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Semiosfera Digital quiere ser un blog que, con una mirada crítica, se interrogue acerca de los fenómenos relativos a los espacios digitales. En este sentido, se abordarán aquí cuestiones como la circulación del sentido en los nuevos medios; la relación entre estos y los medios de comunicación de masas tradicionales; la tipología de los públicos y la configuración de la opinión pública en un mundo cada vez más hipermediatizado; o cómo estos espacios propician la viralización de rumores y bulos.

¡Por una izquierda en red!

La semana pasada se publicaron dos informes tan relevantes como, en parte, desalentadores. Del primero, que se refiere al perfil de los electores en la primera vuelta de las pasadas elecciones legislativas francesas, ha sobresalido un dato: el 70% de los jóvenes menores de 35 años se han abstenido; del segundo, el Digital News Report 2022 del Instituto Reuters relativo a la información en el mundo digital, se destaca que sólo un 37% de los menores de 35 años confían en las noticias de los medios y en general prefieren informarse a través de las redes sociales. Con estos resultados se puede inferir una conclusión: la izquierda tiene que rearmarse y volver a tomar la red. 

Bien es cierto que la actual organización de las redes sociales, basada en conseguir que los usuarios permanezcan e interactúen en ellas el mayor tiempo posible, favorece incontestablemente el estilo comunicativo digital de la extrema derecha 2.0, macrocategoría acuñada por Steven Forti (2021) y que tiene como uno de sus rasgos definitorios dar una importancia capital a las nuevas tecnologías. 

Se trata de una insana retroalimentación que hace que las tácticas comunicativas utilizadas por la extrema derecha aumenten la viralidad del contenido en las redes sociales, cuyo funcionamiento algorítmico a su vez posiciona y visibiliza estos discursos. Así nos encontramos con que las fake news circulan hasta un 70% más rápido que las noticias veraces, con que los discursos que enarbolan sentimientos negativos como la ira o el odio generan un mayor número de interacciones o con que los flujos de mensajes basados en reafirmar la propia identidad en oposición a un otro dan lugar a los famosos filtros burbuja y a las cámaras de eco.

Esto explica en parte que las malas prácticas -muchas posibles gracias a las nuevas técnicas- llevadas a cabo por estos partidos y líderes políticos no sean castigadas, sino que, más bien al contrario, son promovidas. Algunas de ellas, explicadas por Forti, son los mensajes sencillos, emocionales e irrespetuosos con el ámbito periodístico y académico, pensemos en Trump diciendo que la CNN apesta o en Salvini atacando a los “profesorones” y a los “intelectualones”; la enorme inversión económica que realizan en granjas de trolls, en bots y ahora también en sybils y cyborg, cuentas que fingen ser humanos o llevadas por humanos asistidos por bots, dedicadas a difundir y viralizar sus mensajes por las redes; la técnica de emparejar hashtags que son tendencia con otros de contenido extremista, blanqueando y visibilizando los segundos, o el hashtag stuffing, basado en la apropiación de los hashtags, y con ellos de las banderas, del oponente. 

Pero también llevan a cabo acciones que son directamente alegales o incluso ilegales, como la perfilación de datos psicométricos. Esto es la extracción de una ingente cantidad de informaciones que damos cada vez que accedemos a Internet, a través de las que se infieren los rasgos más detallados de nuestras personalidades y se elaboran perfiles a partir de los cuales se nos ofrece propaganda personalizada, recordemos los casos de Cambridge Analytica. Otra estrategia es el shit storm (literalmente, tormenta de mierda), que consiste en lanzar ataques coordinados, a menudo amplificados por bots, contra el adversario hasta su linchamiento en la plaza pública digital.

La velocidad con la que se propagan los flujos torrenciales de información en las redes sociales también favorece a la extrema derecha 2.0, asidua a cabalgar contradicciones y lanzar globos sonda para tantear a la opinión pública, pues esta rapidez genera un efecto de pérdida de memoria. En relación con esto hay una cosa que debemos tener clara, lo que sucede en la red no se queda en la red. Al respecto, el sociólogo Alessandro Dal Lago (2017) llega a afirmar que es lo virtual lo que moldea y absorbe a la esfera pública y no al revés. Proceso que ha denominado “realidad viral” y que se da cada vez que la dimensión espacio-temporal de la red irrumpe en la vida social. Estando más o menos de acuerdo con esta tesis, lo que parece evidente es que no podemos pensar en ellas como si de dos realidades separadas e impermeables se tratasen. 

Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en un discurso pronunciado por Giorgia Meloni, líder de Fratelli d'Italia, durante una manifestación organizada por la derecha italiana en Roma en octubre de 2019. Ese speech -al igual que el pronunciado recientemente en el mitin de Vox para las elecciones andaluzas- era de contenido trivial y forma ferviente, y decía: “yo soy Giorgia, soy una mujer, soy una madre, soy cristiana”. Pues bien, el discurso fue grabado y vertido en YouTube y en redes sociales sin tener mayor repercusión hasta que los DJ MEM & J le hicieron un remix. Entonces el hit se viralizó hasta tal punto que pronto traspasó las fronteras de la realidad virtual y puso a bailar a todos los jóvenes italianos, sonando en discotecas, bares y coches. 

Frente a esta imagen rebelde y outsider que se está labrando la extrema derecha gracias a un estudiado uso de las nuevas tecnologías y las redes, espacio donde prima la presencia del electorado joven, la izquierda -junto a los partidos tradicionales- no logra posicionarse en ellas y encontrar un estilo comunicativo propio, llegando a ser percibida cada vez más como un grupo que forma parte del establishment. Un baño de realidad ha terminado con las visiones tecnoutopistas y el predominio de los movimientos sociales progresistas en la red. Por tanto, en ningún caso se propone aquí competir con la extrema derecha en estos espacios, pues la izquierda no puede ni debe jugar con esas mismas armas.

Pero, en una época en la que los jóvenes se informan y comunican a través de las redes sociales, en la que los medios tradicionales y los partidos políticos pierden credibilidad y confianza a la par que vuelve la figura del líder carismático, es indispensable saber ocupar estos espacios y saber hacerlo bien, con un estilo comunicativo propio. Fomentando la percepción de cercanía a través de la comunicación bidireccional; el uso de la ironía y la risa por medio de memes y otros recursos, con el fin de generar emociones esperanzadoras; difundiendo las ideas programáticas con un estilo más informal y apoyándose en determinados influencers, por poner unos pocos ejemplos.  

En definitiva, pensando en el nuevo proyecto que está por nacer, Sumar, por supuesto, será crucial que haga del programa su bandera, así como los procesos de escucha y recorrer España barrio a barrio y pueblo a pueblo. En este sentido, suscribo todos los puntos propuestos por Daniel V. Guisado hace unas semanas. Pero, además, añadiría que también es imperioso escuchar e ilusionar a esa parte de la población a la que no se está llegando, recordemos el 70% de abstención entre los jóvenes franceses. No será la panacea, pero se han de ocupar todos los espacios. Por eso, una mayor inversión que refuerce el posicionamiento en redes con un perfil sosegado y confiable frente a la bravuconería y la arrogancia a las que nos tiene acostumbrados la extrema derecha, generando esperanza frente a los discursos de odio y con datos y contra-relatos frente a las fakes news, es fundamental.

Lecturas sugeridas:

·        Dal Lago, A. (2017): Populismo digitale. La crisi, la rete e la nuova destra. Milano, Raffaello Cortina Editore. 

·        Forti, S. (2021): Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla. Siglo XXI, Madrid. 

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Publicado el
21 de junio de 2022 - 21:17 h
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