con su personal deber. Dos: nada ocurrirá de la noche a la mañana. Tres: cada sociedad cumplirá lo democráticamente acordado por ella. Cuatro: las almas bien nacidas se cuidarán de desobedecer cualquier norma tiránica, por fondo o forma.
P. En este caso, la legalización en un país u otro afecta al ámbito internacional, porque muchos problemas globales vienen del tráfico de drogas.
R. Seis Estados de la Unión americana admiten ya el uso lúdico de marihuana, y van a ser los primeros exportadores mundiales. Que se prepare la Administración uruguaya a competir con el ‘buenismo’ puritano ante sus variedades.
P. ¿Cómo será el futuro de las drogas, con tanta química a nuestra disposición?
R. Nada me repele tanto como profetizar. Antes hablábamos de que estaríamos en una pecera con un líquido programado. Basta y sobra con presente y pasado.
P. Pero todas las drogas nos devuelven a lo ancestral, a las reuniones en comunión, y eso tiene algo de nueva religión.
R. Y hay religiones en torno a ellas, tanto las ayahuasqueras como la vampírica fundada por Burroughs.
P. ¿Significa eso que volvemos a sentir cierto una especie de vacío existencial?
R. En los sesenta y setenta comprendimos físicamente lo que Camus había explicado en El hombre rebelde, distinguiendo entre nihilismo y amor a lo substancial. Vimos hasta qué punto cabía ser honesto, precisamente desoyendo la parte injusta o anacrónica de las leyes. Comprobamos que se podía vivir muy bien con lo que otros tiraban por aburrimiento consumista, y rehabilitamos viviendas rurales despreciadas por sus propietarios, donde follar, drogarse y respetarse incondicionalmente inauguró una nueva ruta del espíritu. Aquella tribu se reunió y disolvió espontáneamente, dejando como fruto la revolución sexual, la única justa y duradera de los anales.
P. ¿Ahora no está eso mercantilizado? ¿No ha sido fagocitado por el capitalismo?
R. Lo inverso de mercantilizado es militarizado, o sacralizado. ¿Eso añoras? Para aquella tribu no sirve el refrán de que “segundas partes nunca fueron buenas”, pues si rebrotase efectivamente fascinará al mundo como otrora. En cuanto a sistema social, cuando comenzaba el siglo XX pareció que el capitalismo tenía una alternativa viable y decente en el colectivismo. ¿Te cabe la menor duda de que sus ensayos mesiánicos llevan invariablemente al hambre, cumpliendo la peor pesadilla kafkiana? Lo real es infinitamente complejo, y en vez de simplezas proceden observaciones.
P. ¿Qué drogas se consumían en aquella época?
R. De todo. Caballo, cocaína, marihuana, mucho ácido, opio…
P. Ahora los jóvenes consumen mucho MDMA (éxtasis).
R. Ya fue la gran droga de los años ochenta. Y ha tranquilizado mucho a la población mundial, porque el cóctel alcohol y cocaína es bastante más agresivo. Pero todo es irrepetible.
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P. Pero aquí hay decisiones que pueden acabar mal, como la heroína en generaciones pasadas.
R. Es un infundio que se repartiese heroína gratis. Más aún, es un infundio que la heroína causase problema alguno de salud o criminalidad durante las décadas en que se vendió sin receta por las farmacias del mundo entero. Son dos embustes groseros que cualquiera puede comprobar sin salir de Internet, simplemente contrastando informaciones de primera y segunda mano. Yo empecé intentando ser valiente y acabé aprendiendo a estudiar, un aprendizaje que me ha servido para ser dichoso hasta el día de hoy. Cierto es que me metí en serios berenjenales, pero si al deseo de saber no le añades un corazón aventurero, y aventuras propiamente dichas, no llegaste a nacer.
*Este artículo está publicado en el número #55 de tintaLibre. Puedes consultar toda la revista haciendo clic aquí.aquí
Exégeta de los estupefacientes y del comercio libre, Antonio Escohotado recibe una tarde de viernes en el salón de su casa. Vive en la sierra de Madrid, en una urbanización de lo que podría ser “la República Independiente de Galapagar”, como le gusta llamarla. Conserva a sus 76 años una lengua jovial y una figura quijotesca. No pone pegas a ningún tema. Su análisis ha transitado por múltiples realidades ontológicas, igual que su currículo laboral: ha ejercido como profesor de Sociología, Derecho o Filosofía en la Universidad, como articulista en diarios como El País, El Mundo o Diario 16 y como propietario de una discoteca. Todo antes de jubilarse. Un concepto, en su caso, contrario a la inactividad: no deja de escribir a diario, conceder entrevistas a regañadientes o participar en charlas.