EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
Catherine Camus habla de su padre
No habrá celebraciones oficiales para conmemorar el centenario del nacimiento de Albert Camus (1913-1960), el autor de El extranjero, El mito de Sísifo y de Actual, cuya obra ha sido traducida a 60 lenguas. Sí se prevé la organización de numerosos actos a lo largo y ancho de Francia, y en todo el mundo, mucho más acorde con el espíritu libertario de Camus. Pese a todo, no parece ser suficiente. Ahora que la exposición prevista coincidiendo con la Capitalidad Europea de la Cultura de Marsella-Provenza se ha anulado, estaba claro que era el momento de ir al encuentro de quien, con gran pudor y humildad, se ocupa de las obras de su padre. Catherine Camus nos recibe en la conocida casa de la localidad de Lourmarin, esa que los lugareños se niegan a indicar dónde se encuentra, sin otro fin que el de protegerla de los curiosos. Este es el extracto de una larga conversación mantenida con ella y que estuvo salpicada de muchas risas.
Hábleme de este sitio. Su padre, que frecuentaba al poeta René Char en Isle sur Sorgues, compró esta casa para sorpresa de la familia.
La descubrió en septiembre de 1958 y nos trajo aquí. Tengo el recuerdo de un día de bruma, muy agradable, de septiembre y de la calle principal de Lourmain, que en la época era un lugar muy rural. Preguntó si echaríamos de menos el mar. Mi hermano dijo que no, pero yo respondí que sí. Después compró la casa y la arregló por completo antes de traernos. Había de todo, cortinas, camas, sábanas, tazas, platos, muebles. La amuebló con ayuda de artesanos y de anticuarios. Fue un regalo magnífico, irreal para nosotros, que habíamos crecido sin ningún lujo.
¿Que le gustaba de esta casa?
Tiene unas vistas impresionantes. Se percibe libertad, belleza. Y, para él, el mar estaba detrás de las montañas y, detrás del mar, se hallaba Argelia.
Cuando se evoca a Albert Camus pensamos en el mito, pero para usted es su padre. ¿Cómo lo describiría?
Era alguien que aportaba serenidad. Una persona justa, estricta, ética y tierna.
Son diversos matices que están presentes en sus escritos si se tiene en cuenta que Albert Camus engrandece al lector, le apacigua, le suscita dudas...
Así es. Él no da respuestas. Mi padre nos planteaba preguntas. Nos hacía situarnos frente a lo que éramos, lo que habíamos hecho. Nos preguntaba qué pensábamos. Me enseñó a no mentir. La mentira es letal, termina con la vida. Éramos libres y responsables. Desde luego que no es fácil. Por esa razón mucha gente no quiere ser libre, supone encontrarse en estado de alerta permanente. No hay libertad sin responsabilidad. De lo contrario, te conviertes en un parásito. Cada uno es responsable de sí mismo y de sus propios actos. Y te encuentras a todas horas en la tesitura de tener que elegir y cada elección trae consecuencias. Actualmente, las responsabilidades están muy diluidas.
En lo que se refiere a usted y a su hermano, ¿cómo se ponía de manifiesto esta exigencia?
Continuamente, para bien y para mal. Por ejemplo, me traía libros y me preguntaba mi opinión. Lo que yo decía no debía ser de gran nivel intelectural, pero nunca me dijo que era una tontería. Al contrario, me preguntaba porqué pensaba lo que pensaba, insistía en aspectos particulares. Si habíamos hecho alguna estupidez no gritaba. Nos preguntaba por nuestra opinión. Mi padre siempre decía: “Hay que tener en cuenta aquello que no se puede cambiar, pero no resignarse”. Y cuando había un problema grave decía que era necesario “ponerse en disposición para”. Esta actitud me ha ayudado a lo largo de toda la vida. Y bien sabe Dios que mi vida no ha sido un camino de rosas. Sin embargo, pienso que mi vida es mi vida, la única que tengo. Y la única libertad que tengo es aceptar incluso lo inaceptable si es ineluctable. De lo contrario, uno se pierde. Y, ¿qué es lo que se puede ofrecer a los demás cuando se está perdido?
Otro aspecto de la personalidad de su padre es que era más bien espartano, poco dado a gastar...
Mi padre había pasado penurias, se preguntaba si tendría para comer, si tendría dinero para el día siguiente, por lo que era consecuente con la manera en que creía que debía gastar el dinero. Al haber sido educada de este modo, me resulta un poco difícil aceptar la época en la que vivimos. Estamos muy acostumbrado a la publicidad; la gente se siente desgraciada si no consume lo suficiente o por el hecho de que un tren se retrase. (En este momento habla de Pierre Rabi, que le encanta y de sus reflexiones sobre la “sobriedad feliz”).
Ha preparado un libro, Albert Camus, solitaire et solidaire [Albert Camus, solitario y solidario]. ¿Por qué estos dos términos?Albert Camus, solitaire et solidaire
Un día le pregunté: “¿Estás triste? Y me respondió: “Estoy solo”. Era en el momento en que escribía El hombre rebelde y solo mucho después comprendí porqué, ya que cuando se tienen 9 años no lo sabes. Solo le miré, esperando que se percatase, porque para mí no estaba solo, ¡yo estaba allí! Desde luego que sí, ¡estaba solo. Hay gente así, rodeada de una especie de cristal de soledad que hace de recámara entre el mundo y ellos. Y que, pese a todo, están presentes.
¿Debemos ver en esta soledad el hecho de que algunos de sus escritos, en esa preocupación por plasmar los matices humanos, no pegaban con las lógicas ideológicas de una época, la de la Guerra fría, terriblemente maniqueísta?
¡Sí! En ese sentido se encontraba solo. En la medida en que detrás de él no había un partido ni un núcleo duro del que mucha gente se rodea antes de manifestar su opinión. Él estaba solo, al lado del Hombre. De todos los hombres. De todos los que no tenían la palabra.
A propósito de la palabra "solidario". ¿Se puede entender a Camus como la metáfora del pase en fútbol? Él que decía: "Todo lo que sé con mayor certeza sobre la moralidad y las obligaciones de los hombres se lo debo al futbol".
Por supuesto. El pase es la solidaridad. Sin los demás, no eres nadie. En este sentido, en 2008, Wally Rosell escribió algo excepcional para los Encuentros mediterráneos Albert Camus de Lourmain: Elogio del pase sacado del acto fundador del fútbol anarcocamusiano.
¿Qué pasa con la relación que mantenía Albert Camus con los libertarios?
A menudo he propuesto a las más altas instancias que se hiciera algo al respecto, pero me han mirado de forma rara, haciéndome entender que no estábamos en la misma longitud de ondas. Este tema se abordó en los Encuentros. En este sentido, le dije a la organizadora Andrée Fosty: “Te aseguro que es interesante. Dicho esto, si los libertarios desembarcan en Lourmain te deseo lo mejor”. De hecho, el único avance que se ha producido estaba relacionado con el fútbol. Wally Rosell, para referirse a ese magnífico libertario que es Maurice Joyeux, se puso a decir que para jugar al fútbol no había posición mejor que la de mediocentro (risas)...
Su padre fue portero en el Racing Universitario de Argel.
Y parece que era bueno. Ya que el acto de Marsella Provenza 2013 ha sido un fiasco, he propuesto que Lourmarin-Provenza-2013 organice el 15 de junio un partido en homenaje al primer gol Prix Nobel de Literatura. Se enfrentaría el equipo Camus contra el IJSF [Juventud deportiva de Lourmarin, por sus siglas en francész] y veteranos. ¡El árbitro será el cartero, que es un buen jugador de fútbol!
Se ocupa de la gestión de la obra de su padre desde 1980 pero nunca ha querido convertirse en la guardiana del templo. ¿Cuál es su filosofía con respecto a todas las solicitudes que le llegan?guardiana del templo
No tengo (risas). Si el espíritu, la ética de mi padre se respetan, acepto la propuesta. Las peticiones son tan diversas como lo es la humanidad. Y a los que se dirigen a mí, incluidos los oportunistas para los que papá es un comodín más que otra cosa, les digo que sí, siempre y cuando todo se haga bien. Tengo una visión de la obra de Camus como la tienen todos los lectores. No estoy en posesión de la verdad.
De entre todas las propuestas recibidas, supongo que las habrá asombrosas.
Hay algunas tremendas y he hecho todo un dossier con curiosidades (risas). Sin embargo, también hay cosas buenas. Me quedé muy sorprendida cuando Abd al Malik [un rapero muy conocido en Francia] me dijo que quería trabajar en el prefacio de El revés y el derecho. La obra no es muy conocida y el prefacio, que es muy importante, todavía lo es menos. Cuando este chico, que es fantástico, me envió sus textos, me di cuenta de que se encontraban en perfecta armonía con el prefacio. Y aunque no tengo pasión por el rap, cuando después he ido a escucharlo, me ha seducido su trabajo; tuve la sensación de que mi padre se encontraba en el lugar que merecía.
Ocho años después, ha acabado la publicación del manuscrito El Primer hombre. ¿Que descubrió gracias a ese textoEl Primer hombre?
Lo que contenía el Primer hombre, lo sabía. Cambió una cosa, la visión que tenía de mi abuela materna, que era tremendamente estricta. La detestaba porque papa se refería a ella cuando pedíamos algo superfluo, nos decía que teníamos un techo, que teníamos comida y libros, o cuando nos contaba que él se quitaba los zapatos para poder jugar al fútbol. Después me di cuenta de que mi abuela había empleado métodos algo rudos pero porque no había tenido elección.
Ha dicho que mientras trabajaba en este libro tuvo la sensación de estar escribiéndolo.
No es posible trabajar mucho tiempo en un manuscrito de mi padre porque se corre el riesgo de ir tras una pista falsa. Es como hacer calceta. Se te escapan dos puntos, haces un agujero en el jersey o pones las mangas al revés. Es necesario prestar mucha atención a cada palabra, así que trabajaba tres horas al día , pero es verdad que había ocasiones que me daba la impresión de que mi escritura no pasaba por mi cabeza sino que incluía la palabra justa. ¡Libraba un cuerpo a cuerpo con el texto! Como sensación, ¡es increíble!
¿Cómo era este manuscrito?
Estaba lleno de tachones. Tenía muchos añadidos, interrogaciones que he respetado. Algunas hojas entrañaban una gran complejidad, por lo que iba avanzando con el dedo por miedo a equivocarme...
Al hablar de la lectura de La caída, cuando tenía 17 años, ha dicho, “pensaba que él era inocente”. La caída
Este libro es doloroso. Y cuando lo leí a esa edad me pregunté: “¿no sabía que éramos iguales? Debía habérmelo enseñado él. Ahí le encontré inocente. Es verdad que La caída significa el desgarro de la pérdida de la inocencia…
Dicho esto, ¿sigue habiendo inocencia en los escritos de Albert Camus?
Si, en el sentido original, lo que no hace daño. Y en ese sentido pienso que los escritos de mi padre ayudan a los demás. Cuando dice: un artista no juzga, trata de comprender. Artista o no, eso deberíamos hacerlo todos. Es verdad que hay cosas que no se pueden aceptar y que se puede tildar de "incomprensible" que alguien denuncie a un judio en plena guerra, pero más allá de esta situación extrema, en el día a día, se puede tratar de comprender sin aceptar.
¿Le veía escribir?
Sí, de pie en su escritorio. Creo que cuando se ha estado muy enfermo, hasta el punto de creer que se está a punto de morir [Camus padeció tuberculosis], la cama produce cierto desasosiego, tienes la necesidad de moverte…
Su padre era exigente con la lengua francesa, hasta el punto de que en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura en Estocolmo, tuvo unas palabras de recuerdo para Louis Fermain, que había sido su profesor. ¿Era una conquista para él?
¡Lo era! De niño, hablaba patuet [idioma que se hablaba en Argelia durante la ocupación francesa, salpicado de palabras en español, italiano, árabe], la lengua de la calle de Belcourt. Es lo que le diferencia de la mayor parte de los escritores franceses de su época, que habían crecido en un entorno acomodado.
¿Como vivió la fama?
El Mediterráneo sin fronteras que imaginaba Camus
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Como cualquier artista. Le gustaba ser reconocido. Pero era púdico y no se consideraba un gran intelectual porque con la fama se pierde humanidad.
[Esta es la primera parte de una entrevista publicada en dos entregas por el blog francés Journal César, alojado en la web de Mediapart.]
Traducción: Mariola Moreno