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Caso Gürtel

Juan Cotino, el apóstol valenciano de la ‘Gürtel’

El presidente de las Cortes Valencianas, Juan Cotino.

Sergi Tarín | Valencia

“No te desvele el conflicto económico que se avecina a tu empresa de apostolado. Aumenta la confianza en Dios y verás qué pronto el dinero deja de ser conflicto”. Es la máxima 487 de Camino, la principal obra de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Un axioma que Juan Cotino, uno de los apóstoles del santo en la tierra, célibe y agregado de la Obra, ha aplicado con rigurosidad a su vida política. Tan refulgentes han sido los destellos del becerro de oro que han atravesado la venda de la Justicia. Cotino, que lo ha sido todo en el PP valenciano, declarará este martes como imputado en la pieza de la Gürtel que investiga el saqueo de fondos públicos durante la visita del Papa a Valencia en julio del 2006. En concreto, 7,4 millones se destinaron a la instalación de medio centenar de pantallas gigantes para la retransmisión de las misas. De esa cifra, 3,4 millones acabaron a los bolsillos de la trama.

“Puedo haber metido la pata, pero nunca he metido la mano”, aseguró Cotino, un hombre sin conflictos. Ni morales ni monetarios. Su carrera política se funda sobre una catástrofe de tinte bíblico. El gran diluvio a la valenciana se produjo el 14 de octubre de 1957. El Turia se desbordó en agua y barro y abrió una larga herida psicológica en la ciudad que se representó en el desvío del río, una década más tarde, por un cauce artificial al oeste de la ciudad. Aquella obra monumental se conoció como el Plan Sur y tocó tierras de Xirivella, la población natal de Cotino. Su padre, cambió la agricultura por el ladrillo y fundó Construcciones Cotino, embrión de Sedesa, que entre 1997 y 2010 ha recibido más de 1.000 millones en adjudicaciones, 830 de las cuales en obra pública. Tan prolífica ha sido la trayectoria de Sedesa que figura como donante de 200.000€ en los papeles de Bárcenaspapeles de Bárcenas. Y como receptora de 580.000€ de Bancaja por un hipotético asesoramiento al entonces presidente José Luis Olivas. Ya lo decía Lucas: “dad y os será dado”.

“Pongo la mano en el fuego por toda mi familia”, ha insistido Cotino. Pero lo cierto es que su peregrinaje por distintas consejerías ha dejado un rastro de incendios silenciosos. Una herencia solo equiparable, por aquellos años, a la del exconsejero Rafael Blasco, condenado a ocho años de prisión por el saqueo de los fondos de Cooperación. Ambos, uno laico y el otro pío, obraron el milagro de la multiplicación de los panes, los peces y las cuentas bancarias de amigos durante la época de Francisco Camps. Una trinidad de extenso horizonte corrupto que ha obligado a reforzar las partidas de la Fiscalía Anticorrupción en suelo valenciano.

Agricultura y familia

Cotino era consejero de Agricultura cuando la trama Gürtel operaba a manos llenas a través de Orange Market, filial indígena a cargo de Álvaro Pérez, el Bigotes, quien en febrero de 2006 se presentaba como “adjudicatario” de la sonorización de la visita del Papa. Una partida que se licitaría en mayo, tres meses después. De hecho, el carácter “visionario” de Pérez llamó la atención de José Selva, responsable de infraestructuras en aquel evento, quien le comunicó a Cotino su alarma de que aquello “olía a dinero de por medio para el PP y que era muy fuerte que fuera en nombre del Papa”. Selva, en declaraciones al juez José Ceres, aseguró que el consejero le recomendó “que no viera fantasmas donde no los había”. Acto seguido fue apartado y dimitió una semana después.

Quienes sí han visto fantasmas sobre aquel evento son los agentes policiales de la Udef (Unidad de delitos fiscales), que en julio de este año emitieron un informe de 168 páginas en el que se describen a Cotino como “elemento nuclear” de la mordida de los 7,4 millones de la trama y máximo director en la sombra de la súper dotada económicamente Fundación V Encuentro Mundial de las Familias. Según la Udef era “el responsable último en la toma de decisiones” y no “un colaborador más”, como siempre ha defendido el político.

El sobrino entra en escena

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No es el único escándalo. En su etapa siguiente, en Bienestar Social, se le investiga por un supuesto trato de favor a Savia Gerocentros, empresa constructora de residencias para la Tercera Edad, propiedad de su sobrino Vicente Cotino y el todopoderoso empresario alicantino Enrique Ortiz, imputado en la trama Brugal y en la pieza de Gürtel sobre financiación irregular del PP. En unas conversaciones interceptadas en 2009 entre los dos constructores, Ortiz se refiere a Cotino como “claramente partidario y con ganas de llenárnoslas [las residencias]”. Y cuando el consejero pasa a Urbanismo, su sobrino se disgusta: “De puta pena, me estaba adjudicando obras”. De hecho, Savia pasó de ingresar por plazas subvencionadas 11,2 millones en 2006 a 40,5 en 2009.

Y en Urbanismo y Medio Ambiente, Cotino fue el responsable de la firma pública Vaersa (Valenciana de Aprovechamiento Energético de Residuos), cuyos directores fueron detenidos en junio de 2014 acusados de malversación de fondos públicos. Y en el área medioambiental presidía la Entidad de Saneamiento de Aguas Residual, uno de los pilares de Emarsa, escenario de un fraude cercano a los 24 millones.

Pero no sólo la polémica le afecta en lo terrenal. Cotino juró como presidente de Les Corts con un enorme crucifijo en dirección al hemiciclo. Y promulgó una ley autonómica para que las mujeres parieran y dieran a los hijos en adopción como alternativa al aborto y, en todo caso, fueran obligadas a ver una ecografía del embrión antes interrumpir el embarazo. Y, ebrio de caridad cristiana, visitó a numerosas familias víctimas del accidente del metro de julio de 2006, que dejó 43 muertos y 47 heridos de gravedad, en tanatorios y domicilios, ofreciéndoles trabajo y estudios para los hijos a cambio de que no acudieran a los juzgados. Omnímodo y misericordioso, Cotino abandonó la política el 13 de octubre de 2014 (justo 57 años después de la proverbial riada) acosado por su controvertida herencia política. Y aunque en su despedida ofreció razones de génesis labriega –“Me voy para plantar caquis”, dijo– este martes deberá desgranar un rosario de imputaciones: prevaricación, tráfico de influencias, malversación de caudales públicos, cohecho. ¿Demasiada prosa para tanto espíritu? Ora pro nobis.

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