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“Syriza quiere ocupar el centro político": la división de la izquierda en Grecia augura lo peor para el 9J

Manifestantes a favor de Syriza en mayo de 2023.

Amélie Poinssot (Mediapart)

Atenas (Grecia) —

Un domingo al mediodía, cuatro amigas griegas de entre cuarenta y sesenta años están reunidas en una taberna de un barrio obrero de Atenas. La pregunta ¿Syriza sigue siendo un partido de izquierdas? inicia un animado debate

“Syriza quiere ocupar el centro del espectro político", dice Dimitra. 

—”No, no ha abandonado sus ideales de izquierdas ni su lado radical", argumenta Katerina (ver su retrato en nuestro porfolio). 

—”¿Qué entiendes por 'radical'?” pregunta escéptica Angeliki. 

—”Te daré un ejemplo", dice Xenia, concejala de Syriza en Atenas. “Una política radical, por ejemplo, es la que nacionaliza los bancos. Se trata más bien de hacer cosas realistas. Syriza no es Antarsya (partido anticapitalista, revolucionario, comunista y radical, ndt). Creo que Syriza, que siempre ha sido un partido proeuropeo, pretende elevar el nivel de vida del mayor número posible de personas. Eso es progresismo. 

—”Syriza es progresismo y radicalismo al mismo tiempo", añade Katerina. “Ahora tenemos una misión: recuperar a todos los que se han alejado de la política. Cuando ayudamos a la gente a mantener sus pequeños negocios, a conservar sus casas, a negociar sus deudas con los bancos... eso es ser radical para mí.” 

—”Ser radical significa hacer algo que otros no hacen", dice Chryssa. 

—”Luego hay cosas que el marco europeo e internacional no nos permite hacer", continúa Katerina. “Sólo podemos avanzar dando pequeños pasos. Fue un error decir que no íbamos a pagar las deudas del país, no hay que mentir a la gente.” 

—”¿Y crees que es más eficaz hacer lo que estamos haciendo ahora?, dice Dimitra, molesta. “¿Quitar dinero a los hogares griegos? Prohibir las ejecuciones hipotecarias de la vivienda habitual de la gente: eso sí sería radical.” 

La conversación se vuelve tensa. La propia Dimitra está endeudada hasta el cuello y puede perder su casa. Sólo Xenia y Katerina saben que votarán a Syriza en las elecciones europeas. Las otras dos votarán más a la izquierda. 

Si el tema gira tanto en torno a la palabra "radical" es porque sigue estando en el nombre del partido. Syriza es un acrónimo en griego que significa "coalición de la izquierda radical". En 2019, se añadieron al título las palabras "alianza progresista". 

La crisis de identidad estalló definitivamente el pasado mes de septiembre con la elección de Estéfanos Kaselakis para sustituir a Alexis Tsipras al frente del partido. Una implosión que ahora arroja serias dudas sobre el rumbo del que fue el gran partido de la izquierda griega durante la crisis –pero también la gran esperanza europea para las izquierdas del continente, desde que llegó al poder en enero de 2015–. "Llega la esperanza", rezaban entonces los carteles electorales de Alexis Tsipras. 

Cisma en Syriza

El ambiente que prevalece hoy es de amargura. Syriza no parece recuperarse de sus dos derrotas históricas. Un resultado del 32% en julio de 2019 puso fin a cuatro años de Gobierno. El año pasado, tras una legislatura en la oposición, y a pesar del trágico accidente ferroviario de Larissa, que costó la vida a cincuenta y siete jóvenes y que lógicamente debería haber sacudido a la mayoría en el parlamento, el partido de izquierdas se hundió aún más, con una puntuación del 18%. Tsipras reconoció la derrota y anunció su retirada. 

Un procedimiento electoral interno sin precedentes, en el que bastaba con pagar 2 euros para participar, fueras o no miembro de Syriza, condujo a la elección del adinerado Estéfanos Kaselakis, empresario que había trabajado para Goldman Sachs y había vivido hasta entonces en Estados Unidos. Los demás candidatos no tuvieron éxito, en particular Effie Achtsioglou, ex ministra de Trabajo, que contaba con el apoyo del ala izquierda del partido. Tsipras parece haberse enredado en su juego táctico. 

En cuanto a Estéfanos Kaselakis, sólo llevaba tres meses afiliado al partido cuando se presentó a las elecciones. De 36 años, seguidor de la política a la americana, personificando en exceso sus discursos y omnipresente en las redes sociales, llega con un estilo que desentona en la izquierda griega. Y además sin programa político. "La nueva Syriza es lo que llamamos la izquierda moderna", dice en uno de sus recientes vídeos colgados en la red social X

"Avanzando al ritmo de las encuestas y las ideas de los comunicadores, el "progresismo" de la "nueva" Syriza ofrece una combinación de tópicos neoliberales adornados con una pizca de populismo", escribe Stathis Kouvelakis, investigador de filosofía y activista de la izquierda radical en la revista Contretemps

El cisma sobrevino enseguida. Primero fueron los jóvenes de Syriza los que se marcharon. Luego vinieron los cuadros y los ex ministros –la generación de los "cuarentones" y fundadores del partido– y finalmente, en noviembre, abandonó el grupo parlamentario toda una retahíla de diputados, a pesar de las graves consecuencias de su salida: al dejar de estar afiliados a su grupo original dentro del Voulí (parlamento griego) ya no podrán recibir ninguna financiación pública hasta el final de su mandato. 

La diputada y ex ministra Sía Anagnostopoulou es una de las integrantes de esta rebelión, que ha adoptado el nombre de "Nueva Izquierda" y cuenta con once miembros de un grupo formado originalmente por cuarenta y siete parlamentarios. 

“El nuevo presidente [de Syriza] no es legítimo, para mí su llegada ha sido como una provocación para la historia del partido", declaró Sía a Mediapart. “La forma en que habló en la reunión del comité central fue inaceptable para cualquiera de izquierdas: se presentó a sí mismo como 'yo soy el rey', sin mostrar consideración alguna por las bases o nuestra democracia interna. Unos días antes, había ido a la Unión de Empresarios, donde había asegurado que no tenía nada contra el capital..." 

Sía Anagnostopoulou es historiadora. Con más de cuarenta años de militancia a sus espaldas, es una figura importante de la izquierda griega. Dijo que se lo había pensado mucho antes de tomar la decisión, pero el partido "ya había perdido su identidad con el procedimiento electoral: podía votar cualquiera y eso cambió la sociología del partido". Los ataques "profundamente sexistas" a la candidata Effie Achtsioglou la terminaron asqueando. "Ahora tenemos un partido de líderes, que se mueve hacia el centro, tomando ideas de la derecha". 

¿Un partido atrapalotodo? A la cabeza de la nueva Syriza, Estéfanos Kaselakis consigue sin duda atraer a distintos sectores del electorado griego. 

Un mecenas desacomplejado

Kaselakis, homosexual declarado, se ha ganado la simpatía de todos aquellos que ven en él el símbolo de un notable paso adelante en una sociedad apegada a los valores tradicionales y en la que la Iglesia ortodoxa tiene un gran peso. Apegado a la religión, invoca el "milagro" de su bautismo, cuando se formó una cruz en el agua, y participa plenamente en los rituales griegos de Pascua a principios de mayo. 

Acaudalado hombre de negocios, es cercano a los círculos empresariales a los que no anuncia ninguna medida fiscal o social que pueda afectar a sus beneficios. Mecenas desacomplejado, promete dinero aquí y allá, reactivando el clientelismo característico de la Grecia anterior a la crisis. Por ejemplo, a finales de abril, durante su visita a la remota isla de Astypalea, en el extremo oriental del mar Egeo, prometió pagar la costosa reparación de la iglesia a cargo de su propio pecunio. 

Pero, al intentar llegar a todo el mundo, ¿no corre el riesgo de perder la base original de Syriza? Una gran parte de ella está ahora más cerca de la Nueva Izquierda. Tras la primera escisión de septiembre de 2015 –que siguió al "no" en el referéndum que el Gobierno de Tsipras transformó en "sí" a los mandatos europeos de austeridad y supuso la salida de los círculos de la expresidenta del Parlamento Zoé Konstantopoulou y del ex ministro de Finanzas Yanis Varoufakis–, esta segunda podría doler aún más. 

La secretaria general de Syriza, Rania Svigkou, quiere creer que su partido no saldrá tan debilitado. “Desde nuestro congreso de febrero, hemos recuperado una buena base y eso se nota en las encuestas", declaró a Mediapart. “La fisionomía general del partido y el núcleo de nuestras ideas no han cambiado. Nuestro objetivo es volver a llevar a las urnas a la gente, y a los jóvenes en particular, que se abstuvieron de votar en las últimas elecciones". 

Las dificultades de Nueva Izquierda

Ante el riesgo de ascenso de la extrema derecha, Sía Anagnostopoulou, de Nueva Izquierda, cree que es necesario ampliar su base, pero acercándose al electorado apegado a los valores democráticos y que comparte la idea de que la sociedad griega, al igual que la europea, necesita hoy dar un salto político e institucional para garantizar el respeto del Estado de Derecho. "Nos enfrentamos al riesgo de la militarización de Europa y a la crisis climática. No es momento de medias tintas.”

No basta con ser serios y agitar la identidad como una bandera. Necesitamos ideas nuevas y una oferta política que llame la atención.

Gerassimos Moschonas, investigador en ciencias políticas

 Pero a un mes de las elecciones europeas, a Nueva Izquierda le cuesta despegar entre el electorado. Gerassimos Moschonas, investigador en ciencias políticas de la Universidad Panteion de Atenas, señala sus puntos débiles: "Nueva Izquierda se ha formado sin estrategia, no estaba preparada para esta escisión. Fue la elección por sorpresa de Kaselakis lo que les llevó a la salida: un año antes, habría sido completamente inimaginable".  

El partido puede apoyarse en una base coherente: "Los que se han unido son los más cercanos a la identidad histórica de Syriza. Pero eso no basta para constituir una fuerza política significativa”, prosigue el investigador. Muchos de la generación de "cuarentones" que se han unido a Nueva Izquierda habían permanecido a la sombra de Tsipras, o confinados a un determinado campo de especialización durante la etapa de Syriza en el poder. Son personas que fueron aupadas a puestos de alta responsabilidad política a una edad temprana, con poca experiencia profesional previa. 

“No han aprendido a elaborar un programa de izquierdas", explica Moschonas.” Como resultado, su discurso defiende la identidad de izquierdas pero carece de contenido innovador. Pero no basta con ser serio y agitar la identidad como una bandera. Hay que aportar ideas nuevas y producir una oferta política que llame la atención". 

Por eso, el politólogo afirma que la izquierda y el centro-izquierda griegos se encuentran con un vacío de representación y un vacío de imaginación "sin precedentes en los últimos cincuenta años". Es por tanto elevado el potencial electoral para el desarrollo de formaciones nuevas o seminuevas. “Sin embargo, en la práctica, Nueva Izquierda se comporta como si la crisis histórica de representación no existiera", continúa Moschonas. “Adquirió la cultura del 'partido pequeño' incluso antes de que las encuestas lo consideraran un partido pequeño. Lo que le falta es sentido de la urgencia, agallas, ímpetu, inventiva programática y energía innovadora". 

Otro hándicap es que la nueva formación no cuenta con el favor de los medios de comunicación, y es muy posible que quienes vayan a votar prefieran el voto útil a Syriza, que sigue siendo, en la izquierda, el partido con más posibilidades de liderar la oposición el 9 de junio. Por no hablar de que otras fuerzas, con profundas raíces en el país, aún resisten: los socialistas del Pasok –todavía bien asentados en el campo y en los sindicatos a pesar de la recesión de la década de 2010– y los comunistas del KKE –supervivientes marxistas que siempre se han negado a aliarse con el resto de la izquierda griega– han demostrado en las últimas elecciones que todavía cuentan con una importante reserva de votos. 

Stavros Athanassiadis, un recién jubilado que militó durante mucho tiempo en Syriza, está amargado. Cuando se le pregunta qué votará en junio, responde, tras un momento de silencio: "No lo sé". En la actual derrota, este músico cree que es Tsipras quien no lo ha hecho bien. "Su trayectoria en el Gobierno fue bastante buena, pero no ha sabido transmitirlo a la gente.” 

Entre las principales reformas, Stavros destaca el restablecimiento de un sistema sanitario accesible a todos, la restauración de los convenios colectivos en el mundo laboral y el acuerdo de Prespa, que puso fin a un larguísimo contencioso entre Grecia y su vecina, la República de Macedonia del Norte. "Pero una vez en la oposición, Tsipras se desmovilizó. Difícil de entender en un hombre que había luchado contra Angela Merkel y Wolfgang Schäuble". 

Al menos once listas en la izquierda del espectro político

Lo más peligroso, sin embargo, es lo que está ocurriendo ahora. "La derecha de Mitsotakis está deshaciendo todos los avances del Gobierno de Tsipras y ya no tenemos alternativa. Tenemos a un Kaselakis que trabaja a impulsos. Salta de una urgencia a otra, sin que se sepa adónde va. Está extremadamente despolitizado. Y una sociedad apolítica es terreno fértil para el neofascismo.” 

A sus 65 años, Stavros señala que las próximas reformas no le afectarán directamente: "Son los jóvenes los que me preocupan.” 

Justamente los jóvenes han estado muy activos este invierno, intentando impedir una ley presentada por el partido en el poder, Nueva Democracia, que autorizaba la creación de facultades privadas en el país. Estaban entre los estudiantes que participaron en la manifestación del Primero de Mayo en Atenas. 

Danai, de 20 años, marcha con una pancarta en la que se lee "Mitsotakis, cómplice de los crímenes de Netanyahu". Está muy enfadada con su gobierno, que ha enviado fragatas a Israel, socava las universidades públicas, ataca el derecho laboral... A sus ojos, nada va bien en las políticas lelvadas a cabo por la clase dirigente. 

La estudiante se ha unido a Mera 25, la organización fundada por Yanis Varoufakis. "La izquierda se está desmoronando, y no es el momento de desanimarse. Es necesario que todas las corrientes se reúnan, discutan, se pongan de acuerdo sobre algunos grandes principios y pasen a la acción. No hablemos de revolución, hablemos de cosas concretas y de problemas cotidianos, ¡y tratemos de influir como movimiento!” 

¿Y si los movimientos sociales griegos –estudiantes, feministas, ciudadanos– consiguieran unir a la izquierda? Sía Anagnostopoulou (Nueva Izquierda) quiere ser optimista: "La resistencia social sigue ahí, aunque no sea demasiado visible. Ante el alto coste de la vida diaria, el no respeto al Estado de Derecho, la tragedia de Tempi [el accidente ferroviario de Larissa]... es cierto que la sociedad tarda en reaccionar, pero es cuestión de tiempo. El primer ministro Mitsotakis no tiene un largo camino por delante.” 

Mientras tanto, el panorama está más fragmentado que nunca. Para las elecciones europeas se alinean al menos once listas en la izquierda del espectro político: Pasok, Syriza, KKE, Mera 25, Nueva Izquierda, Kosmos (un nuevo partido ecologista liderado por Petros Kokkalis), Camino a la Libertad (el partido de Zoé Konstantopoúlou), Antarsya y tres agrupaciones comunistas

A principios de la década de 2010, Grecia, laboratorio de las políticas de austeridad, fue precursora de cambios sin precedentes que hemos visto en otros lugares de Europa: la caída de la socialdemocracia, el ascenso espectacular de la extrema derecha, el movimiento de los indignados y luego la unión de la izquierda bajo la bandera de Syriza. La reorientación actual de Syriza podría ser el anuncio de otras evoluciones para la izquierda del continente.

 

 Caja negra

Todas las personas citadas en este artículo fueron entrevistadas en Atenas entre el 21 de abril y el 3 de mayo de 2024.

Gerassimos Moschonas corrigió y modificó ligeramente sus comentarios antes de la publicación.

Mediapart dedicó numerosos artículos a los primeros años de la crisis griega, y después cuando Syriza llegó al poder, de 2015 a 2019. Ver nuestro reportaje sobre Grecia en tiempos de Syriza y la serie Grecia tras cuatro años de Syriza.

Fui corresponsal en Grecia para varios medios francófonos, entre ellos Mediapart, desde finales de 2009 hasta principios de 2014.

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Traducción de Miguel López

 

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