VERSO LIBRE

Noticias del frente

Guillermo Busutil ha recopilado las estupendas columnas que escribe en La Opinión de Málaga bajo el título Noticias del frente (Tropo Editores, 2014). No es que le guste pertenecer a ningún ejército, pero tiene espíritu combativo. No es que se encuentre cómodo con la disciplina militar, pero la realidad ha transformado a cualquier periodista con vocación en un corresponsal de guerra, en alguien obligado a escribir la crónica de una resistencia, la defensa del periodismo como oficio. El periodismo es hoy un combate, una batalla diaria.

El parte de bajas ha sido grande en los últimos años. Cada día llegaban noticias de un cierre, unos despidos, unas jubilaciones forzosas. Las heridas personales son la huella humana de una realidad social: la invasión que los poderes económicos han desatado en la geografía de la política y los medios de comunicación. La verdad es una mercancía adulterada en manos de los gerentes de la especulación. Lectores actuales de Nietzsche, han decidido situarse más allá del bien y del mal a través de la mentira.

Guillermo Busutil se formó en una época en la que todavía era posible hablar con confianza, de tú a tú, mirándose a los ojos, con un periódico o con una emisora de radio. Había desde luego pequeñas trampas en la baraja del desayuno, pero nada comparable con la desmesura de las cartas en la manga de los bancos y los fondos de inversiones que hoy mandan en los consejos de redacción. Resistente en la guerra fría de las noticias, Busutil escribe sus artículos, sus crónicas de sociedad, sus reflexiones políticas, sus homenajes literarios, sus asombros ante la economía y sus obituarios (en los que ocupa un lugar importante la tropa del periodismo).

Sabe que la vida “está Shakespeare”, que todo se mueve entre la ambición de Macbeth, las dudas de Hamlet, las pasiones de Otelo, los conflictos generados por la sucesión de Julio César y la locura del Rey Lear. Como equipaje de resistencia tiene sólo la vocación del periodismo y la literatura. Cree que “el periodismo es el futuro del periodismo”. Por eso busca entre los papeles de los viejos maestros. Y no es que los maestros den siempre esperanzas. El combatiente Camus, que hizo de la rebelión la prueba más firme de la existencia, aprendió con la guerra civil española que es posible tener la razón y ser derrotados, que hay momentos de dignidad sin recompensa. Pero los maestros dan siempre un sentido al oficio. Como explicó Kapuscinski, sin unos principios a los que recurrir, sin una razón de ser, es imposible ordenar un escenario despedazado por una bomba.

El periodista sabe que la verdad puede ser una forma de error. Se trata de buscarla más que de creerse propietarios únicos de la realidad. Podemos también hacer caso en esto a Nietzsche y admitir que las mentiras más comunes son aquellas con las que nos engañamos a nosotros mismos. Por eso Camus buscó su método para no abandonarse a la renuncia y al relativismo. No sentirse en posesión de la verdad, pero sí el esfuerzo de no mentir, de intentar no mentir.

Los errores permiten el diálogo. Cada cual sostiene sus argumentos, sus opiniones en una conversación limpia en la que no es necesario el acuerdo para sostener una convivencia decente. Lo que infecta la vida pública y hace imposible el diálogo es el acomodo en la mentira. Y España es un país que se ha acomodado más a las mentiras que a los errores. Nuestra corrupción democrática responde al uso de la mentira como norma sin vigilancia, vergüenza o pudor público.

Respiramos mentiras esenciales y mentiras accidentales. Una mentira esencial, porque envenena la semántica de la democracia y la soberanía, es afirmar que se le debe la democracia a un rey. ¿Pero de quién es el derecho? ¿La libertad es un regalo? ¿Una traición a la costumbre del dictador? Una mentira accidental es declararse al mismo tiempo republicano y devoto a un rey. Paradojas de esta clase convierten a los políticos en profesionales de la ratonería, de la esgrima social para salir del paso. Y no se puede confiar un proceso de futuro a gente que se limita una y otra vez a salir del paso. Acaban llevándonos al precipicio, como ocurre ya en asuntos demasiado importantes.

Cuando la prensa oficial exige el consenso para salir del paso, uno comprende la importancia de un periodismo independiente dispuesto a no mentir. La sinceridad puede estar equivocada, pero es un valor intelectual y ético que da confianza, que permite hablar, que nos respeta, que no nos trata como ilusos. Y no es lo mismo ser un iluso que estar ilusionado. Me gusta repetir con Guillermo Busutil que el periodismo es el futuro del periodismo.

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