"Ayer enterré a mi marido, hoy me alisto en el ejército": las mujeres ucranianas en pie de guerra contra Rusia

Ejercicios de combate del colectivo Valkiria, Kiev, 20 de abril de 2024.

Pierre Alonso (Medidpart)

Kiev (Ucrania) —

Un sábado por la mañana de este fin de abril, reaparece la vida en un claro de un bosque de Kiev, los árboles recuperan sus hojas, todo está nevado de polen y el barro empieza a secarse. Dasha, de 27 años, no está aquí para disfrutar del entorno. Con un sollozo repentino, cuenta: "Ayer enterré a mi marido. Murió en Avdiivka [ciudad de la región de Donbass rodeada y tomada por el ejército ruso en febrero, ndt] hace dos meses. Ahora que ya no está, quiero alistarme en el ejército». 

También fue una tragedia lo que trajo aquí a Tetyana, una abogada con un moño bien apretado. Su hermano, soldado, desapareció "hace un año y tres meses" en el bosque de Kreminna, en el frente del Donbás. «Si un día encuentran a mi hermano, iré a luchar. Si no, tendré que quedarme con mis padres ya mayores», dice esta mujer de unos cuarenta años. Mientras tanto, está aprendiendo a manejar armas. Junto con una docena de mujeres, ha pagado 1.500 jrivnias (unos 35 euros) por una breve jornada de formación que ofrece el colectivo Walkiria

«Vamos a darles confianza en sí mismas», dice la fundadora de esa organización, Darina Trebykh, al inaugurar la formación. «Las mujeres no están sólo para hacer sopa de remolacha en la cocina». La semana anterior, Lisa, otra dirigente de Walkiria, había dado una bienvenida similar a una treintena de participantes, en su inmensa mayoría mujeres: «Aquí nadie os reprochará nada si hacéis algo mal. Las mujeres pueden hacer de todo».

 La agenda del día comprende la posición de tiro con arma automática, desmontaje y carga del arma, nociones de medicina de guerra y, para quienes ya han completado la formación, un asalto en grupo a un edificio. En otros lugares de la región de Kiev, otros grupos aprenden a pilotar drones, mantener trincheras y disparar armas largas. 

Estos cursos no están reservados sólo a las mujeres -algunas vienen con sus parejas-, pero el colectivo, creado hace dos años tras la liberación de la región de Kiev, nació con la idea de ayudar a las ucranianas a defenderse. «Las mujeres acudían a nosotros porque no se sentían protegidas mientras sus maridos estaban en el frente», explica Darina Trebykh. Ella, residente en Hostomel, un suburbio de la capital que fue escenario de una feroz y decisiva batalla, aprendió a disparar gracias a los soldados de la Guardia Nacional que conoció al comienzo de la invasión, esforzándose por ayudar a la gente de su barrio. 

Obsesión con la ocupación

«Antes yo era modelo. Cambié los tacones por las botas, pero sigo manteniendo la manicura», dice Darina, de 35 años, señalando su calzado caqui y sus uñas rosa pálido. «Vienen tanto mujeres que se consideran frágiles como mujeres más aguerridas, esto está abierto a todo el mundo», añade Lisa. 

Originaria de Berdiansk, en el otro extremo del país, a orillas del mar de Azov, Lisa tuvo la dolorosa experiencia de vivir un mes bajo ocupación. «Vi lo que era estar desarmada y sin conocimientos militares en una ciudad ocupada. Era como si tuviera las manos atadas, quería hacer algo pero no podía». Justo después de abandonar su ciudad, el 24 de marzo de 2022, la joven se enteró de la existencia de bases militares. 

Una de las motivaciones de las participantes es el miedo a vivir o revivir la ocupación. Casi 800 días después del inicio de la invasión, ahora ya ha quedado claro que la ocupación ha ido acompañada de violencia sexual, incluidas violaciones, cometidas por militares rusos. La Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre Ucrania, creada por Naciones Unidas, documenta casos en todos sus informes. Ha documentado casos en nueve regiones contra mujeres, niñas y hombres.

Quiero aprender a protegerme a mí misma y a mi hija.

Darya, participante en la formación

La violación sigue siendo un tema tabú en Ucrania y las víctimas tienen que enfrentarse al «estigma y la vergüenza», según el último informe de la Comisión Independiente de Investigación de la ONU. «Una mujer debe saber protegerse y hacerse respetar. Es un tema horrible, yo no sobreviviría, preferiría morir», confiesa Tetyana, la abogada. 

Las organizadoras del colectivo notan un renovado interés por sus sesiones de formación cuando la situación se deteriora en el frente. Situación que, de momento, no es buena para las fuerzas ucranianas, que se baten en retirada en el Donbás. El Estado Mayor teme que estos avances del ejército ruso sean el preludio de grandes ofensivas antes del comienzo del verano. 

Para Olha, de 40 años, no hay duda de que Rusia no ha renunciado a tomar Kiev. Ella sigue obedientemente los entrenamientos todos los sábados. Darya, que regresó a Ucrania con su hija en el verano de 2023, no quiere depender de nadie para la seguridad de su familia: «Quiero aprender a protegerme a mí misma y a mi hija», dice durante la pausa de mediodía. 

Muchas bajas militares

Estos cursos, impartidos por militares de permiso, no pretenden sustituir la formación del ejército. Para muchos, son un primer contacto con las armas, antes de ir posiblemente más lejos. A diferencia de los hombres de entre 25 y 60 años, las mujeres no están sujetas a movilización obligatoria. Pueden salir del país, lo que está prohibido a los hombres de 18 a 60 años, con algunas excepciones. 

Anna, abogada de 38 años criada en Crimea, no descarta alistarse algún día. Liudmila, que acaba de cumplir treinta años, piensa en ello «todos los días». Esta asesora financiera ha pasado sus dos últimos sábados con el colectivo Walkiria, y piensa seguir hasta el último módulo. «La guerra continúa, nuestros soldados escasean y habrá que reemplazarlos. Ucrania tiene cuatro veces menos población que Rusia», explica. 

Dos años de guerra mortal han diezmado las filas del ejército, que se esfuerza por reponerlas. Las cifras son secretas, pero las pérdidas ucranianas se acercaban a las 200.000 (70.000 muertos, 120.000 heridos) el verano pasado, según estimaciones del Pentágono citadas por el New York Times. Los voluntarios escasean. El gobierno es reacio a reclutar en masa, una medida claramente impopular, y se conforma con ajustar los parámetros de la movilización rebajando ligeramente el límite de edad de 27 a 25 años, endureciendo las sanciones contra los recalcitrantes y descartando la desmovilización automática de los soldados tras varios años de servicio.

Sabemos que en algún momento no habrá más tíos y que tendremos que movilizar a las mujeres".

Lisa, una de las líderes del colectivo Walkiria

Llamar a filas a las mujeres ucranianas aún no figura en el orden del día. En una entrevista a The Times, Oksana Grigorieva, asesora en cuestiones de género del comandante de las fuerzas terrestres, abrió esa posibilidad, citando como ejemplo el modelo israelí de reclutamiento mixto (contactada por Mediapart, ya no desea comentar más el tema). 

En el claro del bosque, el tema divide las opiniones. «La sociedad aún no está preparada», dice Tetyana. Darina no es partidaria en general, pero tarde o temprano no ve otra salida «porque la reserva de hombres se va a agotar». Dasha, que enviudó antes de los 30, está «totalmente a favor»: «Somos más resistentes al estrés, las mujeres somos fuertes». Prueba de ello es su presencia aquí, al día siguiente del funeral de su marido. Lisa, con los brazos tatuados y aire decidido, cree que habría que haber empezado ya en 2014: «Sabemos que en algún momento no quedarán más tíos y que tendremos que movilizar a las mujeres».

Un ejército con muy pocas mujeres

Unas 65.000 mujeres prestan ya servicio en el ejército, lo que representa alrededor del 7,3% de los efectivos. Una cifra baja en comparación con Estados Unidos y Francia (en torno al 17% de la plantilla). Hasta 2018, los puestos de combate no estaban abiertos a las mujeres. Slava, un herido de guerra de 19 años que colabora con Walkiria, dice que fue salvado por una enfermera militar tras ser herido por una granada lanzada por un dron. «Las mujeres hacen un trabajo fantástico en nuestro ejército», elogia el joven, que aún tiene las mejillas redondas, con una prótesis en la pierna derecha y la mano izquierda muy dañada, seis meses después del incidente. «El sexismo sigue siendo dominante. Muy pocas mujeres son enviadas al frente», dice Lisa. 

Olena, que se presentó voluntaria hace diecisiete meses, sirvió en la prestigiosa y respetada 47ª Brigada. Contactada por teléfono desde el Donbass, donde está desplegada, recuerda que al principio no la tomaban en serio. Tuvo que demostrar su valía, más que los demás: «No retrocedí ni una sola vez y nunca me quejé. La forma en que me miraban mis compañeros de armas y mis superiores empezó a cambiar». Tras varios meses a las órdenes del cineasta Oleh Sentsov, se incorporó a otra unidad, formada por «tipos duros», que de nuevo la miraban de reojo. «Tras dos semanas y las primeras misiones, las cosas mejoraron. Demostré que era incluso más fuerte que algunos de los hombres». 

Optimista por naturaleza, Olena sigue «convencida de que entrar en el ejército sigue siendo mucho más difícil para una mujer». Esa es una de las razones por las que mira con buenos ojos las iniciativas del colectivo Walkiria. «Es estupendo que las mujeres prueben y descubran lo que pueden y lo que no pueden hacer. Aunque no lleguen a ser militares, no importa, tendrán aptitudes y cualificaciones. Son un ejemplo para todos».

 

Caja Negra

Este artículo ha sido elaborado con la colaboración de Anton Bondarenko en la investigación y la traducción.

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