Elecciones en Argentina
La última jugada del ‘kirchnerismo’
Este domingo, Alicia Ciciliani votará en blanco. Tras el varapalo que sufrieron los socialistas en las urnas, Ciciliani reconoce que los argentinos les han obligado a mirar el partido desde las gradas y, por lo tanto, no han pedido el voto para ninguno de los dos candidatos que se juegan la presidencia en esta segunda vuelta –la primera vez, por cierto, que en Argentina tienen que recurrir al balotaje-. “No nos representan”, parafrasea el lema del 15-M. Aún así, no ahorra en autocrítica: Ciciliani confiesa que no han sabido ser, ni presentarse, como la alternativa a los 12 años de gobierno kirchnerista.
A ello, habría que añadir un dividido panorama social que ha centrado la discusión política entre los que apoyan al oficialismo peronista y los que pretenden hacer tabula rasa de la última década, algo que habría perjudicado a los partidos ajenos a esta dialéctica. “Hemos sufrido el embate del kirchnerismo, que es un gobierno populista y ha copado la agenda mediática y política, atribuyéndose el espacio progresista en la Argentina y dividiendo a la sociedad entre kirchneristas y antikirchneristas”, explica Cicialini, secretaria de Organización del PSA, a su paso por Madrid, invitada por el PSOE para participar en su conferencia política –suspendida tras los atentados de París-.
Esa fragmentación de la sociedad de la que habla la dirigente socialista se vio de manera clara en los ajustados resultados de las elecciones celebradas el pasado 25 de octubre, en la que votó el 79% de los 32 millones de argentinos –el voto es obligatorio entre los ciudadanos de 18 y 69 años; optativo a partir de los 16 y de los 70 años-. El resultado de aquella jornada fue totalmente inesperado, sobre todo para Gobierno, que retrasó seis horas la publicación de los datos oficiales (con alguna cacerolada improvisada de por medio). Mauricio Macri, cabeza de lista de Cambiemos, lograba un 34,4% de los votos, frente los 36,8% de los del candidato oficialista, Daniel Scioli (Frente para la victoria).
Ninguno de ellos logró rebasar el 40% del escrutinio ni superar en 10 puntos al segundo en la carrera hacia la presidencia para evitar, así, una segunda vuelta. Tampoco ninguna encuesta ni analista político previó los buenos datos de Macri, un candidato que antaño se definía como liberal y que gobernaba en la capital bonaerense desde hacía ocho años. Los sondeos sobre la intención de voto aventuraban que Macri no alcanzaría siquiera el 30% de las papeletas; mientras que Scioli partía como el gran favorito con más del 38% en la intención del voto. “La manipulación de datos forma parte de la propia campaña electoral, favoreciendo a quién las paga”, denuncia tajante Ciciliani.
Santa Fe y Rosario, bajo el gobierno de los socialistas
Progresistas, coalición en la que se integraron los socialistas y que estuvo liderada por Margarita Stolbizer, apenas consiguió el 3,47% de los votos escrutados. Un dato descorazonador, ya que en las elecciones de 2011, donde los socialistas concurrían en el Frente Amplio Progresista, superaron el 10% de las papeletas. Sin embargo, los socialistas tienen una importante presencia en el ámbito regional: gobiernan la provincia de Santa Fe (la segunda más grande del país), y tienen la alcaldía de un centenar de municipios, incluida la ciudad de Rosario, la segunda más grande después de la capital.
¿Qué provocó, entonces, tal descalabro en los comicios nacionales? “La gente votó a favor o en contra del kirchnerismo. Encontró tanto en Massa como en Macri la posibilidad real de desplazar al Gobierno, no vio en nosotros una fuerza con capacidad de mayorías”, insiste Ciciliani convencida. Emiliano Torno, miembro de las juventudes socialistas de Argentina que acompaña a Ciciliani en su visita a España, hace el siguiente análisis: “El tercer candidato, Sergio Massa, un peronista de derechas, sacó un 21%. Entre esas tres fuerzas más o menos de derechas –Scioli, Macri y Massa- sacaron más del 90%. Por lo tanto, el voto progresista de izquierdas se dividió”. Y se diluyó.
Ambos políticos señalan que los candidatos mayoritarios han focalizado su campaña electoral en posicionarse frente a las políticas llevadas a cabo por el matrimonio Kirchner, sin aportar nuevas propuestas ni programas políticos claros de cara a la nueva legislatura. Así, Macri ha evitado definirse ahora como liberal o conservador, pero ha contado con el apoyo de importantes poderes económicos que le respaldaron con suficientes recursos para “plantarse como una alternativa –al Frente para la victoria- en igualdad de condiciones”. Además, Macri ha hallado su nicho de votantes entre las clases medias y los sectores vinculados al cultivo de la soja, una de las grandes fuentes de ingresos del Estado argentino. “No importa la ideología, no importa el programa, sino desplazar al kirchnerismo del poder”, resume Ciciliani.
Los sondeos a pie de urna dan ganador de las elecciones argentinas al opositor Mauricio Macri
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Incertidumbre en la segunda vuelta
Con este panorama, ni Ciciliani ni Torno se atreven a aventurar quién ocupará la Casa Rosada hasta finales de 2019. Los sciolistas han tenido tres semanas para replantear su estrategia (y quizás marcar distancias con la línea más dura del kirchnerismo); pero es indudable que los buenos datos cosechados por Cambiemos han supuesto un gran espaldarazo a la candidatura de Macri. “Todo indicaría que ganaría Macri, pero me remito a lo que hablábamos acerca de la poca fiabilidad de las encuestas”, dice Torno. “Es incierto, hay mucho voto peronista [que había votado en un principio a Massa] y no se sabe qué van a hacer ahora”, añade Ciciliani.
Massa no tiene favorito, pero forzado a escoger, prefiere que Scioli sea derrotado, según declaró al Canal 13. Sin embargo, ¿habría gran diferencia entre las políticas de uno u otro candidato? “Los dos son líderes del mismo origen social y económico. Ambos son multimillonarios, vinieron a la política de mano de Carlos Menem y tienen una forma de administración bastante parecida, así que no creo que Macri pueda intervenir demasiado sobre los derechos adquiridos, porque hay una sociedad organizada que no va a permitir que se los quite. Pero, en definitiva, no veo grandes diferencias”, remacha Ciciliani.