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Literatura

Día de las escritoras: poco que celebrar

Algunas de las 14 mujeres que han ganado el Nobel de Literatura desde 1901.

El pasado 13 de octubre, la Academia sueca tuiteaba con orgullo: "14 mujeres han sido galardonadas con el Nobel de Literatura entre 1901 y 2015". Esperaban aplausos, pero recibieron tortas. "Solo 14 mujeres"Solo , señalaban decenas de usuarios. No es el único ámbito en el que ellas siguen estando infrarrepresentadas. Desde su creación, solo cuatro mujeres han recibido el Cervanteshan recibido el Cervantes, poco más del 9% del total. El mismo número de autoras ha ganado el Premio Nacional de las Letras, llegando al 12%. Solo el 5% de los galardonados con el Premio Nacional de Narrativa han sido mujeres, concretamente dos: Carme Riera y Carmen Martín Gaite. Etcétera, etcétera, etcétera. 

Es por esto, y por otras realidades menos cuantitativas, que la asociación Clásicas y Modernas y la Federación Española de Mujeres Directivas (FEDEPE) se han propuesto popularizar el Día de las escritoras. Este lunes, el primero tras la festividad de Teresa de Ávila, la autora más celebrada de las letras españolas, se estrenan con un acto en la Biblioteca Nacional en el que figuras como Soledad Puértolas, Carme Riera, Clara Janés y Pepa Bueno harán una lectura pública de textos de Sor Juana Inés de la Cruz, Gabriela Mistral, Rosa Chacel o Idea Vilariño. La celebración tiene, por ahora, un fuelle equivalente al reconocimiento a medio gas que reciben las homenajeadas. Pero esperan que ambas circunstancias cambien a la par. 

“Hace veinte años que reflexiono e investigo sobre este tema y debo decir que el único verdadero avance que he visto es que ahora hay una cierta conciencia de la desigualdad”, dice Laura Freixas, escritora ella misma y responsable de Clásicas y Modernas. Como se atrevían a defenderle que había un boom de nuevas autoras, o que ellas ganaban más premios, uno de los objetivos de la organización fue demostrar con datos que no estaban locas: las mujeres ocupaban, en numerosos ámbitos de la cultura, porcentajes mucho más bajos del 52% que les correspondería de manera natural. En el mundo del libro, y según sus datos y observaciones, la desigualdad está presente desde la presentación de manuscritos hasta la percepción del lector.

"Literatura femenina"

Empecemos por el final, por ese lazo que parece unir la literatura escrita por mujeres con la literatura femenina con un público irremediablemente femenino. “No se corresponde con la realidad el pensar que las novelas escritas por autoras se dirigen al público femenino, pero sí es cierto que las leen sobre todo mujeres”, analiza Freixas. ¿La razón? Lo masculino se ve como universal, lo femenino se toma como minoritario. O, como ejemplifica ella, a nadie se le ocurriría definir Moby Dick como “literatura masculina” por mucho que en ella solo aparezcan hombres. Una crítica que comparte la escritora Elvira Navarro (Los últimos días de Adelaida García Morales, La trabajadora): “Existe una construcción cultural en que lo femenino se presenta como un tema concreto”.

En términos de ventas, en principio, esto no debería ser negativo: la mayoría de los lectores son en realidad lectoras (el 66,5% de las mujeres leyeron libros en el último año, frente a 57,6% de los hombres, según el INE). Pero sí tiene que ver con el prestigio que la industria se resiste a dar a las escritoras. Basta con mirar el porcentaje de galardones otorgados a mujeres. Clásicas y Modernas ha señalado la desigualdad de sus premiados a decenas de comités, ha propuesto potenciales ganadoras y les ha pedido que convoquen jurados paritarios. Muchos han dado “la callada por respuesta”. Otros, como el Cervantes o el Planeta, que con el premio a Dolores Redondo ha vuelto a premiar a dos autoras en dos ediciones consecutivas, parecen haber empezado a reaccionar.

Paternalismo en los medios

Los medios —esos otros distribuidores de prestigio—, sin embargo, siguen a su ritmo. “Muchas veces las mujeres somos tratadas con paternalismo”, denuncia Navarro, que menciona, además, las consabidas preguntas sobre “literatura femenina”, sobre maternidad o sobre conciliación. “No es inocente”. La poeta y editora Elena Medel (Chatterton, Tara) narra otra experiencia común entre las autoras: “Desde el principio se me adjudicó el papel de cuota: en congresos y festivales, en artículos y en antologías, por ser una mujer joven me tocaba ocupar ese lugar entre los hombres, el de la diferencia y la nota de color, la representante femenina para evitar que les acusasen de machistas, porque al menos habían llamado a una mujer”. Mientras se desarrollan plataformas que llaman a boicotear las mesas redondas en las que solo hay hombres, o que se preguntan dónde están las mujeres en los artículos de prensa, ella ha vivido, explica, lo mismo que sufrió Carmen Jodra o que sufriría luego la poeta Luna Miguel.

Ninguna de ellas identifica problemas de machismo en las editoriales con respecto a sus autoras; que, por ejemplo, se prefieran obras de escritores o se miren las de ellas con mayor dureza. Eso, pese a que la mayoría de altos cargos en el sector estén ocupados por editores en un sector en el que el número de mujeres empleadas es altísimo. Pero Elvira Navarro, que fue durante un año editora invitada en el sello Caballo de Troya, señala un techo de cristal más sutil: “Ahora mismo, hay igualdad en la recepción… si bien es cierto que la mayoría de manuscritos que llegan son de hombres”.

Autoras inseguras

Elena Medel, también editora del sello de poesía La Bella Varsovia, constata que hay un abismo entre ellos y ellas a la hora de valorar su propia obra: "Me he encontrado a autoras profundamente inseguras con sus libros, reticentes a que se organizasen presentaciones, que las rechazaban y que rechazaban entrevistas... y que casi pedían perdón por escribir y publicar. Mucho más inseguras, a las que había que convencer de que se les publicaba por su calidad, no por un golpe de suerte". Un fenómeno que dificulta desde el origen la participación de escritoras en el debate público y cuyo origen ve Laura Freixas en la educación patriarcal. 

Lo ejemplifica con una declaración de Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York, a favor de la candidatura de Donald Trump. "¿No creen que un hombre que tiene este tipo de genialidad en las finanzas es mejor para los Estados Unidos que una mujer?", dijo a principios de mes. La escritora explica que "a los hombres se les atribuyen cualidades como individuos, mientras que a las mujeres se las define por su condición de mujeres". El resultado, argumenta, es que se deposita en ellos la autoridad, reforzada por esos logros individuales, y ellas acaban sintiéndose ignorantes en la materia, aunque acumulen conocimientos similares o superiores a sus pares. "No estamos cómodas en un lugar de poder", añade Navarro, "y la literatura es una toma de poder, aunque modesta, porque supone una ocupación del espacio". 

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Transformar el canon

Ninguna de ellas tiene soluciones mágicas para un problema arrastrado durante siglos. Pero todas mencionan el descubrimiento de mujeres escritoras como una forma de empoderamiento. Como Elvira Navarro, que encontró un espejo en Marguerite Duras a los 13 años y extendió esa familia hasta Rosa Chacel o Belén Gopegui. De eso trata el acto del lunes en la Biblioteca Nacional. "Erika Martínez, excelente poeta e investigadora muy rigurosa, profesora de universidad, me comentaba que cada generación necesitaba revisar el canon, publicar su propia antología, por así decirlo", cuenta Elena Medel. Las antologías e la Generación del 27, explica, han permanecido intactas desde la edición de Gerardo Diego. Pero, ¿qué pasa con María Cegarra o Margarita Ferreras? "¿No merecería la pena replantearse esa nómina oficial, preguntarnos por qué sí figura en el canon un poeta como Juan José Domenchina, y por qué no tenemos en cuenta a Lucía Sánchez Saornil?", se pregunta. 

Uno de los problemas para esa subversión, señala Freixas, es que cada generación de mujeres parece tener "que empezar de nuevo": "No hay transmisión del conocimiento, pasa tanto en Historia como en Literatura. Las obras se dejan de editar, se olvidan o se pierden". Es lo que trata de evitar, por ejemplo, la editorial Torremozas, que lleva a cabo desde 1982 una importante labor de recuperación de la obra de Alfonsa de la Torre, Gloria Fuertes, Carmen de Burgos o Carmen Conde. La propia Medel desarrolla desde hace año y medio una antología de poetas españolas del siglo XX llamada Cien de cien que verá la luz en noviembre. El sello Editores Recalcitrantes acaba de nacer para rescatar obras de mujeres desaparecidas de los fondos editoriales, empezando por Las hogueras, de Concha AlósLas hogueras, Premio Planeta 1964. Este lunes, lectoras y escritoras escucharán nuevas voces que sumar a su propia genealogía. 

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