Muros sin Fronteras
Israel gana la guerra de las palabras
Las palabras también están ocupadas, como la tierra. Hay un ejército que se encarga de destruir cualquier disidencia del pensamiento políticamente correcto. No se puede decir, por ejemplo, que Israel practica el apartheid o cualquier sistema que incluya segregación racial. El insulto está en decirlo, no en practicarlo.
Tampoco se dice 'territorios ocupados', referidos a los territorios palestinos de Cisjordania. Israel los llama 'territorios' sin más adjetivos. Borrar la realidad es otra forma de victoria. También se han ocupado las voces 'paz', 'negociación' y 'semitismo' porque los palestinos son también semitas. Todo antisemitismo debería incluirles.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha suspendido las negociaciones con los palestinos porque han formado un Gobierno de unidad nacional entre Fatah y Hamás, grupo al que considera terrorista. La prensa repite la noticia sin preguntarse a qué negociaciones se refiere porque no hay ninguna en marcha desde hace años. Ya se llama negociación al mero anuncio de una posible negociación. Otra batalla ganada.
Netanyahu amenazó a los líderes palestinos si toman iniciativas unilaterales en la ONU. Lo dice quien las toma casi a diario con nuevas construcciones y ampliación de las colonias existentes en un terreno que no le pertenece según la legislación internacional. Mientras todo el mundo mira a Ucrania, nadie mira a Israel, nadie le exige el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
El caso es que el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, un hombre muy próximo a Israel como la mayoría de los dirigentes y políticos estadounidenses, ha empleado la palabra más prohibida: apartheid. Ni siquiera ha dicho que exista en Israel, sino que lo puede haber si no cambia el curso político. No la pronunció en público sino en una reunión privada de la llamada Comisión Trilateral.
Esta frase salió del recinto a través de una web, The Daily Beast y en pocas horas, Kerry tuvo que apresurarse a pedir disculpas. En el siguiente vídeo, un periodista pregunta a la portavoz del Departamento de Estado sobre la ofensa causada a Israel, no en qué se basó Kerry para pronunciarla. Para los palestinos, el apartheid existe. Para los israelíes, no.
Lo importante, más allá de las palabras ocupadas y los desmentidos de conveniencia, es que el jefe de la diplomacia de EEUU, el principal aliado de Israel en el mundo, lo piensa. Debe ser una idea en circulación. Kerry cree que Israel vive una deriva que puede conducir a una repetición de Sudáfrica. Hay otras personas con menos rango que piensan que Kerry fue extremadamente prudente y generoso porque ese sistema de segregación racial está en marcha desde hace tiempo.
El profesor Juan Cole explica en un post los cinco puntos que le hacen pensar que Israel es un Estado que practica la segregación.
Israel es un país complejo con un problema interno no resuelto: quiere ser un Estado teocrático o democrático. Parece tener ventaja el primero. Es un hecho que el país vive rodeado de enemigos, algunos deseosos de eliminarlo del mapa, y es un hecho que Hamás en la legítima lucha contra la ocupación ha practicado el terrorismo contra la población civil.
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Desde el 11-S y, sobre todo, desde la muerte de Yasir Arafat, los palestinos han perdido estatus y fuerza negociadora. La última gran oportunidad fue la cumbre de Annapolis, que les prometió un Estado en 2008. Ahora hablar de dos Estados es casi un acto terrorista. La guerra de las palabras ha ocupado los Acuerdos de Oslo, el Cuarteto, al inefable Tony Liar, perdón Tony Blair.
Hay ministros israelíes, como Naftali Bennett, que hablan sin rodeos de la anexión de Cisjordania. No es un loco, solo un adelantado.
Toda la política de Israel desde hace décadas se dirige colonia a colonia a ese punto. Eduard Said tenía una respuesta genial: que los palestinos renuncien a la corrupta e inoperante Autoridad Nacional y pidan la nacionalidad israelí. Si Israel les aventaja en la guerra de las palabras, ellos ganan la guerra de los hijos. Para finalizar, una propuesta, elija su frase favorita sobre los palestinos. Quizá en alguna de esas frases históricas esté la posibilidad de una paz razonable, tanto en las palabras como en la tierra.