CRÍTICA LITERARIA
Bienvenidos a la era de la prescripción masiva
Los tiempos nuevos piden nuevas palabras. Entre las que se han instalado con más fortuna, hay una, "prescriptor", que aún no está registrada en el Diccionario de la RAE pero cuyo significado es evidente, puesto que se deriva con gran naturalidad del verbo prescribir, que como bien sabemos equivale a preceptuar, ordenar, determinar algo, recetar (no sólo medicina)...
Un prescriptor es cualquier persona o entidad capaz de influir en el público (amplio o segmentado) con sus opiniones. Y no hay estrategia de marketing que no los tenga en cuenta: quien no es prescriptor aspira a serlo, quien no tiene prescriptores los busca.
Lo curioso es que prescriptores somos todos. Al menos en potencia. "De hecho siempre lo hemos sido, el boca-oreja es eso, pero hoy ese efecto se amplía mucho gracias a Internet", dice Bernat Ruiz Domènech, entre otras cosas, miembro Consejo Asesor de Liberdrac, del Gremio de Libreros de Catalunya, e implicado en la divulgación de todo lo relacionado con la edición digital, quien concreta un poco más y diferencia entre los prescriptores accidentales y aquellos "que podríamos llamar activos o intencionales".
En su opinión, un prescriptor activo o intencional reúne las siguientes características:
- Intención prescriptora. El prescriptor comunica los juicios que emite a terceros mediante medios que permiten la lectura masiva. "Todo acto de comunicación intencionado ―que vaya más allá de la conversación de café, el retuiteo puntual o el 'me gusta' de Facebook― se hace para persuadir a alguien de algo."
- Persistencia temporal. La actividad se prolonga en el tiempo. "La crítica puntual en un blog personal no será prescripción activa pues es un acto aislado (pero sí será prescripción accidental). Lo mismo vale para blogs y redes sociales. No es necesario que sea una actividad exclusiva, pero sí debe ser sostenida en el tiempo."
- Aporta orden y criterio, el que sea. Dicho de otro modo: su contribución "debe estar estructurada de modo que sea comprensible para el público al que se dirige. Debe contar con una estructura previsible, no es necesario basarse en una plantilla pero sí en cierto orden lógico".
- Profundidad conceptual, diferente en cada caso, tema y público. "Es importante razonar la opinión más allá del simple me gusta/no me gusta que entraría de lleno dentro de lo accidental."
"Resumiendo ―concluye Ruiz Domènech―, todo aquél que prescriba con intención, persistencia, orden y profundidad será un prescriptor activo y, por lo tanto, generará valor. Los blogs son herramientas ideales para los nuevos prescriptores, luego tenemos Facebook, que combina la posibilidad de publicar críticas más o menos complejas con la viralidad, sin olvidar el fenómeno booktuber, que hay que entenderlo en su contexto."
De lo dicho se colige un cambio sustancial: antes, la recomendación quedaba en manos de la élite (económica, intelectual, social), en tanto que ahora muchos disponen de instrumentos para realizar la tarea. Es más, los que tienen más éxito son "aquellos cuya voz no tenía cabida en los medios de comunicación tradicionales como prensa, radio y televisión ―dice Javier del Puerto, el hombre que está tras la plataforma de lectura digital crowdreading.com―. Gracias a Internet han podido expresarse en foros no jerárquicos ni dominados por grandes grupos mediáticos y destacar no por disponer de un estrado privilegiado, sino por la calidad de sus aportaciones, o la afinidad con su público. Hoy día todos podemos crear un blog, pero no todos tenemos algo interesante que contar".
En lo que a los libros respecta
Ruiz Domènech y Del Puerto participaron hace unas semanas un debate organizado en el seno de Kosmopolis sobre "Nuevos prescriptores: ¿quién dice qué hay que leer?".
La convocatoria partía de una constatación: el crítico literario compite actualmente con nuevos prescriptores, los lectores se han apoderado de espacios tradicionalmente destinados a periodistas y críticos. De ahí que muchos se pregunten si esta (no sé si usar la palabra) democratización de la prescripción puede tener un riesgo: que los consejos que se/nos dan, las recomendaciones que llegan/atendemos, bajen el nivel.
Formulo la pregunta: esa nueva forma de prescribir, ¿es positiva para la (también aquí dudo) alta literatura?
"Depende de qué consideremos positivo", empieza Ruiz Domènech. "Si creemos que es bueno que haya un filtro académico que separe la alta literatura de la baja, no es bueno, pues la democratización añade confusión al panorama. Pero si creemos que las dinámicas de conocimiento de las multitudes sirven como guía para esas mismas multitudes, la democratización añade orden."
Del Puerto concreta: "Si te refieres a si la consecuencia de la popularización de la prescripción conllevará la predominancia de obras populares, rollo 50 sombras de Grey, frente a otras minoritarias, las que llamas 'alta literatura' [sí, sí, a eso me refiero] creo que no más que hasta ahora", me dice. Y sigue: "Pero para responder exactamente a tu pregunta, creo que la 'alta literatura' seguirá siempre teniendo sus prescriptores, en realidad los grandes beneficiados de esta democratización son las literaturas hasta ahora marginadas por esos medios tradicionales, como la fanfiction, por ejemplo, que gracias a Internet ahora dispone de foros y canales donde crecer y multiplicarse sin fin".
Sea como fuere, Bernat insiste en la necesidad de tener en cuenta el contexto y el medio en el que se desarrolla el fenómeno, que es Internet. "Cuando cualquiera pueda opinar el mundo se basará en la suma de la opinión de muchos cualquieras. La crítica culta será un modo más de prescripción, será útil para aquellos que sigan filtrando sus lecturas en base a un criterio academicista, que no es ni mejor ni peor, será un nicho más. Internet necesita orden, es imposible que ese orden emane de los prescriptores tradicionales pues la tarea sería titánica ―y absurda― por lo tanto lo mejor es que la multitud aporte orden a lo multitudinario."
Prescripción (des)interesada
En el mejor de los mundos, los críticos y expertos (prescriptores antiguos), eran y son personas incontaminadas cuyos juicios no tienen más razón que su leal saber y entender. Y todos sabemos que no es así, que además de por los prejuicios, sus opiniones pueden estar contaminadas por decenas de factores, no siempre confesables.
En el país de la golosina, los internautas aconsejadores (prescriptores nuevos) se dejarían guiar únicamente por sus gustos y conocimientos. Pero, les evito el suspense, tampoco sucede (siempre) así.
Pregunto a nuestros expertos si los nuevos prescriptores son más influenciables que los antiguos...
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Contesta Javier del Puerto: "No creo. Los prescriptores actuales tienen un sentido de la responsabilidad hacia su audiencia muy arraigado, ya que son conscientes de que existen gracias a ellos, y en mi opinión mantienen una transparencia y una honestidad (en Internet es mucho más fácil pillar a un mentiroso que en la vida real, donde se pueden tardar varias legislaturas) y sobre todo una accesibilidad mucho mayor que los antiguos. Hoy en día puedes replicar a cualquier prescriptor inmediatamente y debatir a la luz cualquiera de sus propuestas, mientras que antes era mucho más complicado y opaco."
Ahora, Bernat Ruiz Domènech: "Lo son en un sentido distinto. Los tradicionales contaban con un canon, una ortodoxia a la que recurrir. Se alejaban más o menos de ese canon ―u otros cánones alternativos― en función de su público, inclinaciones, etc., pero se trataba de influencias puntuales y seleccionadas. La nueva prescripción parte de ese canon ―nada surge en el vacío― pero es mucho más volátil, informe, influenciable por otros prescriptores. La nueva prescripción es mucho más promiscua en cuanto a influencias. De momento eso genera mucha inseguridad, pero con el tiempo surgirá un nuevo canon basado en las inteligencias múltiples y, lo más importante, dicho canon evolucionará con esa inteligencia. Lo que pasa que es demasiado pronto para verlo."
De momento, apenas lo atisbamos. Pero el cartel no engaña: Bienvenidos a la era de la prescripción masiva.