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¿Qué les pasa a los republicanos de EEUU?

Es fácil caer en el simplismo con Antonin Scalia: parecía un facha de libro y, tal vez lo fuera, pero las cosas resultan a veces más complejas que los eslóganes: el juez del Tribunal Supremo de EEUU recién fallecido era un tipo brillante, polemista, ultraconservador, al que le encantaba el papel de malo y, sobre todo, muy influyente entre la judicatura conservadora. No era un don nadie.

Despreciar a los que no piensan igual es el primer paso para la derrota (Sun Tzu en traducción libre); es lo que les pasa a los candidatos presidenciales republicanos, enfrascados desde hace meses en una espiral de a ver quién dice la barbaridad mayor. En esto no hay encuestas, pero Donald Trump se lleva la palma. Solo están de acuerdo en su odio hacia Obama, Clinton y Sanders.

El Supremo de EEUU ejerce dos funciones que en otros países, como España, están divididos: máxima instancia judicial y Tribunal Constitucional. Está compuesto por nueve miembros para evitar los empates. Tras la muerte de Scalia quedan cuatro miembros conservadores: John Roberts (presidente), Samuel Alito, Clarence Thomas y Anthony Kennedy; y cuatro liberales: Elena Kagan, Sonia Sotomayor, Ruth Bader Ginsburg y Stephen Breyer. Se trata de puestos vitalicios; Ginsburg, por ejemplo, tiene 93 años y ninguna intención de dimitir.

Como a veces sucede con los papas de Roma, en algunas ocasiones hay sorpresas y los jueces supremos no votan de acuerdo con su ideología, ni en favor del partido que les promovió. Tanto Kennedy, propuesto por Ronald Reagan, como Roberts, propuesto por George W. Bush, han roto la supuesta disciplina de voto. El caso más reciente fue la legalización del matrimonio gay en EEUU. Kennedy votó a favor: antepuso su sentido de la justicia a sus ideas. Las críticas desde las filas republicanas fueron tan desmedidas que parecían la Brunete Twitera, tan activa en España.

De los cuatro miembros liberales, Obama eligió a dos: Elena Kagan y Sonia Sotomayor. Ginsburg y Breyer fueron nominados por Bill Clinton. El presidente tiene ahora la posibilidad de dejar un Tribunal más liberal, al menos hasta el fallecimiento de Ginsburg.

De la tendencia política teórica –que sabemos incluye sorpresas– dependen un buen número de leyes esenciales: financiación de las campañas electorales, los derechos de voto y la pena de muerte. También depende la continuidad de la actual ley de aborto, la tenencia de armas y el cambio climático, un terreno en el que están en juego miles de millones de dólares en beneficios para empresas que suelen tener influencia en el Congreso.

La sustitución de Scalia se ha transformado en la pieza más destacada de la guerra preelectoral entre republicanos y demócratas. Los primeros advierten de que bloquearán cualquier nombramiento hasta que haya nuevo presidente (o presidenta) en enero de 2017. Los demócratas están convencidos de que una actitud obstruccionista les beneficiará en las urnas. El editorial del The Washington Post es claro: hagan su trabajo y voten el elegido por Obama.

Pretenden que Obama renuncie a nombrar con la excusa de que estamos en año electoral. Las elecciones corren el riesgo de convertirse en un plebiscito constitucional, como apuntaba el martes The New York Times.

Existen 14 precedentes de elección de juez durante el año electoral y ninguno de un Supremo que permanezca con una vacante durante año o más. La política más sucia trata de aprovechar cada institución, cada recodo de la vida pública en beneficio personal o partidario. En esto, no somos originales, pero sí entusiastas.

La batalla en torno a Scalia desciende también a los escaños del Senadodesciende también a los escaños del Senado en juego (se renueva un tercio cada dos años en mandatos de seis). El control de la Cámara alta puede ser vital en el equilibro del Tribunal Supremo. ¿Y la democracia?, preguntará algún incauto. Pues eso: el gobierno del pueblo para el pueblo pero sin el pueblo. La teatralidad sustituye a los mecanismos de control.

Esta encuesta es interesante: los republicanos consultados afirman que Ted Cruz sería la persona más adecuada para elegir el sucesor de Scalia. Ted Cruz es un peligro público, basta con escucharle unos minutos para darse cuenta. El problema de los republicanos es que solo tienen dos opciones más o menos serias: Jeb Bush (quiere atacar Corea del Norte y seguir la tradición familiar) y John Kasich, el único salvable.

Los mercados no tienen sentimientos, pero sí miedo

Si Scalia pudiera haber elegido su sucesor, ¿quién hubiera sido, con qué perfil? ¿Qué dice la Constitución estadounidense sobre la elección de jueces? ¿Qué lista de aspirantes maneja Obama? USA Today ofrece 10 nombres.

Mientras, todo sigue igual en las primarias: Trump encabeza los sondeos nacionales y los de Carolina del Sur y Míchigan con Cruz y Rubio a la zaga. En campo demócrata, la ventaja nacional de Hillary Clinton empieza a menguar, lo mismo que la de Carolina. Si Bernie Sanders es capaz de atraerse la población negra de Carolina, Hillary Clinton tendrá un problema muy grave.

De momento, sus vídeos de campaña son espectaculares.

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