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Alice Neel, la artista que capturaba almas en sus retratos

'Self-portrait (1980)', de Alice Neel.

El siglo XX en el arte fue el siglo de las vanguardias, de lo transgresor, de romper las normas. Este siglo se contrapone a los cientos de años marcados por la idealización, las pinturas históricas, los retratos señoriales… dejando espacio al cubismo, futurismo y demás “ismos”. A medida que el desafío a lo convencional fue tomando popularidad, lo cercano al arte tradicional pasó a ser despreciado. En este contexto de cambio radical en la escena artística, se enmarca la obra de Alice Neel (1900-1984), quien, lejos de ser una artista convencional, desafió las normas presentes y pasadas. 

Neel vivió entre la época del expresionismo abstracto de posguerra, del arte pop de los 60 y del minimalismo de los 70, según escribe Clara Valls Wsevolojsky. A menudo esta artista sufre una “clasificación apresurada como expresionista”, según denuncia Fernando García-García en Revisiones de la imagen de la mujer en el arte contemporáneo. Sin embargo, este profesor de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla cree que su obra “escapó de estas clasificaciones” porque “buscaba la realidad de una manera tremendamente personal pero que nada tenía que ver con los expresionistas tradicionales”, al mismo tiempo que “reflejó una nueva visión sobre los estereotipos reproductivos, afectivos y sociales de la identidad femenina”. 

Desmitificando el retrato

El reflejo que Neel hizo de las personas que pintó es definitivamente una de sus cualidades más recordadas. Mientras que artistas contemporáneos a ella se centraban en la abstracción o se veían absorbidos por las vanguardias, Neel no dejó de retratar. Aunque su estilo parecía seguir con la tradición del arte figurativo —es decir, aquel arte que representa figuras humanas, animales paisajes u otros objetos de manera reconocible y que se opone a la abstracción—, su peculiar enfoque no habría sido bien recibido por retratistas barrocos o renacentistas. 

Sus obras se alejaron de la idealización de épocas anteriores para buscar una mirada más franca y profunda, que realmente reflejara la personalidad de la persona retratada. Antiguamente, los retratos solían ser encargados por monarcas, nobles y personas adineradas que no buscaban una representación fiel de su apariencia, sino una imagen idealizada de sí mismos que ignorara arrugas, defectos o cualquier característica poco estética. 

Las obras de esta artista se alejaron de la concepción tradicional que se ha tenido del retrato durante siglos. En palabras de la historiadora Katy Hessel, Alice Neel es “una de las pintoras figurativas más innovadoras del siglo XX”. Su arte es para la autora de Historia del arte sin hombres, “crudo, honesto y a veces duro” y capaz de “desprender una energía palpitante”. Por su parte, Gloria Pintueles, investigadora y comunicadora, añade a infoLibre: “Alice Neel tenía una habilidad increíble para capturar la esencia psicológica y emocional de las personas que retrataba. Su estilo distintivo se caracterizaba por representar a las personas de manera honesta y directa, sin idealizar ni embellecer su apariencia”. 

Según varias historiadoras e historiadores del arte, esta artista fue capaz de capturar la esencia de las personas a través de sus pinturas. Describiéndose a sí misma como la “capturadora de almas”, Neel exploraba en sus retratos “aquello que realmente le interesaba entender de las personas, como si cada pincelada le permitiese profundizar en la psicología de familiares, amigxs y otros artistas del momento”, según explica Pintueles. Neel no temió reflejar la imperfección, la enfermedad o la vulnerabilidad de sus modelos, alejándose de la búsqueda de la perfección clásica. 

Se podría decir que sus obras tienen ciertas similitudes con la fotografía, pues captaba a la persona en el momento preciso del retrato. Si estaba enferma, reflejaba sus ojeras, si estaba embarazada, su cansancio, o si era anciana, su cuerpo arrugado. Esto otorgó a su obra una “familiaridad parecida a la de mirar a tus amigos o vecinos a través de sus ventanas”, viéndoles como de verdad son y están en ese preciso momento, según reflexiona Katy Hessel. “Neel desafía la forma en que tanto hombres como mujeres habían sido idealizados en la pintura. Revela sus tensiones e imperfecciones, pero, sobre todo, su vulnerabilidad.”, escribe esta autora. Por su parte, Fernando García-García, pintor y profesor de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, define su mirada como “reivindicativa” y “alejada de la tradición patriarcal de occidente”. El pintor describe el retrato de Neel como “indagatorio”, es decir, un tipo de retrato que “requiere la presencia, la experiencia del sujeto y que responde a un ejercicio de conocimiento profundo de la persona que está viendo”. 

La ajetreada vida de esta pintora y sus cambios de residencia le permitieron pintar a gente de toda clase y condición. “Neel también abordó temas sociales y políticos en sus obras, utilizando el retrato como una vía de exploración de cuestiones como la identidad, el género, la sexualidad, la clase y la raza. Sus pinturas desafiaron las normas convencionales de belleza y representación de la época, reflejando su compromiso con una representación honesta de la diversidad humana”, asegura Gloria Pintueles. 

Entre la tradición y la vanguardia

A pesar de que la obra de Neel desafió el enfoque del retrato clásico, compartiendo un espíritu transgresor con el arte de su época, también presenta diferencias notables respecto a sus artistas contemporáneos. Fernando García-García recuerda en conversación con infoLibre que a lo largo de la historia del arte el retrato se ha pintado por encargo, lo que lo aleja de la “reivindicación de la libertad del creador” que promulgaban los artistas contemporáneos. Esta dependencia del comprador para la aprobación y financiación coartaba la libertad creativa de los artistas. 

Cuando se pinta a una persona, se entrelazan dos visiones de la misma: la percepción del sujeto y su representación en el lienzo. Los artistas se veían obligados a conciliar estas dos visiones, creando retratos que complacieran a los compradores en lugar de reflejar la realidad. Ejemplos de ello son los numerosos retratos de emperadores y reyes que comparten similitudes o que presentan características "extrañamente" atractivas. Como explica el pintor, el retrato en esta época estaba “denostado porque se supone que recortaba la libertad del artista”. Esto no fue un impedimento para Alice Neel, quien hizo del retrato su género predilecto. Además, pintó principalmente a personas cercanas o autorretratos, huyendo de esta manera de la coacción ligada a los encargos. 

Una mirada femenina y feminista

Su habilidad con los pinceles es sin duda la cualidad por la que más ha sido recordada. Sin embargo, Neel también tuvo una personalidad y carácter que han llegado hasta nuestros días. La investigadora Bea Porqueres Giménez la describe en uno de sus artículos como una persona anticonvencional y de izquierdas que durante un tiempo fue militante comunista. Además, como explica Gloria Pintueles en entrevista con infoLibre, “se ha vindicado a esta artista como icono feminista por su valentía y seguridad a la hora de abordar temas antes considerados tabú o muy secundarios en el arte, tales como la maternidad, la belleza no normativa, los cuerpos diversos, la vejez de las mujeres, etc”. 

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Esta investigadora admira la obra de Neel por su capacidad de pintar “sin dulcificar ningún proceso vital como por ejemplo, el embarazo de las mujeres”, un tema que ha sido ignorado sistemáticamente a lo largo de la historia del arte. Neel desafió los estereotipos de género al retratar el cuerpo femenino de una manera franca y sin adornos. Sus retratos muestran mujeres de diversas edades, razas y clases sociales, capturando su humanidad y complejidad en lugar de reducirlas a simples objetos de deseo o belleza idealizada. Como explica Pintueles, esto se ejemplifica en Self-Portrait (1980), cuadro en el que Neel, quizás por primera vez en la historia del arte, “rompe las expectativas representacionales de la belleza femenina” autoretratándose a sus 80 años “con honestidad, seguridad y sin pretensiones, mostrando las marcas del  tiempo en su rostro y cuerpo, reflejando su experiencia de la vejez de un modo realista”.

A pesar de su capacidad para causar la esencia de quien retrataba, el reconocimiento que obtuvo esta artista fue muy tardío. Tuvo que esperar hasta los 62 años para tener su primera exposición individual, mientras que “su primera retrospectiva en Estados Unidos fue en 1972 y la primera en el extranjero en 1981”, según apunta la docente e investigadora Bea Porqueres Giménez. El camino hacia el reconocimiento para Neel fue largo, y para la investigadora Gloria Pintueles tuvo un papel decisivo el feminismo en la década de los 70: “Los 70s coinciden con la segunda ola feminista, así como la publicación del famoso ensayo ¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres? (1971), de la historiadora de arte estadounidense Linda Nochlin, un texto clave en el desarrollo de la teoría feminista del arte, que en ese momento estaba aún en construcción (...)”. Este artículo marcó un antes y un después en el interés y la investigación de la obra de artistas mujeres, lo que benefició a Neel. 

A día de hoy Alice Neel no es una de las artistas del siglo XX más conocidas. Sin embargo, Fernando García-García asegura que a día de hoy se le da más reconocimiento que “hace 10 o 20 años”. Por su parte, Gloria Pintueles concluye que una de las maneras más efectivas para que una mujer artista sea conocida por el público general son las exposiciones o “retrospectivas en instituciones como el Museo Thyssen o el Reina Sofía”. 

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