El rey de la dana tiene una memoria muy selectiva Daniel Basteiro
'Potaxies' contra 'fifes', la otra guerra del 12M
Jessica Albiach se presentó al inicio de la campaña con una camiseta en la que se podía leer Catalunya potaxie. Unos tiktokers de lo más común habían esperado a la candidata en un mitin en el Poble Sec, en Barcelona, para regalarle la prenda. Albiach no dudó en estrenar el out fit con el turbador mensaje, mientras que Ada Colau, más clásica, comparecía con una muy procedente kufiya palestina. ¿Potaxie? No hace falta que acudan a Google. Ser potaxie es, básicamente, estar en el lado correcto de la historia. O sea, siempre al lado de las mujeres y el colectivo LGTBI. Y su arma es también la correcta, el humor. ¿Y quién es el enemigo? Los fife, ese tipo de hombres básicos y futboleros, homófobos y machistas que se multiplican tanto en la realidad virtual como a cinco metros reales a la redonda. Actualmente, potaxie es uno de los términos más populares en la jerga TikTok a pesar de que lleva ahí tres años, una eternidad en la realidad virtual. Su hashtag se mide por billones de visualizaciones. El aguacate es su símbolo. Si no han visto ningún aguacate virtual en las últimas 48 horas en su quehacer diario es que están ya un poco mayores.
Harold Hotelling fue un investigador estadounidense clave en matematizar la economía. La ley Hotelling establece que, en determinadas circunstancias, la opción más rentable para las empresas es producir productos casi iguales al de la competencia en un mismo mercado. Es lo que ha pasado con los teléfonos móviles. Y es lo que ha ocurrido en Cataluña este 12M con Vox y Aliança Catalana. Los de Abascal compiten por primera vez en unas elecciones con unos clones, los capitaneados por la independentista Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll (Girona). Ambas formaciones tienen como manual la teoría del gran reemplazo –Le grand remplacement, acuñado por los ultras franceses–, según la cual los blancos cristianos europeos están siendo sistemáticamente sustituidos por árabes, norteafricanos y subsaharianos gracias a la inmigración masiva. Ambas franquicias ultra coinciden en culpar a los gobiernos de izquierdas de una operación para destruir Cataluña, en un caso, o España, en otro. Vox ha convertido la inseguridad asociada al inmigrante en uno de los ejes de su campaña. Ya lo intentó con escaso éxito mediático en la campaña de Euskadi, donde no existe un problema real con la delincuencia y, además, hay una escasa inmigración. Pero en Cataluña la situación es diferente.
Hay que ponerse ya la camiseta ‘potaxie’. La kufiya ya la llevamos alrededor del corazón
La alcaldesa de Ripoll y los de Abascal van bien en las encuestas. Este domingo, el sondeo de Ara da a Aliança Catalana cinco diputados, uno más que en la proyección de hace una semana. A Vox le da 11 y al PP, 10. La encuesta de elnacional.cat otorga a los ultras independentistas entre cero y dos escaños, y pronostica un empate técnico entre PP y Vox, con una horquilla que va de los 11 a los 13 asientos. Sílvia Orriols se ha convertido en el objetivo a batir de todos los partidos independentistas. La temen porque su entrada en el Parlament complicará aún más la aritmética del bloque del procés. Desde ERC y CUP, la temen además porque ya bastaba con Vox para alimentar los bulos xenófobos desde el altavoz del Parlament. Y desde Junts, porque ya solo les faltaba tener a una Marine Le Pen con estelada robándoles suelo en el antiguo paraíso convergente. Pero dejemos aparte qué nación defienden Abascal y Orriols. Y vayamos a lo que da verdaderamente miedo. Los gais, denuncian, ya no pueden caminar seguros por las calles ante el acoso islamista. Las mujeres, sostienen, corren el peligro de ser agredidas sexualmente por manadas de tez oscura. Sí, hay que ponerse ya la camiseta potaxie. La kufiya ya la llevamos en el corazón.
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