La nueva legislatura
Los partidos negocian con la vista puesta en unas nuevas elecciones
Los contactos de Pedro Sánchez siguen adelante. Este viernes se citó con Pablo Iglesias, quien le planteó la disyuntiva de elegir entre una coalición de izquierdas con la colaboración de los independentistas catalanes –y esa es una línea roja que a finales de diciembre el Comité Federal exigió a Sánchez no cruzar– u olvidarse de negociar con el partido morado, que votará contra la investidura del socialista salvo que acepte su oferta. Sánchez, por su parte, reprochó a Iglesias que plantée una negociación "excluyente" y le pidió que "recapacite". Y así se zanjó el primer encuentro entre PSOE y Podemos: sin acuerdo siquiera para empezar negociar.
Mejor parecen ir las cosas con Ciudadanos, con quien la dirección del PSOE busca el acuerdo de forma preferente de cara a la investidura. Tras la primera reunión de los equipos negociadores de ambas formaciones en la tarde del viernes, Antonio Hernando, portavoz del PSOE, subrayó la "voluntad de diálogo y de acuerdo" de los naranjas, con quienes los socialistas volverán a verse el lunes. "Hay una coincidencia bastante importante. Estamos convencidos de que podremos llegar a acuerdos", agregó. El portavoz adjunto del partido de Rivera, José Manuel Villegas, señaló igualmente que hay "voluntad sincera" de "desatascar la situación".
Claro que en esta primera fase de negociación se mantienen muchas de las líneas rojas expresadas por los cuatro grandes partidos. A grandes rasgos el PP dice que no votará a ningún candidato que no sea el suyo propio. Y que ese candidato será Rajoy o Rajoy. El PSOE, que sólo se sentará con los independentistas para decirles que no le apoyen, y que no votará sí ni se abstendrá con un candidato conservador. Podemos, tras el encuentro con Sánchez, sólo da por buena una salida: la coalición de izquierdas con apoyos de los grupos catalanes. Y Ciudadanos insiste en que el acuerdo con el PSOE es "practicamente imposible" si no está el PP.
Los vetos cruzados que marca Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, en definitiva, convierten la investidura en un puzle casi imposible. Y dejan entrever que, pese a las declaraciones en público y las palabras de buena voluntad de varios de ellos, todos juegan a dos bandas porque ninguno descarta el escenario de unas nuevas elecciones. Así que, precisamente por eso, cada uno de sus pasos está a medio camino entre ser la primera piedra de la nueva legislatura y un acto de toma de posición para la segunda campaña electoral en pocos meses. E incluso, en algunos casos, tiene una lectura en clave interna de lucha por el poder en los partidos.
La búsqueda de un culpable
La primera cuestión en juego si finalmente hubiera que repetir las generales es encontrar, de cara a la opinión pública, un responsable de esa circunstancia que a priori la ciudadanía no vería con buenos ojos. Y aquí todos apuntan a sus máximos rivales, a quienes quieren cargar con el peso del nuevo paso por las urnas. El PP insiste, en primer término, en que su solución pasa por un Ejecutivo junto a PSOE y C's. Rajoy dijo este jueves que ese gabinete apostaría por mantiener la "recuperación económica y la creación de empleo" y que sería el único que no llevaría de nuevo a España a "convertirse de nuevo en un interrogante".
¿Y a quién culpan principalmente los conservadores de que esa alianza no frague? Al PSOE, cuya actual dirección ha expresado en múltiples ocasiones que votará no al PP y que no buscará ni el apoyo ni la abstención de los de Rajoy para aupar a Sánchez a la Moncloa. El presidente en funciones ha acusado a los socialistas de hacer "frentes anti-PP", les ha afeado que no quieran sentarse siquiera a dialogar y también los ha señalado por montar "un pacto del Tinell de todos contra el PP". "Habla con independentistas, con extremistas y no quiere ni hablar conmigo", dijo Rajoy de Sánchez la semana pasada.
Ciudadanos, por su parte, se esfuerza en mantenerse como partido bisagra, como la formación capaz de alcanzar acuerdos tanto con PSOE como con PP. Este mismo viernes, Villegas recordó que ve casi inviable cualquier acuerdo con los socialistas que no incluya, al tiempo, a los conservadores. Un día antes fue Rivera el que calificó de "necesario" el concurso del PP –"no se puede avanzar sin que el PP participe", aseveró–, quien advirtió de que los dos grandes partidos deben abandonar "su Guerra Fría particular" y quien lanzó un mensaje directo a Rajoy al recomendarle que deje definitivamente sus posiciones "enrocadas y maximalistas".
La batalla de la izquierda
En el campo de la izquierda los reproches son aún más evidentes. El primero este viernes fue Iglesias. Tajante: "Nuestra voluntad es hacer un Gobierno de progreso, que es incompatible con llegar a acuerdos con las derechas. Y un acuerdo con Ciudadanos sería un acuerdo con el PP en diferido", dijo. El líder morado no escatimó en advertencias a Sánchez: "Si el PSOE sigue pensando que puede girar a la derecha, nosotros no estamos de acuerdo con eso. Quiero pensar que Pedro Sánchez va a preferir trabajar con nosotros e IU", agregó antes de instarle a "que elija" pronto y reiterar que "otras fórmulas" sólo merecerán el no de Podemos.
Para Podemos, de hecho, "sólo hay dos opciones". Una suerte de "gran coalición" de "las derechas" con PP, PSOE y Ciudadanos, y el Gobierno de coalición PSOE-Podemos-IU. "Somos la única fuerza que plantea un Gobierno que ya podría estar funcionando", apremió Iglesias. Pero Sánchez no dio su brazo a torcer: atacó a Podemos por plantear una negociación "exclusiva" y "excluyente" –la formación morada no se sentará a negociar con los socialistas hasta que no descarten el pacto con Ciudadanos– y dejó ver que, a su juicio, si se repiten elecciones o gobierna el PP la responsabilidad será de Iglesias y los suyos, y no del PSOE.
En esa misma línea, Sánchez agregó que "las fuerzas del cambio" tienen una oportunidad de "hacer las cosas mejor" con un "Gobierno reformista y de cambio" que, no obstante, los socialistas no pueden sostener en solitario. "Solo no lo puedo hacer, solo no lo puedo hacer", admitió este viernes el cabeza de cartel del PSOE, que resumió su consigna en tres frases. La primera: "Hay una cosa que nos une sobre todo: tenemos que poner fin a Rajoy y al PP. Una segunda: "Algunas formaciones no han entendido ese tiempo". Y el ataque final: "Millones de votantes de Podemos tienen la esperanza de que pongamos fin al Gobierno del PP".
Sánchez, de hecho, aprovechó la ocasión para presumir de capacidad de acuerdo con Ciudadanos y con partidos minoritarios. "Vamos a poner en marcha grupos de negociación con Ciudadanos, con Compromís –que el 20-D concurrió en la confluencia valenciana participada por Podemos–, con IU-Unidad Popular y espero que con el PNV", dijo. Y en un escenario donde si se repitieran las generales nadie descarta que el orden de PSOE y Podemos pudiera invertirse, reiteró: "Tiendo la mano al partido de Iglesias. Tengo la mano tendida. Espero que lo reconsidere, le pido que lo reconsidere porque la alternativa es que gobierne el PP".
Resultados inciertos
Sobre el escenario de repetición electoral, tras el 20-D la mayoría de expertos ha venido apuntando que volver a votar beneficiaría a PP y Podemos en detrimento de Ciudadanos y PSOE, respectivamente. Ahora, quizá, las fronteras se han difuminado. En el caso del PP, que a priori aspiraba a recuperar a antiguos votantes fugados en diciembre a Ciudadanos, hay dos elementos que preocupan en el seno del partido: el primero es la corrupción, con casos como el de la empresa pública Acuamed y escándalos como el del Ayuntamiento de Valencia. Y el segundo es el manejo de los tiempos por parte de Rajoy que es, para no pocos conservadores, desconcertante.
Podemos, mientras tanto, fue quien llevó la voz cantante en los primeros compases y quien descolocó al PSOE al proponer un Gobierno de coalición cuando Sánchez no había recibido el encargo de formar una mayoría, pero esta última semana se ha visto desplazado por C's como socio preferido de los socialistas, lo que a juicio del PSOE ha hecho cundir el nerviosismo en las filas moradas. Iglesias tendría a su favor la posibilidad de concurrir con IU a unas nuevas elecciones, pero debería asegurarse de repetir la exitosa fórmula de confluencias territoriales, candidaturas a las que ahora quizá ya no podría prometer grupo propio en el Congreso.
PSOE y Ciudadanos tendrían también sus propios retos en unas nuevas elecciones. Para los socialistas la clave es no aparecer como los culpables de que se repita la votación y de que no se desaloje al PP del poder, sabiendo que la escenificación de la oferta de un Gobierno de coalición de Iglesias fue un golpe efectivo de complica esa tarea. Ciudadanos, por su parte, se enfrenta a la dificultad de no caer en contradiciones internas al buscar acuerdos e incluso negociar al mismo tiempo con el PSOE, partido al que califica de su "prioridad" en este momento, y el PP, a quien también mantiene la mano tendida.
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Luchas internas por el poder
Especialmente los dos grandes partidos se enfrentan, además, a una complicación final: las tensiones internas. Sobre todo Pedro Sánchez, al frente del PSOE, debe asegurarse de dar los pasos necesarios para poder repetir como candidato y mantenerse en condiciones de renovar la Secretaría General en el próximo Congreso Federal del partido, respetando para ello las líneas rojas que le marcó el Comité Federal en materia de pactos y evitando reeditar tensiones con los barones de las federaciones críticas, muy reacios a un posible entendimiento con Podemos y mucho más proclives a un primer acuerdo con Ciudadanos.
Precisamente a las divisiones internas del PSOE fiaban parte de sus opciones el PP, que esperaba que el Comité Federal socialista restringiera aún más a Sánchez su margen para pactar, algo que finalmente no ocurrió en la reunión de la semana pasada. De hecho, en los últimos días, el pesimismo que se instaló en las filas conservadoras tras el batacazo electoral es mayor después de ver cómo Sánchez es el que intenta formar Gobierno, al tiempo que hay sectores del partido que creen que Rajoy debería haber reaccionado antes.