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Música

Larga vida al metal en Sonisphere

Dave Mustaine, Megadeth.

Lo que se vivió el pasado viernes en el Auditorio Miguel Ríos de Rivas Vaciamadrid, que acogió este año – junto a Barcelona - la cuarta edición del festival Sonisphere en su visita a España, fue un auténtico tributo a la vieja escuela del rock. Aquella del heavy metal nacido en los 80, que ha visto crecer a numerosas generaciones durante décadas al compás de riffs de guitarra y falsos agudos y, aun hoy día, logra cautivar a los nuevos fans del género como adeptos de su congregación. Esos mismos que sobre un escenario en Rivas, desafiando al frío y al viento, excitaron a 28.000 “cucarachas” vestidas con ropa negra y vaqueras parcheadas. Solo por ellos.

Iron Maiden, Megadeth y Anthrax son de los pocos grupos capaces de eso, y de mucho más. Tras 30 años y miles de kilómetros de carretera a sus espaldas, cada gira siempre es un evento especial internacional. Este 31 de mayo, en Madrid, volvieron a hacerlo. Sonora ovación. El público aplaudió y gritó, coreo y pidió otra canción más. Les sabía a poco la escasa hora de conciertos de Megadeth y Anthrax, y las dos de los Maiden.

A sus conciertos les precedieron 6 grupos más: Voodoo Six, October File, Red Fang, los riojanos Tierra Santa, el grupo del exbajista de Metallica Jason Newsted, que cuajó una muy buena presentación gracias a su garra y rabia, y Ghost, con sus hábitos tétricos y teclados como fondo de una música oscura. Para cerrar los conciertos, se quedaría Avantasia. 66 altavoces para llenar un anfiteatro.

Al filo de las nueve de la noche, cuando el sol comenzaba a ponerse, el escenario Clive Burr se convirtió en una tierra gélida que iba a dar lugar a una ígnea actuación de Iron Maiden. Recrearon el Maiden England y la Doncella demostró por qué es considerada una - si no la que más – de las mejores bandas de heavy metal de la historia. Empezaron con “Moonchild”, motivaron con "2 Minutes To Midnight" y enloquecieron a los fans con “The Trooper”, “The Number of the Beast” o “Phantom Of The Opera" y “Fear of the Dark”. Canciones en las que miles de gargantas hacían los coros a un Bruce Dickinson inagotable, enérgico, que pisó las tablas corriendo de lado a lado gritando “Scream for me, Madrid!” (¡Gritad por mí, Madrid!).

Con un setlist compuesto en su mayoría por clásicos, Bruce Dickinson estuvo limitado en algunos agudos, pero los tres guitarras – Murray, Smith y Gers – y Steve Harris (bajista) hicieron que eso no resultara problema alguno para el conjunto. En cuanto a la escenificación, poco más que calificarla de sobresaliente: tres Eddies diferentes vigilaron la platea desde el centro; el juego de cambiar los fondos mejoró la ambientación y las llamaradas intermitentes adornaron con fuerza un espectáculo ya de por si luminoso. Un concierto excelente, sin embargo, perturbado por ráfagas de viento que azotaron a los bafles continuamente y ensuciaron el sonido en numerosos sectores del público. Desde luego, si alguien les pregunta qué hacen, como dijo Dickinson en su día, les dirán: “Son los putos Iron Maiden”.

Tras ellos, vino Anthrax. El grupo neoyorquino desplegó un trash metal potente. Temas como “Among the living” o “I am the law” fueron de los primeros en sonar, así como “Indians” o las versiones de “Got the time” y “Raining Blood” – en homenaje a Jeff Hanneman, fallecido guitarrista de Slayer -. Aunque a algunos no les agrade Joey Belladona como cantante, a quien no ven a la altura de sus anteriores vocalistas, el grupo sigue siendo duro y directo.

Jason Nwested, Newsted - Tom Hagen

Tras los del pentáculo – por el logo de Anthrax - llegó Megadeth, los penúltimos de la noche. Arrancaron con “Hangar 18”, y ahí estaba David Mustaine. Los videos con fotogramas vintage – mostraban imágenes de drogas, personalidades políticas, conflictos, armas…- que aparecieron durante canciones como “Holy Wars…The Punishment due”, “Kingmaker”, “Countdow to extiction” o “Sweeting Bullets” acompañados de los penetrantes riffs de David, nos recordaban al pasajero oscuro que todos tenemos.

Aunque se nota las giras y sobretodo la experiencia en la voz cansada, hay guitarras que siguen hablando solas. “Breve pero intensa, una sesión más de la mano de los grandes para acabar la noche con trash y los cuernos en alto”, lo definía Carlos, un estudiante asturiano en Madrid.

Bendito sea el día en que Mustaine, expulsado de Metallica y despachado en una estación de autobús mientras ideaba vengarse de su despido, encontró ese panfleto propagandístico de la Megadeath (Mega muerte).

Para cerrar los conciertos, por primera vez en España, Avantasia. Tobias Sammet, junto a un gran elenco de voces reconocidas en la corriente, ofreció una excelente interpretación de canciones como “Spectres”, “Reach out for the light”, “Breaking away” o “Lost in space”. Inmejorables. Por desgracia, cierta parte de los asistentes ya se había marchado para entonces y la concurrencia fue menor a los anteriores conciertos.

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Eran las tres de la mañana. Terminaron los conciertos y la fiesta siguió en la carpa de djs. El Pirata, legendario locutor de programas de rock en múltiples emisoras de nuestro país, fue el encargado de poner música al cierre del festival (de 3:00 a 6:00 horas). Inició su sesión cigarro en mano, con un saludo a muchas personas y “de paso, a los Megadeth, a Los Anthrax y a los Maiden, que han sido unos teloneros [suyos] de puta madre”. Los temas que pinchaba, sacados de una pila de cds considerable, representaron una excelente selección de grandes éxitos y canciones legendarias en el imaginario colectivo rock. Poco a poco se fue llenando la carpa y El Pirata se creció. Al final, una gran fiesta para cerrar una mejor noche.

Si Frank Sinatra afirmó un día de 1959 que “a esa mierda de música llamada Rock and Roll” no le daba “ni 5 años de vida”, parece que con gente como Dickinson, Harris, Mustaine o Sammet, se equivocaba. El Sonisphere fue un festival, aunque en principio pueda parecer inapropiado para muchos por su apelativo heavy, para todas las edades; jóvenes universitarios, adolescentes, treintañeros, “puretas”, sexagenarios, padre e hijo y familias al completo. La música une generaciones distanciadas por brechas culturales y sociales; y encima con alcohol de por medio.

No hay quien pudiera definir mejor la esencia de este tipo de eventos que El Pirata. Algo sabe. “Larga vida al heavy. Larga vida al rock and roll.”

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