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Cinco lecciones aprendidas de la crisis del ébola

Mònica Almiñana

La velocidad de los acontecimientos y la acumulación de situaciones que cada día nos muestran los medios de comunicación hace que consumamos la realidad casi sin tiempo a digerirla, y mucho menos a extraer consecuencias útiles para el futuro. La crisis del ébola que hemos vivido estas semanas atrás merece una pausa para reflexionar sobre lo que ha ocurrido, por qué ha ocurrido y cómo lo hemos vivido. Mucho me temo que el episodio pase a la historia del periodismo y no tanto como un aprendizaje de lo que debimos hacer y no hicimos, de lo que haremos en una situación similar. Aquí van cinco lecciones aprendidas:

1) Las alertas sanitarias de los expertos hay que tomarlas en serio

Cuando el pasado mes de marzo Médicos Sin Fronteras alertó sobre la epidemia de ébola que se estaba viviendo en el sudeste de África, los gobiernos occidentales hicieron oídos sordos y no aportaron los recursos necesarios para contener la epidemia. El gobierno español solo invirtió 420.000 euros para combatir el ébola en África quedando como uno de los países que menos aportó de toda Europa.

En el mundo físico no existen fronteras para los virus y cualquiera de ellos puede viajar y saltar de cuerpo en cuerpo. Por ese motivo existen las alerta de las organizaciones expertas ocupadas en prevenir la extensión vírica. La prevención es costosa, sí, pero no es optativa.

2) Los profesionales sanitarios valen su peso en oro

Todos sin excepción, médicos, enfermeras, auxiliares clínicas, técnicos de laboratorio, microbiólogos, investigadores,… ¿Cuántos técnicos de laboratorio han estado estos días analizando la sangre de los pacientes con Ébola? ¿Cuántos auxiliares han aseado y movilizado a los pacientes? ¿Cuántas enfermeras han administrado la medicación y controlado sus constantes vitales?¿Cuántas horas los médicos han estudiado, discutido, el tratamiento de los pacientes ?¿Cuántas horas han dejado de dormir todos ellos, para darlo todo? Este colectivo ha dado la talla en este caso en que los políticos no hemos, no han, estado a la altura de un problema que era de alarma social, de gravedad colectiva. No sé si es el momento pero reflexionemos en qué espacios presupuestarios conviene no meter la tijera y dónde hay que invertir.

3) Los liderazgos políticos importan, y mucho

Ni la Ministra de Sanida, Ana Mato, y mucho menos el Consejero de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, han sabido manear las riendas de esta crisis, compleja y difícil, eso sin duda, pero cuando uno acepta un cargo como Ministra o Consejero de Sanidad debe saber que su principal labor es velar por la salud de los ciudadanos y eso, a juzgar por las actuaciones realizadas dista mucho de la realidad. También hay que saber explicarlo y tranquilizar a la población. Ser eficaces y sensibles.

Afortunadamente, el Ébola es un virus con baja contagiosidad porque si no estaríamos en una situación muy complicada. Han sido negligentes en su trabajo y la negligencia profesional se paga. La política también debería pagarse, más aún.

4) Los recortes, aunque los llamen ajustes, tienen consecuencias 

Cuando un gobierno aprueba sus presupuestos está marcando sus prioridades políticas y diciendo a la ciudadanía qué son y qué quieren.

Por ello precisamente, cuando el presupuesto de salud baja cada año, cuando se desmantelan y cierran hospitales públicos, cuando no se invierte en laboratorios, cuando el Gobierno del PP decide hacer desaparecer la Dirección General de Salud Pública de una comunidad como Madrid, está recortando en la protección de salud de sus ciudadanos y nos está poniendo en peligro a todos los que vivimos en otras comunidades autónoma, porque los virus no entienden de limites autonómicos como no entienden de fronteras.

5) Los ciudadanos no somos tontos, los ciudadanos ya somos mayor de edad

Enfermeros del Carlos III, “repudiados” por sus compañeros y familiares

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Somos personas conectadas con el mundo, que viajan, que leen, que aprenden, que se movilizan cuando la indignación nos puede, que quieren a sus mascotas, que no toleran que se culpe al que no se puede defender sin asumir responsabilidades, que no les gusta que gobernantes les hablen como si no fueran capaces de sacar sus propias conclusiones. Somos ciudadanos atentos y no vamos a permitir que nadie, absolutamente nadie, nos engañe y mucho menos que nos trate como si fuéramos tontos. Ese tiempo ya pasó. O debería pasar.

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Mònica Almiñana es médica y senadora del PSC en el grupo de la Entesa pel Progrés de Catalunya

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