Una manera de convertirse en leyenda es triunfar pronto y morir joven. Otra la que eligió uno de los modistas más importantes de la alta costura, el español Cristóbal Balenciaga (Guetaria 1895-Jávea 1972), sacar innovadoras e impecables creaciones a la luz y esconderse a sí mismo en la más profunda de las oscuridades.
Solo concedió dos entrevistas en su vida, y ya retirado. No ha quedado registro de su voz y son escasísimas las fotografías que se conservan de él. Ni siquiera salía a saludar tras los desfiles. Lo conocemos por sus vestidos y por las opiniones de sus competidores o discípulos en el mundo de la moda y de quienes le trataron en su vida.
Obsesión por el control
Con estos datos, la serie de seis episodios que se puede ver en Disney + ha reconstruido toda una interesante personalidad que resulta coherente y creíble y que ya siempre irá asociada a la encarnación que le ha proporcionado el actor Alberto San Juan.
Un rasgo sobre todos los demás ha vertebrado la biografía de Balenciaga en su etapa parisina, la obsesión por el control. Reconocido por sus pares, entre ellos Coco Chanel y Christian Dior, como el mejor, era el único con un verdadero oficio de modisto además de patronista.
Dirigía el trabajo en el atelier hasta el último detalle. Y también conocemos gracias a la serie su obsesión por controlar los tejidos con los que tenía que confeccionar sus vestidos o la repercusión en prensa de su obra y la obsesión con la discreción sobre su propia figura. Su rechazo a la fabricación en serie, el prêt-à-porter se debió igualmente a que impedía el control total del creador.
Un proyecto levantado por cuatro guionistas vascos
La guionista vasca Lourdes Iglesias vivía en Corea del Sur cuando una joven diseñadora le citó a Balenciaga como una de sus figuras de referencia creyendo que era francés. Iglesias se dirigió al trio profesional formado por Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga con una estructura para contar la vida del gran creador y nativo de Guetaria, pueblo cercano a su San Sebastián natal.
Una biografía de Balenciaga era un proyecto apetitoso para una plataforma ya que aúna la tan buscada combinación de lo local y lo universal. Y la directiva de Disney + Sofía Fabregas encargó al equipo la producción.
Garaño, Arregi y Goenaga formaban ya un equipo consolidado responsable de las magníficas películas Loreak, Handia y La trinchera infinita. Esta es su primera vez en el mundo de las series y han logrado una semblanza compleja basada con fidelidad en los acontecimientos reales documentados de la vida del diseñador.
Desentrañar una personalidad artística
Uno de los atractivos de la serie radica en el retrato de una personalidad artística, en este caso con un temperamento obsesivo y cerrado a cualquier distracción externa, ya fuera la vida social o la política.
La política en cambio está presente en la filmación. Balenciaga llega a París en 1937, en plena Guerra Civil española y de la mano de un socio republicano y su esposa, Nicolás Bizcarrondo y Virgilia Mendizábal a quienes dan vida unos exquisitos Josean Bengoetxea y Cecilia Solaguren respectivamente.
El negocio parisino de unos exiliados de la Guerra Civil
El modisto, que ya era entonces un emprendedor de éxito, huyó de España por motivos económicos debido a que la guerra no era compatible con su negocio. Bizcarrondo era un ingeniero conocido por su implicación en política que huyó de San Sebastián en cuanto fue tomada por el bando sublevado de la contienda.
El guionista y director José Mari Goenaga ha contado a Fuera de series que “el posicionamiento político de Balenciaga fue su dedicación al trabajo”. Se muestra así tanto en la guerra española como en la ocupación nazi de Francia y siempre en su trato con las élites, su clientela.
Detrás de un gran hombre a veces hay otro gran hombre
Bizcarrondo fue amigo, colaborador y principal socio de la Maison Balenciaga en París. Pero desde el principio contaron también con el arquitecto, sombrerero y pareja de Cristobal, Wladzio Jaworoswski D'Attainville, interpretado por el belga Thomas Coumans, que era hijo de un emigrante polaco y una francesa con grandes conexiones con la alta sociedad de París.
La serie cuenta una historia de amor poderosísima en la que el diseñador no solo tiene una pareja sino un igual creativo que saca lo mejor de su trabajo y se convierte en el hombre de su vida.
Parejas sentimentales y colegas profesionales
Se atribuye a Wladzio la sugerencia al maestro de jugar con la silueta femenina y alterar los lugares convencionales en los que se coloca la cintura o el cuello de una prenda. Él mismo había arriesgado tanto con sus creaciones en los sombreros de la Maison que los nazis que ocupaban Francia los censuraron y cerraron la empresa varios meses.
La homosexualidad de un Balenciaga consagrado a la belleza y elegancia femeninas en un mundo que no concebía más que armarios cerrados recorre la serie. El amor de Wladzio, el de su pareja posterior y nueva mano derecha Ramón Esparza, en la serie Adam Quintero, o la aventura platónica de su mecenazgo a Hubert de Givenchy trazan la discreta pero rica vida sentimental del costurero.
Un Balenciaga humano
Los creadores de la serie han explicado durante su promoción que el proceso de selección del actor que interpretara a su Balenciaga llevaba a los aspirantes a cierta impostura. Un carácter demasiado misterioso, elegante y amanerado convertían al personaje en una especie de Drácula en el mundo de la costura.
Alberto San Juan ha conseguido convertirlo en un ser muy humano, absorto en su trabajo y por tanto un poco indiferente al resto del mundo. Una persona introvertida en las relaciones triviales, segura en cambio en todos los aspectos de su trabajo, no sólo en la creación, muy claramente en la labor ejecutiva.
La historia de una empresa
La serie es también la historia de una empresa de alta costura. Los expertos en moda destacan como la Maison Balenciaga triunfó muy rápidamente tras llegar a París. La serie se ha basado entre otras fuentes en las críticas que tuvieron en prensa sus primeras colecciones. Buenas en el primer desfile, en 1937. Más entusiastas en el 38, cuando destacaban los increíbles negros logrados en las prendas y rendidas en el 39, en el que se introdujo la línea infanta que se convertiría en icónica.
Decisiones ejecutivas, soluciones para los malos tiempos, gestión del equipo de profesionales, compra de tejidos, búsqueda de nuevas fuentes de ingresos o manejo de la agenda de clientas van conformando una de las principales capas de desarrollo de la serie, enriqueciendo la reflexión sobre qué es el arte o la creatividad en un sector como la moda que pasaba de lo artesanal a lo industrial.
Y, por supuesto, la moda
Una de las inquietudes a la hora de acercarse a una serie de este tipo es si será capaz de mostrar una cantidad suficiente de vestidos y transmitirnos su importancia. Esta producción lo ha logrado. Bina Daigeler ha sido la responsable del vestuario. Esta alemana trabajó con Almodóvar en Todo sobre mi madre y Volver y se ha acompañado por Pepo Ruiz Dorado, entre cuyos trabajos destaca Narcos.
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“La tela, el cuerpo de una mujer, el aire. Y las puntadas justas para sujetarlo todo” dice el propio Balenciaga en su guion, en lo que parece el núcleo de su filosofía. Y el metraje consigue hacer entendible esta mentalidad y la artesanía que la convierte en realidad a través de la imagen.
El productor ejecutivo Jon Garaño ha destacado en la promoción de la serie que vemos en pantalla los vestidos más importantes e icónicos, imprescindibles para quienes tienen interés y conocimiento en moda. El otro criterio a la hora de mostrar cualquier prenda ha sido que contara algo.
Los creadores de Cristóbal Balenciaga tenían ante si un reto precioso. Imaginar los espacios vacíos entre la información conocida de un personaje interesante y tan famoso como desconocido. Se han acercado con respeto y mimo a su figura confeccionándole un primoroso traje a medida.
Una manera de convertirse en leyenda es triunfar pronto y morir joven. Otra la que eligió uno de los modistas más importantes de la alta costura, el español Cristóbal Balenciaga (Guetaria 1895-Jávea 1972), sacar innovadoras e impecables creaciones a la luz y esconderse a sí mismo en la más profunda de las oscuridades.