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Rozalén desentierra el pasado

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"Le canto a los valientes que llevan por bandera la verdad (...) / Los que no se acomodan y los que riegan siempre su raíz". Estos versos de "Girasoles", el último single de la cantante y compositora Rozalén, podrían ser un resumen de lo que será su nuevo disco. Cuando el río suena..., su tercer disco tras Con derecho a... (2013) y Quién me ha visto... (2015), llegará a las calles a mediados de septiembre. Sin embargo, no hay solo ritmos cumbieros y alegría en este nuevo trabajo. La música, nacida en Albacete en 1986, tenía claro el propósito del álbum: "Quería tocar la política y la historia de este país, pero a través de la historia de mi familia, de lo mío, que es lo que tengo más cercano". 

Habla por teléfono poco antes de marcharse de viaje a China, un paréntesis antes de los últimos conciertos del verano, el lanzamiento del disco y la gira de invierno que le tendrá de ciudad en ciudad desde noviembre a marzo. El álbum está "al 99% terminado" a falta de retocar algún instrumento en posproducción, y Rozalén —María Rozalén, en realidad— habla con entusiasmo de un trabajo que se ha labrado durante dos años. Las nueve de las once canciones que ha compuesto ella han nacido entre los escenarios, durante la gira del anterior disco y entre los enredos de la vida común. Las dos que faltan han nacido en Latinoamérica: la que comparte con el cantautor argentino Kevin Johansen, con la que Rozalén se estrena en la composición a cuatro manos, y "Volver a los 17", una versión del conocido tema de la chilena Violeta Parra

Ha sido, cuenta, todo un proceso de búsqueda que ha implicado no solo a ella y a su trabajo, sino a toda su familia. "Teníamos un desaparecido de la guerra, que es el hermano mayor de mi abuela, Justo", suelta al minuto de iniciar la conversación. "No supimos nada, ni de cómo murió ni nada. Y empecé a escribir una canción sobre él." A través de su actual pareja, se puso en contacto con Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que le insistió en que le pasara todos los datos posibles sobre el desaparecido. Ella lo hizo, sin mucha esperanza, sabiendo que "en este país casi todos tenemos una cosa así en casa". A los pocos días recibió un whatsapp de Silva: "No te lo vas a creer pero acabamos de localizar a tu tío abuelo". Justo estaba registrado en una fosa de Arganda del Rey. 

De inmediato llamo a su abuela. "¿Estás sentada?", escuchó Ángeles al otro lado del teléfono. La noticia, dice, fue "un shock": "Te das cuenta de lo que supone encontrar a un desaparecido. Eso de las fases del duelo, que no se puede cerrar una etapa si no hay algo a lo que llorar, si no hay un símbolo". El desenlace era obvio: un viaje desde la Sierra de Segura, en Albacete, que la abuela no abandona ya para nada, hasta Arganda del Rey. La despedida. Y una certeza: "Te dicen 'No remuevas la herida, no la remuevas'. Yo sí puedo contar que hace falta removerla".

La experiencia confirmó lo que ya sospechaba: que los silencios y zonas de sombra que había en su familia eran la visión micro de un fenómeno que se produce en la mayoría de las casas españolas. "Todo empezó un poco por intuición. Me obsesioné con las conversaciones con mi abuela. Lo primero que hice fue grabar una charla que tuve con ella de cinco horas. Van saliendo cosas y… ¿por qué no me hablan de esto, si yo estoy muy orgullosa?", se preguntaba. Las entrevistas siguieron, también con sus padres: "Cuando vi que todo iba encajando, decidí que era el momento de empezar a tirar del hilo, de hablar de todos... La historia ya te das cuenta de que no es la que has leído en los libros".

Hay al menos dos episodios más en su pasado —el heredado y el compartido— que han acabado convirtiéndose en canciones y en momentos de aprendizaje. El primero, teme, quizás cause algún roce en su familia: es la historia de amor entre su madre y su padre, un sacerdote secularizado que abandonó la Iglesia tras 10 años como religioso. El segundo puede resultar algo peliagudo: su abuela acogió, durante el franquismo, a un chico que había sido desterrado de su pueblo por su supuesta pertenencia a ETA. "Me da igual lo que hayas hecho, que aquí vas a tener una oportunidad", dijo Ángeles cuando paseaban al joven por las calles de su pueblo en Albacete buscando refugio para el condenado. "Ella nos decía: 'Yo aquí tuve a un etarra' y nadie sabía bien de qué hablaba. Él no le había contado nada a sus hijos", dice la cantautora. 

Si hay que extraer una sola enseñanza de su nuevo trabajo —atravesado por una separación y varios amoríos— es esta: "Siéntate con tus mayores a conocer de dónde venimos. Si uno ya conoce eso, cómo va a querer cerrar la puerta a un refugiado". La misma ausencia de comunicación entre generaciones que Rozalén observa en su familia y en su entorno se repite, dice, en todo el país. Ante eso, ella tiene una pregunta: "¿Me podéis explicar qué pasó aquí?"

 

"Le canto a los valientes que llevan por bandera la verdad (...) / Los que no se acomodan y los que riegan siempre su raíz". Estos versos de "Girasoles", el último single de la cantante y compositora Rozalén, podrían ser un resumen de lo que será su nuevo disco. Cuando el río suena..., su tercer disco tras Con derecho a... (2013) y Quién me ha visto... (2015), llegará a las calles a mediados de septiembre. Sin embargo, no hay solo ritmos cumbieros y alegría en este nuevo trabajo. La música, nacida en Albacete en 1986, tenía claro el propósito del álbum: "Quería tocar la política y la historia de este país, pero a través de la historia de mi familia, de lo mío, que es lo que tengo más cercano". 

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