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Los 'coreanos', los 'maketos'…

Antonio García Gómez

Incluso los “charnegos”, muchos de los cuales llegaron a integrarse, y hasta los “emigrantes” que salían en los NODOS, noticiarios, de la época, felices, abducidos por su nostalgia invencible por sus patrias chicas, tan lejos todos de sus pueblos y aldeas, de “donde los echó el hambre, la mala saña de los vencedores de la guerra, el exterminio vengativo y el miedo a perder las prebendas de caciques y súbditos rendidos, y también la ignorancia sobrealimentada, todo a una, tras haber “desertado” del arado que los demonizaba a la yunta y a la miseria y la desolación, y escaparon lejos, muy lejos, sin saber que estaban escapando, o sí, creyendo que lograrían hacerlo y olvidarlo, tan lejos, primero allende los mares, más tarde hacia las grandes industrias pesadas y florecientes, europeas, españolas, yéndose a colonizar chabolas que tuvieron que levantar aquellos “muertos de hambre”, excedentes de un tiempo cruel, desde las lágrimas contenidas, lejos de cualquier sitio, lejos de “sus tierras” que nunca fueron suyas, aunque ellos y ellas creyeron que aún debían algo a sus terruños de origen, como soñar con volver… a ellas.

Coreanos en Asturias, maketos en Vizcaya, charnegos en Cataluña, emigrantes en tantos lugares, tras dejarse la vida, los pulmones y la autoestima, hasta que fueron capaces de reencontrarla, tal vez luchando por asfaltar aquellas calles embarradas, aquellas chabolas de tablas y arcilla, para hacerse con algún piso “celda” de entonces, con aluminosis, con grietas que ya van saliendo, desde hace tanto.

Siempre parias hasta que se creyeron el cuento y la canción del “viva España”, y la de “los pajaritos”, a rebufo de la misma España que los abandonó a su mala suerte, como ahora sucede con otros tantos “migrantes”, reos de toda sospecha y culpa, aunque traigan encima toda el hambre y el miedo del mundo, a nuestros hogares acorazados y medrosos, a los mismos hogares de quienes hace no tanto también llegaron a los nuevos “Dorados” que los acogían con necesidad, con desaire de sus superiores amos y señores, sin consideración para millones de hombres y mujeres que también soñaban y sueñan con un mundo mejor, aunque solo fuera muy lejos de sus hogares naturales.

Olvidados hombres y mujeres que cayeron en el tajo, el andamio y la zanja, el servicio y la precariedad, en nombre de la fe de “los sepulcros blanqueados”

Coreanos, maketos, charnegos…”, de tez cetrina, mano de obra muy barata, dóciles y mansos,  maletas de cartón y hambre de siglos, ganapanes todos llegados casi a escondidas, levantándose sus sueños entre miedos y desprecios, hasta abrirse paso, entre nostalgias, vírgenes y devociones, silencios y cantes que solo traían más hambre a la memoria de aquellos “muertos de hambre”, que también eran de los nuestros aunque llegamos a creernos que nosotros “habíamos llegado primero”.  

Olvidados hombres y mujeres que cayeron en el tajo, el andamio y la zanja, el servicio y la precariedad, en nombre de la fe de “los sepulcros blanqueados”, que fueron ecos de un pasado triste y gris, que fueron capaces, en cualquier caso, de resistir y germinar, a menudo en unos hijos que llegaron a ser émulos de la lucha de sus padres y madres, en algunas ocasiones. Las grandes fortunas de nuestro país se iniciaron y se afianzaron gracias al gran negocio de la “negritud”, es decir del transporte de “ébano”, mano de obra esclava, de África a América. Se calcula que “para asegurar las pensiones” dentro de treinta años, se necesitarían en nuestro país la llegada y el asentamiento de hasta 24 millones de migrantes, jóvenes, fuertes y decididos.

Por otra parte, “en más de sesenta universidades estadounidenses se han producido manifestaciones estudiantiles, juveniles, de universitarios… contra el genocidio llevado a cabo en Gaza, en favor de la causa propalestina, como lo hicieron también sus mayores, hace varias décadas, para protestar contra la guerra en Vietnam”. De nuevo la esperanza resurge entre los rescoldos del peor de los mundos. Porque como dijo Martín Luther King: “Hemos tenido un sueño” y seguimos teniéndolo, en un mundo que se va al carajo, “sí o sí”.  

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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