Entrevista | Marina Albiol
“La UE está fomentando que los refugiados tengan que jugarse la vida para llegar a Europa”
La eurodiputada de Izquierda Unidad Marina Albiol acaba de regresar de Lesbos, la isla griega a la que llegaron durante año pasado 550.000 solicitantes de asilo de los 851.319 que entraron en el país heleno. La principal puerta de entrada de los refugiados hacia la Unión Europea se ha convertido con la llegada del invierno en triste escenario de naufragios. Las precarias embarcaciones que utilizan los refugiados para cruzar los pocos pero peligrosos kilómetros que separan Lesbos de la costa turca no resisten en demasiadas ocasiones. Sólo en lo que va de año ya van decenas de muertos.
Albiol, que atiende a infoLibre por videoconferencia, asegura regresar de allí "con rabia". Y dice que allí ha visto lo mejor y lo peor de Europa. No duda en cargar contra las instituciones europeas, a las que culpa de estar fomentado –con su actuación, en algunos casos, y con su inacción, en otros– que los refugiados tengan que jugarse la vida para llegar a Europa. Pide un cambio radical en la política exterior y una actuación urgente en los campos de refugiados y en las fronteras.
PREGUNTA: ¿Qué balance hace de este viaje?
RESPUESTA: En Lesbos, que es una pequeña isla, se ven concentradas las dos caras de la Unión Europea. Por una parte está la cara más cruel e insolidaria de lo que significan las políticas migratorias de la UE, la utilización el control de fronteras, el hecho de que no haya acuerdos humanitarios… Allí se observa cómo la prioridad de Frontex no es salvar vidas sino las cuestiones burocráticas encaminadas a parar a todos los que ellos consideran emigrantes económicos y no refugiados. Es decir, se ve la parte más criminal de las políticas de la UE. Pero, por otro lado, en Lesbos también está esa otra parte solidaria encarnada por voluntarios que incluso han dejado sus trabajos, por el trabajo que hacen ONG como Médicos sin Fronteras o Save The Children, los profesionales de las emergencias de Proem-Aid...
P.: Llama la atención que esa vertiente solidaria la atribuya únicamente a ONG, a voluntarios... ¿Qué están haciendo entonces las instituciones europeas?
R.: Es que el papel que están jugando las instituciones europeas es justo el contrario. De hecho, las políticas que la Comisión Europea ha puesto encima de la mesa son más control de fronteras, más poder para Frontex, más deportaciones de lo que ellos consideran que no son refugiados y a los que llaman emigrantes económicos… Y un plan de reubicación que ha sido un absoluto fracaso, pues de las 160.000 personas que tenían que reubicar sólo han reubicado a 300. El papel que están jugando las instituciones europeas es el de profundizar todavía más en las políticas de cierre de fronteras que hacen que la gente tenga que jugarse la vida en el mar para poder llegar a Europa.
P.: ¿Qué es lo que Bruselas tendría que hacer y, a su juicio, no está haciendo?
R.: Es necesario un cambio radical de la política exterior –no nos olvidemos que si los refugiados salen de Siria, Irak o Afganistán es porque Europa y Estados Unidos no han actuado bien en esos países–, también hay que actuar de forma urgente en los campos de refugiados y en las fronteras con recursos económicos suficientes para atender la situación, hay que implementar vías legales y seguras para entrar en Europa, expedir visados humanitarios... El problema es que hay una gran alianza en el Parlamento Europeo que está en contra de todas estas medidas. Por eso necesitamos que haya presión y movilización por parte de la ciudadanía hacia sus gobiernos y hacia los eurodiputados.
P.: El pasado cinco de febrero más de 60 países de todo el mundo prometieron en Londres aportar 9.000 millones de euros, la mitad de ellos este mismo año y el resto hasta 2020, para atender esta crisis. ¿Confía en que cumplan este compromiso?
R.: La verdad es que viendo cómo ha funcionado el plan de reubicación donde muchos Estados miembros ni se han comprometido a reubicar a las personas, lo ponemos en duda. No obstante, creo que hay que poner el foco en dónde va a parar ese dinero. Por ejemplo, ahora está encima de la mesa el acuerdo por el que Turquía recibirá 3.000 millones de euros para que atienda a los refugiados allí y no vengan hacia la Eurozona. El problema es que Turquía es un país en el que no hay garantía de cumplimiento de los derechos humanos. También es cuestionable lo que está ocurriendo en África: hay una partida de 1.800 millones de euros que, supuestamente, es para cooperación al desarrollo cuando el objetivo real es parar la salida de refugiados y migrantes. Lo que está haciendo la UE es externalizar las fronteras para que otros hagan el trabajo sucio. Estamos viendo cómo se repite la historia que hemos visto con Marruecos, que durante muchos años ha controlado las fronteras a cambio de que cerráramos los ojos a las vulneraciones de derechos que se estaban cometiendo.
P.: ¿Cree que las instituciones europeas deberían actuar contra los Estados miembros que están poniendo en marcha prácticas humillantes como las requisaciones de bienes o que están blindando sus fronteras?
R.: Lo que están haciendo esos países es muy lamentable, viola todos los acuerdos internacionales. El problema es que estas medidas tienen el mismo espíritu de las propuestas que hace la Comisión Europea. Es decir, no se está lanzando desde las instituciones un mensaje de solidaridad. El partido que gobierna en Hungría [país que cerró su frontera sur con Serbia, donde instaló una valla de alambre de cuchillas, y donde está penada con hasta tres años de prisión la entrada de forma irregular] está en el grupo del Partido Popular Europeo. En Dinamarca, la ley que incluye la confiscación de dinero y objetos de valor a los refugiados y dificulta la reagrupación familiar, fue apoyada por los socialdemócratas... Estos partidos que aprueban este tipo de medidas en los Estados miembros son los mismos que tenemos en el Europarlamento defendiendo que haya más Frontex y más cierre de fronteras. Los comisarios también son de partidos socialdemócratas o conservadores...
P.: ¿Teme que este tipo de políticas puedan alentar actitudes xenófobas?
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Ya está ocurriendo. Es que afirmaciones que antes eran patrimonio de la extrema derecha –la defensa del cierre de fronteras, el empeño en relacionar a los refugiados con el terrorismo o con las agresiones a mujeres o en criminalizar a los refugiados– ya están siendo asumidas por otros partidos y eso tiene su respuesta en la calle. No podemos sorprendernos que, tres días después de que la ministra de Inmigración danesa dijera que había que parar la invasión de refugiados, bandas de neonazis salieran a dar palizas en ese país. También está ocurriendo en Alemania con el movimiento islamófobo Pegida y en Grecia con Amanecer Dorado.
P.: Ante este panorama, ¿cree que está en riesgo el proyecto de integración europeo?
La respuesta que están teniendo tanto las instituciones europeas como algunos Estados miembros a la crisis de refugiados está haciendo que se tambaleen algunos de los pilares en los que se fundamentó el proyecto de integración. La Unión Europea, con sus luces y sus sombras, fue un proyecto que surgió tras la II Guerra Mundial con un mensaje de derechos y libertades, se hizo énfasis en la libre circulación, en el concepto de ciudadanía europea... es lamentable ver cómo ahora el discurso de la extrema derecha es cada vez más compartido en Europa.