Teatro

¿Quién es la cabra aquí?

Escena de 'Desde aquí veo sucia la plaza', de la compañía Club Caníbal.

En Cazalilla, este año la pava se ha salvado. Por primera vez desde fechas indeterminadas, aunque no inmemoriales —la tradición se remonta al siglo XIX—, en lugar de arrojar al ave desde lo alto del campanario de esta localidad jienense para festejar San Blas, han paseado al animal pacíficamente por la calle. En 2002, el alcalde de Manganeses de la Polvorosa decidió acabar con el "salto de la cabra", una celebración bastante autoexplicativa: el animal era obligado a saltar desde lo alto de la iglesia del pueblo zamorano. El toro de Tordesillas se sigue celebrando cada año, pese a las protestas de los animalistas.

Y en la ficticia Villanueva de la Faca, los aldeanos reciben a su propia cabra al grito de "¡la volá, la volá!" bien parecidos a los cánticos —esta vez reales— escuchados hace unos días en Cazalilla: "¡Sí, sí, sí! ¡La pava ya está aquí!". La obra Desde aquí veo sucia la plaza (en el madrileño Teatro del Barrio del 11 al 3 de abril) explora el "carácter ibérico" a través de un caso disparatado que bien podría ser real. La Unión Europea prohíbe el principal acto de las fiestas del pueblo —hacer volar al mamífero desde el campanario con resultados algo gore— bajo la amenaza de enviar a los "tricornios azules" y, ante la injerencia supranacional, el alcalde decide ir al mismísimo Parlamento Europeo para defender sus tradiciones. 

"No queremos ser oportunistas. No creemos que el carácter español se centre específicamente en este tipo de fiestas. Lo de la cabra es casi un mcguffin [excusa de guion]para hablar de algo que va más allá", dice Juan Vinuesa, uno de los actores de esta obra estrenada en el festival Frinje y candidata a tres premios Max de teatro (aunque aún les queda superar una fase para ser finalistas). Junto a él están Font García y Vito Sanz, con Chiqui Carabante a la dirección y Pablo Peña (del grupo Pony Bravo) a la música en directo. Ese "algo" es lo que llaman el "carácter ibérico", una incógnita que han querido resolver a través de esta sátira berlanguiana en la que hay desde pasodobles y castañuelas hasta zoofilia. "Lo que nos atrajo", dice Carabante, "es que hay gente que defiende que eso es parte de su identidad, de su identidad española. Que si eliminaran los toros o este tipo de celebraciones, dejaríamos de ser nosotros". "Y que al ser humano se le conoce cuando se mueve instintivamente, y esta fiesta tiene algo muy animal, muy primitivo", añade Vinuesa.

¿Qué más compone ese "nosotros", qué otros rasgos han descubierto de ese animal español? Las descripciones se engarzan: 

— Hay un amor por la derrota en este país —se arranca el director—. Cuando ganaba la selección española fue una cosa muy hermosa, pero cuando dejó de hacerlo, nos encajamos de nuevo rápidamente en nuestro papel de eternos perdedores.

— Y, cuando alguien asoma la cabeza, vamos contra él. Se ataca es al que prospera, al que da señales de tener una mente abierta, o cierta inteligencia —añade el intérprete.

— Antonio Gala decía: "Si tienes éxito en España, aparenta que tienes una cojera"— recuerda Carabante.

— Las identidades se crean más en contra de los que te atacan que a favor de lo que defiendes...

— Esa especial habilidad para el ridículo... Llamamos Armada Invencible a una que pereció al tercer día. O la situación política actual: que no haya posibilidad de acuerdo es de vergüenza —apostilla el director.

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Después de semejante traje al ciudadano español, ambos advierten: "Tomamos distancia, pero a la vez nos sabemos parte de esto y estamos enamorados de esta forma de ser. Es una especie de síndrome de Estocolmo...". Una enfermedad que tratan de analizar en una trilogía. Después de esta pieza, vendrá Herederos del Ocaso, que tratará el fraude de aquella selección de baloncesto paraolímpica que ganó un oro en el 2000 con un equipo en el que había solo dos personas con diversidad funcional. Para cerrar, Algún día todo esto será tuyo, sobre los últimos años de vida del presidente de El Corte Inglés. Un retablo valleinclanesco que promete centrarse en la picaresca: "Que escribiese en Luces de bohemia 'en este país prosperan los delincuentes', y siga siendo válido…", apunta Vinuesa, y completa Carabante: "Aquí la cultura del pelotazo la hemos dejado hace poco. Si es que la hemos dejado".

Menos mal que está Europa. Ese "ente" que, en la obra, parece medir "cuatro metros", pesar "500 kilos" (la descripción es de Vinuesa) y dictar "siempre lo que hay que hacer". "Como en la Fundación de Asimov", apunta Carabante, "¡Que nos han aceptado en el club y nos han puesto a lavar platos!". Un ser gigantesco que aprieta las tuercas del Gobierno central, y este las del partido, y este, a su vez, las de un alcalducho aplastado entre la ley y sus votantes. Ese hombre dispuesto a recibir clases de teatro para ganar carisma, dispuesto a viajar más allá de las fronteras de su pueblo para convencer a Europa entera y "dispuesto a morir para que todo siga igual". "Pues no nos hubiera venido mal que a Napoleón le saliera bien la invasión...", se plantea el director. 

¿Es que no hay otra cosa con la que identificarse en España más allá de esas tradiciones atávicas? "¡Claro! Si tenemos a Cervantes, a Lorca, a Cernuda, al paisaje de tu pueblo…", dicen. Pero pesa el "aquí se ha hecho esto siempre", una fantasía que lleva con facilidad a la mitificación del pasado —esas abuelas, en la obra, alucinando con que "antes la volá era mejor" porque se tiraban "vacas" y "toros"— y a los delirios de grandeza —el alcande reivindicando un linaje que expulsó "a los romanos" y a los "fenicios, que no quedó una piedra en toda Europa"—. ¿Alguna vacuna? "Necesitamos hacernos preguntas sobre nuestras propias creencias para educarnos como país", reivindica Vinuesa. Y hablan de diálogo, debate, respeto, con un cierto optimismo que no tarda en apagarse. "Que no se nos olvide", dice el actor, "Hace 75 años nos estábamos pegando tiros, y hace menos estábamos matando a gente a garrote vil". 

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