El movimiento Ocasio-Cortez

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Risueña y de impoluto blanco –un guiño a las sufragistas– se paseaba Alexandria Ocasio-Cortez (Nueva York, 1989) por los pasillos del Congreso de Estados Unidos el mismo día que juraba el cargo. Joven, mujer, latina, de clase trabajadora, con un desacomplejado discurso de izquierdas, Ocasio-Cortez se ha convertido en un fenómeno político y mediático que ha traspasado fronteras. Hasta la fecha, su carrera política acumula dos grandes triunfos: primero, logró imponerse en las urnas al candidato Joseph Crowley, uno de los demócratas más poderosos de la Cámara de Representantes; y más tarde, se convirtió en la legisladora más joven de la historia del país. Todo lo que toca la congresista (reconocida bajo sus siglas, AOC), se hace viral. Pero, ¿se trata de una anécdota local, como lo definió Nancy Pelosi, o su éxito marca el comienzo de algo de más hondo calado?

La política, convertida en objetivo predilecto de los bulos y críticas de los medios conservadores, comenzó su andadura combatiendo el desdén de los demócratas. Un confiado Crowley abordó a su contrincante de manera indulgente y paternalista -pese a encontrarse en una coyuntura política imprevisible, algo que no debería resultar ajeno para el partido de Hillary Clinton-, hasta que Ocasio-Cortez empezó a escalar en las encuestas. Poco a poco, con un equipo de 20 personas y pequeñas donaciones de menos de 200 euros, el mensaje directo de AOC fue calando: dignidad económica, social y racial para todos los trabajadores. Tres reivindicaciones que se concretan en la eliminación de la agencia de control fronterizo, salud pública y empleos para todos los ciudadanos, la puesta en marcha del llamado New Green Deal (un importante plan de transición energética, con una agenda transformadora que va más allá de medidas medioambientales), un gravamen especial para las personas con ingresos superiores a 10 millones de dólares y una de las medidas estrella de Bernie Sanders, la imposición de un salario mínimo de 15 dólares la hora.

El fenómeno AOC comenzó con su vídeo de campaña y se ha ido consolidando en sus activas redes sociales, donde se muestra natural y cercana. “Se supone que las mujeres como yo no se presentan a las elecciones”, decía entonces. Con madre de origen puertorriqueño, Ocasio-Cortez nació y creció en el Bronx, como su padre. Ambos progenitores ahorraron todo lo que pudieron para que Alexandria pudiera estudiar en Yorktown, una zona más al norte, cuyos centros educativos tenían mejores condiciones que los de su distrito natal. En aquel colegio de mayoría blanca, AOC tomó conciencia sobre uno de los eslóganes más destacados de su meteórica carrera política: el código postal determina el destino de cada uno.

Tras terminar el colegio, cursó Economía y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston y regresó para trabajar como educadora y dinamizadora social en el Bronx. La prematura muerte de su padre dejó a la familia en una situación económica complicada, y así fue como Ocasio-Cortez terminó trabajando como camarera, en turnos infinitos. El año 2018 arrancó para ella sirviendo cócteles en una taquería de Manhattan y acabó viéndola convertida en una de las estrellas emergentes de la izquierda estadounidense. Su biografía es su mejor carta de presentación, el mensaje más poderoso de su campaña. Pero no solo.

En sus carteles, AOC -que se define “socialista” en un país donde se mira con recelo cualquier cosa asociada a esa etiqueta (sobre todo ahora, en plena crisis venezolana)- pedía el voto tanto en inglés como en español. Los dos idiomas al mismo nivel para convencer a los vecinos del neoyorquino distrito 14, que comprende las áreas del Bronx y Queens y cuenta con un 50% de población hispana. Sin embargo, la campaña de Ocasio-Cortez (vinculada a los Socialistas Democráticos de América) también requirió abundante trabajo de campo: 70.000 llamadas de teléfono, 20.000 visitas a domicilios, 120.000 mensajes de texto e incontables kilómetros de trabajo en la calle para difundir su programa casi puerta a puerta.

La baza de la diversidad

El ascenso de AOC se ha beneficiado también del resbaladizo contexto social y político. Ha surgido por la izquierda en un momento de importantes discusiones en el seno del Partido Demócrata. Personifica, además, el que se ha convertido en uno de los debates más candentes de la izquierda: ¿es posible articular un discurso poniendo en el mismo nivel la diversidad y la clase social? Frente a quienes sostienen que apelar las cuestiones identitarias en lugar de hacerlo a la clase social, resta, Ocasio-Cortez ha apostado por un discurso contra el sistema económico desde una perspectiva de género, raza y relevo generacional. En su caso, llegando incluso a ampliar el electorado del distrito por el que concurría a las urnas.

Pero, ¿se trata de un fenómeno tan repentino como aparenta? Como explicaba The New Yorker en un reportaje sobre AOC, cuando Bernie Sanders –en cuya campaña Ocasio-Cortez participó como voluntaria- perdió frente a Clinton, su equipo puso en marcha la organización Brand New Congress, cuyo objetivo era buscar candidatos del mismo corte ideológico de Sanders que se presentaran al Senado y el Congreso. Este grupo, junto a otro también derivado del sanderismo, Justice Democrats, ofreció a Ocasio-Cortez formación en temas políticos, mediáticos, tácticas de oratoria y estrategias de redes sociales. La política también buscó el apoyo de activistas como Black Lives Matter, asociaciones LGTB o MoveOn, un colectivo que pretende aumentar la participación política de los jóvenes y promover un cambio basado en la igualdad, la sostenibilidad y la justicia.

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Demasiado joven para las elecciones presidenciales de 2020, AOC sí podría hacer frente, junto al resto de mujeres que han reaccionado a la victoria de Trump presentándose a cargos públicos, a los discursos de odio que envenenan el ambiente social y mediático. Tanto AOC como la socialista Rashida Tlaib e Ilhan Omar, las dos primeras mujeres musulmanas en llegar al Congreso de Estados Unidos; Ayanna Pressley o Deb Haaland, la primera mujer indígena estadounidense en el Congreso; han llegado a la política con un discurso más reivindicativo que el que ostenta el Partido Demócrata, identificado por muchos votantes con el stablishmentstablishment. Ese parece ser el gran reto de Ocasio-Cortez: utilizar toda su influencia para impulsar al movimiento progresista y agitar a la oposición de la Administración Trump. Los demócratas más a la izquierda, la apoyan; el resto, la miran con recelo. “Este es el principio de un movimiento”, tuiteaba Ocasio-Cortez tras conocer su victoria frente a Crowley, y así verbalizaba también su propósito en una entrevista en MSNBC: “Lo que tenemos que hacer [para ganar el apoyo de la clase trabajadora americana] es tener un plan y una visión. Metiéndonos en peleas de Twitter con el presidente no es donde vamos a encontrar el progreso”.

*Este artículo está publicado en el número de marzo de tintaLibre. Puedes consultar todo el contenido de la revista haciendo clic aquí.aquí

 

Risueña y de impoluto blanco –un guiño a las sufragistas– se paseaba Alexandria Ocasio-Cortez (Nueva York, 1989) por los pasillos del Congreso de Estados Unidos el mismo día que juraba el cargo. Joven, mujer, latina, de clase trabajadora, con un desacomplejado discurso de izquierdas, Ocasio-Cortez se ha convertido en un fenómeno político y mediático que ha traspasado fronteras. Hasta la fecha, su carrera política acumula dos grandes triunfos: primero, logró imponerse en las urnas al candidato Joseph Crowley, uno de los demócratas más poderosos de la Cámara de Representantes; y más tarde, se convirtió en la legisladora más joven de la historia del país. Todo lo que toca la congresista (reconocida bajo sus siglas, AOC), se hace viral. Pero, ¿se trata de una anécdota local, como lo definió Nancy Pelosi, o su éxito marca el comienzo de algo de más hondo calado?

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