Refugiados políticos
“Mis hijos se me escaparon de las manos”
Se llamaba Aylan, tenía tres años y nadie estaría hablando de él si no fuera porque ya simboliza la catástrofe humanitaria que se ha trasladado a los confines de Europa. Aylan acabó sus días en una playa turca, besando la tierra, bañado por el vaivén del agua que dejaba ver su blanca espalda. Junto a él murieron también su hermano, Galib, de cinco años, su madre y otro joven sirio que recientemente había cumplido la mayoría de edad. Resistieron al naufragio el padre de los niños y otro hombre. "Mis hijos se me escaparon de las manos", explicó Abdalá como reprochándose la tragedia.
Abdalá es sirio. Hasta 2012 vivió con su familia en Damasco, una ciudad que lleva tiempo soportando los bombardeos entre los rebeldes y el régimen de Al-Assad. Luego "se trasladaron a Aleppo, y cuando los enfrentamientos ocurrieron allí, se fueron a Kobane [todavía en Siria]", explicó a The Guardian un periodista que trabaja allí. En Kobane encontraron refugio durante los últimos tres años, pero los ataques del Estado Islámico hicieron necesaria la huída.
Buscaron asilo en Canadá, donde vive desde hace 20 años la hermana de Abdalá. Ella habló con familiares y amigos y consiguieron reunir el dinero necesario para financiar todos los costes. Según Abdalá, la oficina canadiense de Ciudadanía e Inmigración rechazó la petición de asilo que habían solicitado desde Turquía. No obstante, a última hora del jueves, el Gobierno canadiense aseguró no haber recibido ninguna petición de asilo de esta familia, algo que también confirma la hermana de Abdalá, según la cual, lo que hizo fue intentar llevarse a Canadá a su otro hermano, Mohamed.
La BBC informa de que son muchos los sirios que están encontrando problemas para que su solicitud de asilo sea admitida en los campamentos turcos de ACNUR. Y si no logran el estatus de refugiados, el país no les concede una visa con la que cruzar la frontera.
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A todos estos problemas se enfrentó la familia de Abdalá, así que como última posibilidad se lanzaron al Mediterráneo. Contactaron con una mafia y pagaron una cantidad cercana a los 2.000 euros por persona. En la madrugada del miércoles se subieron a una barca hinchable y pusieron rumbo a la isla griega de Kos. Les seguía otro bote parecido en el que viajaban idénticas esperanzas, pero cuando apenas habían avanzado unos cientos de metros, "en el bote empezó a entrar agua", explicó Abdalá a la agencia Dogan.
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"A medida que aumentaba el agua, cundía el pánico. Algunos se pusieron de pie y el bote volcó. Yo sostenía a mi mujer de la mano". Luego, dijo, "las manos de mis dos niños se escaparon de las mías. Intentamos quedarnos en el bote, pero el aire disminuía. Todo el mundo gritaba en la oscuridad. Yo no lograba que mi esposa y mis hijos oyeran mi voz". "Cuando alcancé la costa comencé a buscar a mi esposa y a los niños. Pensé que se habían asustado y escaparon. Llegué a Bodrum y no pude encontrarlos en nuestro punto de encuentro. Luego fui al hospital y me enteré de las tristes noticias", añadió.
Solo unos minutos antes, los guardacostas turcos habían levantando los pequeños cadáveres de sus hijos. Junto a ellos, los pasajeros de la otra embarcación que volcó por el exceso de peso (viajaban 17 personas en un espacio reservado para 10). Flotando en las aguas fueron encontrados una bebé de 9 meses, dos gemelos de año y medio y dos hermanos de 9 y 11 años. Desaparecidas siguen siete personas.
La prensa de todo el mundo llevaba este jueves la imagen de Aylan chorreando agua salada y la historia fallida de su familia por alcanzar Canadá. El país ofreció este mismo día asilo a Abdalá, pero ya no es necesario. Este padre dice que lo único que quiere ahora es ver a sus hijos "por última vez". "Quedarme con ellos para siempre". Después, volverá a Siria, el infierno del que huyó hace tres años y que ahora se le hace pequeño.