La crisis en Venezuela amenaza la importación de crudo de Repsol en su mejor momento
El conflicto político derivado de las elecciones de Venezuela ha embarrado el que prometía ser un año dorado para las exportaciones de crudo del país latinoamericano. En los primeros seis meses del año, España ha comprado la mayor cantidad de petróleo venezolano de los últimos nueve años, mientras que en agosto, el país liderado por Nicolás Maduro alcanzó su récord de exportaciones de combustible de los últimos cuatro años. El repunte supone una recuperación del sector que sostiene las exportaciones venezolanas, pero que no durará mucho, según los expertos, por la crisis internacional abierta tras las presidenciales de julio.
La llave que abre y cierra el mercado de crudo de PDVSA —la petrolera nacional venezolana— a Occidente la tiene Estados Unidos, y en octubre de 2023 decidió dar vía libre a la salida de gas y petróleo. A cambio, Nicolás Maduro se comprometió en los acuerdos de Barbados a garantizar unas elecciones libres en 2024. En los siguientes meses, tanto Europa como Estados Unidos multiplicaron la compra de productos energéticos a Venezuela, e incluso Repsol llegó a firmar en abril una inversión de más de 1.500 millones de euros en dos campos petrolíferos del país.
Esta apertura permitió a Repsol, la única empresa ibérica con permiso para comprar combustibles a PDVSA, disparar la compra de petróleo tras varios años de capa caída. Según Cores, el brazo del Ministerio de Transición Ecológica que controla el comercio de combustibles, entre enero y junio llegaron a España 1,36 millones de toneladas de crudo desde este país, 3,3 veces más que en el mismo periodo del año anterior. La cifra es también la más alta desde la primera mitad de 2015, cuando se importaron 1.656 toneladas. En todo caso, el país no se encuentra todavía entre el top exportadores a España: apenas representa el 4% de las entradas totales y está muy lejos de los grandes petroestados como Estados Unidos, Nigeria o México.
Pero la situación se dio la vuelta el pasado en primavera, y probablemente empeorará en los próximos meses. El Departamento de Estado de EE.UU. decidió a finales de abril no renovar la licencia de exportación de crudo venezolano porque Maduro impidió a la opositora María Corina presentarse a las elecciones, y sustituyó este amplio permiso comercial por una serie de permisos individuales que concede a empresas previamente establecidas en la nación, lo que mantiene a raya la exportación de petróleo.
Ignacio Urbasos, investigador de Energía del Real Instituto Elcano, explica que esta situación se ha visto todavía más agravada después de las elecciones de julio, rodeadas de acusaciones de fraude electoral. La Fundación Carter, uno de los principales observadores internacionales, declaró que los comicios no respetaron los principios democráticos, y el Gobierno de Joe Biden trata desde entonces de pactar la salida pacífica de Maduro del Gobierno. El experto de Elcano opina que el siguiente paso es que Estados Unidos endurezca las sanciones e impida por completo que multinacionales como Chevron puedan comerciar con Venezuela.
"Lo más probable es que el Tesoro estadounidense acabe con el sistema de las comfort letters [permisos individuales] por la situación del país y que ninguna compañía ligada al sistema financiero de Estados Unidos pueda comerciar con Venezuela. Si gana Trump este escenario se da por hecho, e incluso si gana Kamala Harris, es muy probable que también ocurra", resume Urbasos.
Aunque no se conoce qué empresas internacionales tienen este permiso temporal disponible, Repsol reconoció en sus cuentas de junio que ha recibido licencias para que "diferentes compañías del Grupo Repsol puedan continuar sus operaciones en Venezuela en un marco de seguridad y estabilidad". También han obtenido estos pases la francesa Maurel & Prom (Francia) y posiblemente también la italiana Eni, según Reuters.
Anna Ayuso, analista de América Latina del Barcelona Centre for International Affaires (CIDOB), coincide con el analista de Elcano. "Las negociaciones de Barbados y la guerra de Ucrania ayudaron a retirar las sanciones, pero con lo que hemos visto tras las elecciones probablemente se recuperarán", opina la experta. Aunque también opina que Maduro está tensando la cuerda porque sabe que Estados Unidos no romper todos sus puentes con Venezuela en plena guerra comercial con China. "Maduro sabe que tiene margen de maniobra porque Biden no puede permitir que China se quede con el petróleo de Rusia y de Venezuela", sentencia.
El líder venezolano también es consciente de lo que se juega en estos meses, ya que las exportaciones del país dependen casi por completo de los combustibles, y en las últimas semanas reestructuró la cúpula de PDVSA ante las sanciones que podrían llegar de manera inminente. En agosto movió a Pedro Tellechea, presidente ejecutivo de PDVSA, a ministro de Industria, y nombró a la vicepresidenta Delcy Rodríguez como ministra de Petróleo.
En todo caso, la exposición de Repsol en Venezuela es pequeña en comparación con su volumen de negocio. Allí extrae 65.000 barriles de petróleo al día, el 11% de lo que produce la compañía en el mundo. Su relación histórica con la nación también está muy ligada a las deudas que contrajo el Gobierno venezolano con la petrolera española, ya que en los peores años de la economía venezolana Repsol continuó proporcionado gas a la nación que todavía está por pagar, y que ahora se compensa poco a poco con barriles de crudo. De hecho, las últimas inversiones acometidas en abril para adquirir dos nuevos campos petrolíferos se hizo a cambio de liquidar la deuda que PDVSA tenía con Petroquiriquire, de la que Repsol posee un 40%, según recoge la compañía en sus cuentas.
Un comerciante de crudo que prefiere no dar su nombre explica que este sistema de intercambio de productos es muy común en Venezuela. "Interesa que haya permisos puntuales de comercio de crudo porque hay muchas empresas americanas con negocios allí, y que viven de intercambiar productos a cambio de petróleo, especialmente cuando está caro; es un sistema de trueque", señala el profesional. También añade que es frecuente ver a estas compañías haciendo lobby en la embajada de Estados Unidos en Venezuela para obtener estos permisos de exportación de crudo.
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Los datos facilitados por Cores muestran que la compra de petróleo venezolano por parte de España ha sido desde los años 90 una montaña rusa con subidas y bajadas ligadas a la situación política de la nación. Lo mismo ocurre con Estados Unidos, el mayor cliente del petróleo de Venezuela. Hasta la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999, EE.UU. compraba más de 2.000.000 de barriles diarios a Venezuela, pero la cifra fue cayendo hasta los cero barriles en 2019, cuando Trump prohibió cualquier comercio con el régimen. Con la reapertura del comercio del Gobierno Biden, las importaciones estadounidenses han rebotado hasta los 220.000 barriles diarios. En Occidente también destacan Francia e Italia como compradores del crudo venezolano.
Cuando Estados Unidos cierra el grifo, aparecen otros socios que sustituyen a los países ricos. El principal es Cuba, que, según Ignacio Urbasos, intercambia petróleo a cambio de mano de obra cualificada como médicos o ingenieros formados en la isla. La clave de las sanciones norteamericanas es que paralizan a cualquier empresa que comercie con Maduro y que utilice el sistema de pagos estadounidense, el llamado SWFT, y ninguna compañía occidental se puede permitir operar fuera de este ecosistema. Por eso, el resto de socios en la sombra de Venezuela, enumera el experto, son una serie de refinerías aisladas en China y algunos comerciantes de petróleo de Oriente Medio que luego cambian la bandera a los barriles para introducirlos en el flujo legal.
En lo que respecta a los países ricos, importar crudo de Venezuela también es una operación que solo realizan un puñado de petroleras, como Chevron, Repsol, Eni o Shell. A la inestabilidad del país se suma que el crudo venezolano es muy denso y solo las refinerías más modernas pueden extraer de él cantidades suficientes de gasolina como para que sea rentable. En España, Repsol hizo grandes inversiones en sus refinerías a principios de la década pasada, lo que permite ahora amortizar este crudo, aunque también Estados Unidos, China e India tienen sus instalaciones adaptadas.