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España mañana ¿será republicana?

España mañana ¿será republicana?

Carlos Fonseca

Hizo falta una sola noche para que España desterrara la Monarquía y abrazara la República: la del domingo 12 de abril de 1931. Ese día las candidaturas republicanas vencieron por amplia mayoría a las monárquicas en las elecciones municipales y abrieron de par en par la puerta a la proclamación de la Segunda República dos días más tarde, el 14 de abril, mientras el rey Alfonso XIII marchaba camino del exilio. Durante cinco años nuestro país vivió una profunda transformación, que muchos intelectuales consideran la base de nuestra actual democracia, frustrada por el golpe de Estado de julio de 1936. Tras 40 años de dictadura, el pacto de la Transición abandonó el ideal republicano y abrazó la monarquía constitucional, que hasta ahora no había sido cuestionada por segmentos significativos de la población. Los recientes escándalos protagonizados por la Casa Real han provocado una creciente desafección ciudadana hacia la institución y recuperado un debate recurrente, el de si es deseable, y posible, la proclamación de la Tercera República. Es el debate de España, mañana, será republicana que muchos indignados corean en las manifestaciones contra la crisis mientras ondean la bandera tricolor. España, mañana, será republicana

El hispanista Ian Gibson cree que la suma de ambas circunstancias, crisis económica y escándalos, ha hecho que los españoles “piensen ahora más que antes en una organización republicana del Estado como alternativa más razonable. Es decir, una organización republicana federal. Tengo la impresión de que a cada vez más españoles la actual situación, con 17 autonomías, les parece un esperpento y un despilfarro. Yo también lo creo. El PSOE se mueve en la línea federal y creo que hace bien. Es la única manera que veo para resolver, hasta cierto punto, el problema catalán. Si los portugueses quisiesen unirse al proyecto sería el colmo. Una República Ibérica Federal”.

Otro historiador, Secundino Serrano, especialista en la guerra civil, la guerrilla antifranquista, la posguerra y el exilio republicano, coincide con su compañero en el enorme deterioro que ha sufrido la institución monárquica en los últimos años. “Parece fuera de toda duda que en un entorno de profunda crisis económica los escándalos relacionados con la familia real han malbaratado el enorme capital acumulado por la monarquía en España gracias a la Transición, con parada en el 23-F, y al trato favorable, unánime y sin fisuras de los medios de comunicación”, señala este historiador. “Hasta tal punto el rey contó en ese periodo con el respaldo de los españoles, que políticos y notables de pasado republicano justificaron sus nuevas lealtades con un oxímoron de nueva planta, el de republicanos juancarlistas”, añade.

La imputación de la infanta Cristinaimputación de la infanta Cristina por su relación con los negocios fraudulentos de su marido, Iñaki Urdangarín, a través de la Fundación Nóos; el esperpéntico episodio del rey cazando elefantes en Botsuana, del que no nos habríamos enterado de no haberse caído y roto una cadera, mientras los ciudadanos viven angustiados por la crisis y seis millones de españoles están en el paro; su forzado “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir” que se vio obligado a entonar cuando abandonaba la clínica donde fue operado; las aventuras sentimentales del monarca y su mala relación con la reina Sofía; y el accidente de su nieto Froilán, de 13 años, que se disparó por accidente en un pie mientras jugaba con una escopeta, son episodios inéditos en la historia oficial de nuestra monarquía, que ha visto transformarse los aplausos en pitadas en muchos de los actos públicos a los que acude.

“La crisis y los escándalos de la Casa Real, sobre todo del rey, han hecho que el monarca no esté ya para regenerar nada”, afirma el historiador Julián Casanova, “pese a que durante muchos años los medios de comunicación hayan difundido la idea de que su papel fue magnífico en la transición”.

“Aparte de la caída exponencial de la monarquía en sondeos y encuestas, lo más grave de esa sucesión de episodios nada ejemplares ha sido que Juan Carlos ha perdido su condición de personaje intocable, blindado”, coincide Secundino Serrano. “Medios de comunicación, aunque con sordina, y ciudadanos verbalizan críticas a sus actuaciones personales y a las de su familia. Algo impensable e inédito para la actual monarquía española”.

El también historiador Santos Juliá, matiza la opinión de sus compañeros y distingue las críticas a los miembros de la Casa Real de las que se pueden hacer a la monarquía. “En mi opinión, las conductas de algunos miembros de la Casa Real, incluso del rey, no afectan al funcionamiento de la institución, aunque sí puedan hacerlo a su imagen”, puntualiza. “Las críticas son hacia conductas, y éstas se pueden separar de la institución monárquica. Sólo cuando los reyes intervinieron en política la monarquía tuvo problemas, y nuestro país es un ejemplo de ello. Le ocurrió a Fernando VII, a Isabel II y a Alfonso XIII, pero no estamos en esa situación”.

Que la imagen de la Monarquía ha caído en picado resulta una realidad incuestionable. El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de octubre de 2011 recoge el primer suspenso de los ciudadanos a la institución (un 4,48 sobre una escala de 10), cuando hasta ese momento había sido una de las más valoradas. Un dato preocupante porque en dicha fecha aún no habían trascendido a la opinión pública los episodios tan poco edificantes del rey y su familia. El resultado fue tan inesperado que el Gobierno decidió dejar de preguntar, como si ignorar la realidad sirviera para solucionar el problema.

Encuestas demoledoras

El barómetro del pasado mes de abril volvió a incluir a la Monarquía entre las preguntas, y el resultado fue demoledor. Su valoración cayó hasta el 3,68, la mitad prácticamente de la que tenía hace veinte años, en 1994, cuando todo eran parabienes. Además, el 31,60% de los españoles manifestó que no tenía ninguna confianza en la institución, frente a sólo un 4,7% que dijo confiar plenamente en ella. Si a los detractores les sumamos a aquellos que en una escala de 1 a 10 valoraron a la Monarquía con una nota de 2-3, la desafección alcanzó el 44%. Una tendencia imparable desde 2006, cuando el 16% de los ciudadanos mostraron ya su absoluto descontento, que aumentó hasta el 18%, el 21,60% y el ya citado 31,60% en los años sucesivos. Sólo en 2008 la tendencia negativa observó una ligera mejoría al descender al 14% el porcentaje de personas que ya no se sentían identificadas con la institución.

El desgaste de la institución monárquica no ha supuesto, sin embargo, una mejor valoración de la República como alternativa. “Hay un enorme descontento con la Monarquía, pero ese discurso crítico, de rechazo, no se traslada a la reivindicación de la Tercera República”, comenta Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. “El problema es que hay mucha gente que desconoce la historia, que no sabe lo que la República significó”.

“La República tendrá que esperar durante muchos años, pese a la aceleración histórica del presente “, coincide Serrano. “Los problemas de la monarquía no han implicado un aumento exponencial de partidarios de la República, sino de personas que se desentienden de la política; es decir, más antimonárquicos que republicanos convencidos. El segmento de población menos favorable a la monarquía, los jóvenes, no están interesados especialmente por la vieja política y sus instituciones, incluida la República. La desafección a los que mandan y a sus métodos resulta manifiesta. Es un sector que constituye una incógnita de futuro”.

“La Segunda República fue un ideal sacralizado. Ahora, en cambio, cuando se plantea como alternativa el debate gira en torno a cuánto nos costaría. Si resultaría más cara que la Monarquía que, además, tiene menos gastos en nuestro país que en otros de nuestro entorno”, opina el historiador Julián Casanova.

Un desapego curioso si observamos la encuesta que el CIS hizo en 2008 para valorar la memoria de la guerra civil y el franquismo el 39,9% de los encuestados calificó la Segunda República como la primera expresión democrática española, si bien sólo un 3,8% consideró su proclamación como uno de los acontecimientos más importante del último siglo en nuestro país, muy lejos del golpe de Estado y la Guerra Civil (28%), la Transición (23,49%) y la democracia actual y sus logros (20,2%).

Identificación con la izquierda

“¿Si es posible la Tercera República? Hombre, bastantes dificultades tengo con interpretar el pasado sin empezar a hacer predicciones del futuro”, contesta el hispanista Paul Preston, un especialista en el siglo XX español y autor de una biografía de Juan Carlos. “Creo que dependerá de cómo se desarrolle la situación económica. No sé qué otra cosa podría servir de detonante de un cambio tan dramático. En momentos de prosperidad, la corrupción gubernamental y las travesuras de la Familia Real no llamaban tanto la atención, pero repito, lo de predecir el futuro no es exactamente lo mío”.

“La historia no es prospectiva”, le da la razón Enrique Moradiellos. “No se sabe lo que va a pasar en el futuro, ni yo me atrevo a pronunciarme sobre esa posibilidad. Como demócrata, que el jefe del Estado fuera por elección me parece correcto, salvo que fuese motivo de división. La Tercera República me parecería bien si viene de manera pacífica, sin violencia”. Juliá tampoco quiere mojarse: “Los historiadores, cuando profetizan se equivocan”. Un cuarto historiador, Ricardo Miralles, es mucho más conciso: “No tengo interés en hablar de eso”.

Secundino Serrano ve un importante inconveniente para que la Tercera República pueda ser una realidad y es su identificación con la izquierda y la guerra civil gracias al discurso que la derecha ha impuesto. “La derecha, que tuteló la Transición, también ha hegemonizado el relato del pasado más próximo. Al menos fuera de las universidades”, comenta. “Y en esa narrativa conservadora el rey aglutina lo más positivo de nuestra historia. Incluso se soslaya la decisión de Franco de concederle el poder y la República, por el contrario, resume todos los males del pasado español. Una idea asumida por la ideología conservadora y entre los españoles menos informados. Probablemente, una idea mayoritaria en el país”.

“La proclamación de la Segunda República fue posible porque la política vivía un deterioro enorme tras la dictadura de Primo de Rivera”, señala Casanova. “Fue un movimiento intelectual, no republicano. En una democracia como la actual, un hipotético cambio pasa porque los partidos que defienden la República lo digan cuando los ciudadanos van a votar. Y eso, ni ocurre ni está en el debate político”.

Emilio Silva es más optimista. Para él la Tercera República no es una quimera, pero hace falta alguien que canalice el descontento de la gente. Tampoco la Segunda República llegó en 1931 porque sí. Fue un proceso. Lo que está claro es que en este momento la monarquía está en un proceso de deterioro y atraviesa un momento muy frágil. Ya no funciona el recurso de la Transición, no sirve de referencia”.

Gibson, en cambio, cree que a la Monarquía le queda aún una carta por jugar para recuperar el favor ciudadano: la abdicación del Rey a favor del príncipe Felipe. “Creo que para salvar la monarquía hace falta un relevo rápido”, dice. “El rey ha desperdiciado bastante el enorme crédito que cosechó durante la llamada transición a la democracia al cometer serios errores, y su salud es ahora más que dudosa. Ha hecho un gran servicio al país y, si se retirara sin perder más tiempo, lo haría con todos los honores. Creo que el príncipe Felipe reúne muchos méritos y sería un excelente sucesor. Lo que hay que evitar es que sea otro Carlos de Inglaterra, eternamente esperando su momento”.

Más allá de si el advenimiento de la Tercera República aparece como un futurible posible a medio o largo plazo, algunos intelectuales se plantean si es deseable. El escritor Javier Cercas escribió el pasado 26 de mayo un artículo de opinión en el diario El País en el que apostaba por una democracia cada vez mejor, indistintamente del modelo de organización del Estado. “No soy monárquico; en realidad, no conozco a nadie con dos dedos de frente que lo sea”, iniciaba su texto, dicho lo cual agregaba: “Lo fundamental en España, como en cualquier otro sitio, no es si vivimos en una Monarquía o en una República, sino si vivimos en una democracia mejor o peor (…) No soy monárquico, ya digo, pero, como muchos, practico una adhesión laica e instrumental a la Monarquía: esto significa que si la institución deja de ser útil o se convierte en un problema porque no se acometen las reformas que necesita, dejaré de practicarla. Sólo entonces me plantearé la III República, aunque no sin recordar que si se cambia la Monarquía, hay que cambiarlo todo, de arriba abajo”.

Lavado de cara

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Los debates sobre Monarquía o República son para Enrique Moradiellos “florituras de intelectual”. “Las preocupaciones de la gente están en otros temas. Todas las familias tienen a alguien en paro y eso es intolerable, ¿qué tipo de país tenemos? El informe PISA dice que, entre 2000 y 2007, el 25% de los alumnos no acaba la enseñanza secundaria a pesar de que tienen medios para ello. Sencillamente no quieren estudiar. Y si es así, ¿qué hacemos con esta gente? Estos son los debates que hoy le interesan a la gente, y no si la proclamación de la Tercera República es o no posible”.

La Casa Real es consciente de su caída en la apreciación de los ciudadanos y lleva tiempo trabajando en un lavado de cara para que la institución recupere el prestigio perdido. Desde que comenzaron a trascender los casos de corrupción de Urdangarín, La Zarzuela no ha dejado de abrir cortafuegos para contrarrestar sus efectos, como la entrevista de Jesús Hermida al rey a principios del pasado año por su 75 aniversario; la publicación por la agencia EFE del libro 75 años, 75 fotos, con imágenes del archivo personal del monarca; la apertura del canal CasaRealTV en Youtube, o la proyección en televisión de programas sobre la figura del monarca, en los que personalidades de su generación han glosado su figura.

La última iniciativa ha sido la apertura de un "área infantil” en la página web de la Casa Real, que ya fue remodelada hace 15 meses con la inclusión de imágenes inéditas, traducción a las lenguas cooficiales y un libro de visitas donde los ciudadanos pueden plantear sus dudas o impresiones, entre otras novedades. En el nuevo apartado los niños pueden construir con papel y tijeras una réplica del palacio de La Zarzuela, hacer una visita virtual del mismo, ojear el álbum familiar o dibujar a los miembros de la familia y remitir los dibujos para que sean colgados en Internet. Todo un despliegue de marketing para recuperar la maltrecha imagen de la institución y para que los ciudadanos vuelvan a identificarse con el marcial Viva el rey.Viva el rey

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