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Nacido en los 50

El voto esfumado

El Gran Wyoming

Cuando escribo estas líneas, forma tópica y recurrente de comenzar cualquier escrito, independientemente del contenido, porque el mundo no se detiene cuando uno se sienta al teclado, tampoco mientras se lee este artículo, en Austria se está a la espera del recuento del voto por correo para poder dar un ganador definitivo ya que, según dicen, dicho voto puede ser determinante.

¡Qué importante! ¡Madre mía!

En España, por si acaso, han decidido eliminar el voto de los residentes en el extranjero de una forma sibilina, convirtiendo la famosa fiesta de la democracia, la acción de votar, en algo parecido a ese programa de televisión que se llamaba Humor amarillo, donde los concursantes, votantes en ese caso, tienen que sortear toda clase de pruebas para conseguir su objetivo: llegar a la urna y depositar allí su papeleta.

Este jueguecito en forma de yincana se lo sacaron de la manga porque, al parecer, antes, hasta el año 2010, eso de votar desde el extranjero estaba chupado, al punto de que se cometía fraude, incluso votaban muertos.

No se sabe cuál fue el porcentaje de voto zombi, pero intentando evitar esta profanación han decidido tirar por la calle de en medio y colocar obstáculos para que estos seres de ultratumba caracterizados por su falta de aseo, voracidad y dieta antropofágica, tengan complicado acceder a la urna. No tuvieron en cuenta que, a pesar de su persistencia y concentración en el objetivo, de cuyo camino no se apartan así como así, los zombis tienen un aparato locomotor disfuncional y sus movimientos son torpes, de modo que hubieran bastado unas simples trampillas para disuadir a estos pertinaces seres de su deseo de cambiar las cosas, o de perpetuarlas, pues siendo españoles de nacimiento hasta en el más allá tendrán sus discrepancias.

Sin embargo, lejos de crear un filtro exclusivo para estos seres de ultratumba, la Administración decidió tirar por la calle de en medio y crear una verdadera pista americana por la que sólo saben transitar boinas verdes y practicantes de gimnasia rítmica, gracias a la cual se produce un efecto curioso que convierte en abstencionista a aquel que no lo quiere ser, lo que genera una gran frustración, agudizada por el inquietante y nauseabundo paisaje político que nos asola, lleno de casos aislados que pueblan nuestras fértiles campiñas y que “con las lluvias de abril y el sol de mayo”, como diría el poeta, producen el milagro de que al olmo seco, el primigenio tronco que nos gobernó durante cuarenta años, podrido, hueco, siempre a punto de caer, le salgan brotes por doquier, reverdezca, y consiga dar cobijo a todos los delincuentes que se refugian bajo su característica sombra con forma de piel de toro.

Pues bien, volviendo al planeta tierra, esta reforma exhaustiva que se creó para evitar un fraude desde el extranjero que, se les olvidó decir, en su mayoría lo producían representantes de partidos políticos con tejemanejes varios, ha conseguido que la participación se haya reducido en ocho veces: gracias a la reforma de la ley electoral de 2010, el porcentaje de votantes sobre el total de residentes con derecho a voto bajó de casi un 40% a menos de un 5%.

Si bien pueden aducir que no sabían a quién votaban estas personas a las que se les niega la papeleta y, por tanto, que la reforma no se llevó a cabo de forma interesada, con fines inconfesables, es difícil sostener la necesidad e idoneidad de dicha reforma una vez visto el descalabro producido. Tampoco se comprende la nula reacción de los responsables de tal disparate ante la indignación de los afectados, a los que se ha privado de tal derecho constitucional, ni que se les trate con el desprecio característico de administraciones de otro tipo de regímenes. La estrategia es de una lógica aplastante y de una eficacia incuestionable: si evitamos que voten, evitamos el fraude. Amputando la pierna se evita la infección de la herida. Claro, ¿cómo es posible que a nadie se le hubiera ocurrido antes?

“Es perverso pensar que exista una razón estratégica detrás de esta medida”, se defienden los responsables de la debacle, sin hacer amago de pedir perdón por el desastre ya causado, tampoco por el siguiente que se producirá dentro de un mes, y sin contar qué piensan hacer para que tal cosa no vuelva a ocurrir en el futuro.

La estrategia parece ser, después de la próxima, que ya será la tercera convocatoria, acostumbrar al personal al extravagante hecho de que el residente en el extranjero no puede votar, lo que de nuevo nos convertiría en different con respecto a los otros países con los que nos codeamos, esos con los que tenemos contraída la deuda, también externa, por cierto, y a los que en su condición de foráneos les podían poner las mismas trabas que a los votantes cuando vengan a cobrar. Esos países que, por cierto, atrasan la aplicación de una posible sanción al Gobierno, o sea a nosotros, por el incumplimiento de la obligación de reducir el déficit para, según dicen, no perjudicar a Rajoy en los próximos comicios. Igualito que hicieron con Grecia, donde impusieron la propaganda del terror para condicionar el voto de los ciudadanos.

Agradecemos que no quieran perjudicar a Rajoy por no cumplir lo que le ordenaron en un deseo, supongo, de que repita mandato. Tanta neutralidad de las autoridades europeas me resulta conmovedora, elegante, pero no es necesario el disimulo, podrían decir, para que fuera más efectiva su campaña en favor de la derecha, de la que ellos también forman parte, que la cuantía de la sanción y su cobro o condonación estarán en función del resultado de las urnas.

Después de todas las noticias que nos cuentan los medios de comunicación de los innumerables casos aislados de corrupción que conforman un ejército que nos tiene rodeados por los cuatro puntos cardinales de la España Una, que nunca ha sido tan Una como cuando se han echado al monte a pillar, las elecciones no sólo deberían ser limpias, sino también parecerlo, porque si no, podemos apartar nuestra mente crítica de las perversas acciones de Maduro y su permanente tendencia al mal. Menos mal que diferentes próceres de la patria se marchan allí, de peregrinación a exigirle respeto por los derechos humanos, mejora en la calidad de su democracia, y control de la corrupción, tema en el que, junto al fútbol, somos líderes y, por tanto, expertos para impartir másteres por todo el mundo. A fin de cuentas el antídoto se hace con el propio veneno de la serpiente.

Es una suerte que nosotros no tengamos observadores internacionales que garanticen la calidad de nuestras elecciones porque no sé qué dirían de estos cientos de miles de votos que se esfuman por arte de birlibirloque, y si también concluirían que el control del fraude es la verdadera razón de tanta traba y tanta historia en tiempos cibernéticos donde hacemos trámites mucho más complejos con la Administración por Internet. Para cobrar, rara vez se les bloquea la red.

Ahora vamos a un nuevo proceso electoral. Estos residentes van a tener que repetir su calvario para intentar votar, y la mayoría se encontrará con que tampoco va a poder hacerlo.

En cualquier Estado democrático de nuestra órbita esto podría ser motivo de impugnación de las elecciones. Debemos tener en cuenta que hay escaños que se disputan por una decena de votos en la recta final, y el número de votantes potenciales en el extranjero llega casi a los dos millones (1.891.489).

Un último dato para enredar.

El recuento en las elecciones del 20-D, dónde sólo consiguieron votar un 4,7% de los residentes (88.900 personas), arrojó el siguiente resultado: Podemos fue el partido más votado con aproximadamente 23.900 votos (26,88%), que le dan la victoria en 30 de las 52 circunscripciones. Le sigue el PP con 20.940 votos (23,55%) y 14 circunscripciones. Después el PSOE con 14.870 votos (16,72%), que gana en cinco circunscripciones; y Ciudadanos, con 14.500 votos (16,31), que no logra hacerse con ninguna circunscripción.

Cualquiera podría pensar que a la vista del resultado no hay prisa ni interés por mejorar este sistema.

Yo, por ejemplo.

Para la libertad

PD: Cuando he terminado de escribir el artículo se confirma que, finalmente, la ultraderecha austríaca ha perdido las elecciones gracias al voto por correo, por una ajustada diferencia de 31.000 votos.

Pues eso, que siempre tengo razón y la Historia me la da.

Qué duro es ser como soy y que la humildad sea mi principal virtud.

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